FOTOGRAFÍA DE UN CUADRO QUE ME COMPENSÓ Y DIÓ FELICIDAD
Es un artículo del Punteiro 1
Manuel Vázquez de la Cruz / Tui
En El Punteiro, 2 en Tui, manifesté mi agradecimiento, hablé de odios y mentiras. Una red social me lo recordó días atrás.
“No libriño, coido que se nota o odio ás mentiras que nos contaron e que seguen presentes en moitas vidas. Ou se revisa a historia, ou se fai unha critica honrada sobre a educación dos da miña idade, ou a Democracia é unha falacia. Porque deixar que as mentiras franquistas se sigan perpetuando, impregnándoo todo, manchando pasados e futuros é contrario a todo ideal demócrata, a historia, a ciencia e, sobre todo, é soster mentiras e deixar en herdanza mentiras. En Tui hai unha rúa que se chama "general Mola". Para saber como era este home basta con ler os seus escritos. Non fai falla outra investigación. O que vou propoñer non é nin sequera porque estea a rúa a nome de semellante personaxe. É simplemente porque as persoas que propoño meréceno... Propoñámoslles, os aquí presentes, a todos concelleiros tudenses de todos os partidos e a sociedade civil que esa rúa pase a chamarse, "Rúa da Señorita Socorro e Don Daniel". Monumento vén do latín "monere". Esa plaquiña será, por pequena que sexa, un monumento e o lembrar é vivir.
Ben, nos meus escritos aparece sempre Tui. Tui somos todos. Eu e vós e os que o habitan na colina de pedra. O meu abrazo é para todos. Pero permitide un moi especial. No libro hai un artigo que se chama "El hombre y la niña". Escribino emocionado e cando o leo sigo emocionándome. Un día unha nai que chama Ana fíxome entrar na súa casa. Tiña o escrito posto nun cuadro de cerámica. O matrimonio coidaba dunha nena, a súa filla queridísima, que nunca deixaría de ser nena e de ser querida. Aquela historia, no caso de que contar fora un traballo, xa me merecería a pena. Agora viven en Goián. Ten que chegarlle aos dous o meu abrazo. O abrazo especial porque eles son normalmente especiais.
Saúde amigos todos.
P.S.:
Para o autor, monigote é unha persoa que por conveniencia ou obediencia móvese só pensando noutro.
En España, á dereita debería de ser todo o contrario de Fernando VII, Isabel II, Alfonso XII e XIII...
E absolutamente contraria a recurrir á mentira e a fomentar odios.
(I)
CON EL ANTERIOR ESCRITO VOLVÍ AL AÑO 2012
Aquel año presenté este libro. De