3 de dec. de 2025

OPINIÓN

Algunos hechos recientes parecen repetidos y amargan patéticamente       

Hay que tomarlos de coña 




Manuel Vázquez de la Cruz  

 Entre cientos de miles de muertos infelizmente acaecidos en muchos lugares y con muchos en la cunetas por las carreteras que lo llevaban, entre canciones y vítores a Cristo Rey, a la Cruzada y ninguno a Jesús de Nazaret - ese hombre no les gusta nada -, transportaban el cuerpo sin vida de José Antonio Primo de Rivera hacia su antepenúltima y segunda tumba.  

 Franco se sentía muy feliz. Calvo Sotelo, asesinado. Goded, ajusticiado. Sanjurjo, muerto, en accidente provocado..., puede que sí o puede que no; Mola, en otro de aviación, puede que no o puede que si, también provocado. Gil Robles en el exilio. Y los otros..., los otros todos que podían hacerle sombra a su lado, obedientes pero bien vigilados. Queipo tardaría muy poco en salir para el exilio. Dorado pero exilio.    

 El cortejo, camino de la segunda tumba, era digno de un desfile de la muerte o de la Santa Compaña, caminando desde el mar hasta la meseta.  

 Si viviera Don Quijote sería Sancho - Sancho pueblo - diría: señor estos son los que tenemos que atacar, son los malos malísimos. Cada uno de ellos es un dragón de muerte. Con fuego y sed de hacer mal.  

 Al lado del camino, gente con hambre - mucha hambre -, aplaudiendo, mirándose unos a otros con miedo y llenos de temor ovacionaban a sus verdugos. Los conocían a todos. Alguna persona que tuvo la osadía de no asistir al paso por convicción podía ser fusilado.   

 En aquella maldita guerra provocada por nombrados, incluso los pusimos como muerto,  y algunos más, estaba prohibido hasta el pensar. Porque una parte del ejército, un gran sector del clero, casi todos los terratenientes, dueños de periódicos, los banqueros (contrabandistas o no) estaban en el paso del cadáver, que era suyo y había sido parte de la comadrona que había ayudado a dar luz a aquel régimen, mitad monje y mitad soldado, para sin pena ni vergüenza ponerlo a su servicio.  

 Al servicio de los poderosos y de los caciques de las localidades. Eso fue el franquismo.  

 Y Franco el pobre, de inteligencia hablando, con su política autárquica puso España y la corrupción jamás pasada en sus manos; y al pueblo español en la mas enorme de las hambrunas.   

 ¿Por qué en este país no se cuentan las realidades de aquel maldito régimen salido de aquella maldita guerra?  

 Es necesario saberlo todo. Es preciso que esos jóvenes que levantan el brazo lo hacen como hacían los mayores asesinos que hubo y hay en el mundo.  

 Pero allí, por aquellas carreteras, que recorrí muchas veces, caminaban sin Dios que los parara explicándoles lo patético y ridículo de aquel caminar, flechas, camisas viejas, camisas nuevas y muchos asesinos del amanecer. Salían sin cara al sol pero lo cantaban y llegaban prietas las filas y cara al sol que se ponía. Si fuera un ser vivo, simplemente una planta, lo haría vergonzosamente. Una mimosa púdica encogería todas sus hojas para siempre.  

 ¿Habrá algún país en el mundo, éste u otro por descubrir, donde el fanatismo hubiera llegado a este extremo?  

 ¿Qué le diría ese día Francisco Franco a Franco Salgado Araujo, su primo y cronista? ¡¡¡Qué dos, señor, que dos!!! Lean el libro del último. A una chorrada sucede otra. Y entre una y otra, el dictador firmaba fríamente sentencias muerte. A su derecha cárcel, a su izquierda muerte.   

 En el camino, una señora, viuda de un maestro y con muchos hijos que cabían en un cesto, solo pensaba en que le dieran unos reales del gasto de la parafernalia para poder dar una cena de unas patatas cocidas a sus hijos, la noche de aquel día en La Roda. Me lo contó como veinte años después de aquella imbecilidad ostentosa. Una amiga mía lloró con ella.  

 Estoy leyendo un libro que se titula Presentes. La portada es un niño vestido de asesino falangista. Yo también lo estuve. Lo recuerdo y maldigo el pimpón y hasta al profesor que nos metió allí para poder llevar nota, porque tenia mucha importancia, en la parafernalia de aquella época donde hice guardia sin luceros.  

 Llegaba el alcalde, que a lo mejor no sabía ni él quién lo había nombrado y el porqué -puede que porque su hermano había sido un enorme asesino - y decía todos los años el discurso que empezaba:  "José Antonio tú no estás contento de nosotros (...)"

 Y dale que dale, año tras año, al tú no estás contento con nosotros. El mismo coñazo que Feijóo y la dimisión del gobierno que, dice él, no quiso presidir de otro signo. Del signo de dios nos libre. De el y del guión de la Santa (nada) que caminó desde Alicante hasta Madrid. 

 Feijóo en lugar del miserere de las noches, cantaría el “dimisinere”.   

 Creo que, aunque las frases, que hoy no me apetece ni mucho menos repetir, de aquellos señores podrían servir para enmarcar parte de La Codorniz, y que si existiera en aquel momento quiero creer que lo haría. Y por ello puede que  algún fusilado mas habría en la historia de sangre y miseria de aquellos malditos años.  

 Como decía uno de mi aldea que asistió en Madrid al espectáculo, "(...)aqueles, Manolito, non andaban con hostias e miraban cunha cara ao público, que metía medo. E iso que eu estaba de soldado e con uniforme (...)". 

 Y entre muchos que lo serían, muchísimos más que sufrirían la hambruna de franquismo, las mayores de un país, llevaban el cadáver de un hombre que como todos los muertos en aquella maldita guerra de España contra el fascismo internacional, tampoco debió haber perdido la vida.  

 Ni un solo muerto debería haber en las guerras. Malditas sean.  

 Y el Rey - nuestro Rey -, Felipe VI, estuvo en Guernica, la población mártir del nazismo, fascismo, falangismo y sus aliados europeos pero en silencio. No dijo nada de nada. Majestad, dicen que hay que llamarlo así:   

 ¿Un rey no puede ni siquiera compadecerse por los asesinados desde aviones para probar la guerra mas horrenda de exterminio? Eso se hizo allí y muchos años después parece que usted tuvo miedo del franquismo. Perdió la ocasión de que algunos le tuviéramos un poquito de respeto.   

 Me llama un amigo desde las antípodas, en espacio y forma de pensar.  

 - Manolo, ¿que estáis los de izquierdas haciendo ahí tan corrupto?  

 - Mucho y malo en mi opinión, contesto, pero sólo un ppm de lo que hacen los del PP y Vox, aunque los que son como yo lo sufrimos mucho, nos avergonzamos...Ya nos conoces.  

 Nos conoce y es técnico en suelos. Hemos trabajado juntos y sabe que ppm es parte por millón. 

 Cuando le digo que la corrupción es una parte por millón de los conocidos por mi y mínimamente míos de las miles de partes por millón  de ellos, de los que nos lo achacan, rompe a reír. Reímos los dos y nos escuchamos.  

- Manolo, lo sabemos hasta en Nueva Zelanda.   

- Mira que estás ahí abajo, centro de la tierra por medio, y ríes como yo y de lo mismo.   

 Seguimos riendo un buen rato.  

- Ya sabes que esa técnica es hitleriana y yo eso lo odio tanto como tú.

-¿Te importa que lo escriba? 

- En absoluto, me contesta.   

 En otros tiempos, hace casi setenta años, una persona nos contó cosas de aquella marcha con el cadáver de José Antonio. Éramos jóvenes y nos pareció macabro, aunque nos reímos un poco con que Ernesto Jiménez Caballero hubiera dicho que el fundador de Falange estaba ya sentado en el Cielo a la derecha de Dios.  

 Mira que si por acusar a los otros de lo que hacen ellos,  si muere Feijóo lo sientan a la izquierda de Dios, porque, digo yo, no quitarán al que Franco quería como ausente de su sitio para poner al jefe de la oposición como único argumento mínimamente importante...  

 Por otro lado gritar por el imperio hacía Dios, aunque no se vaya a ninguna parte, es mas bonito que miles de veces gritar dimisión aunque se vaya a hacer cualquier necesidad de mal decir. 

 Señor Feijóo, dimita usted y no aburra mas a la gente. Pronto, muy pronto, me parece a mí, que a una manifestación que convoque como hace día tras día, como en la marcha del cadáver de José Antonio, va a ir usted y la señorita Ayuso, llevando entre los dos y esposado, al novio de la última.  

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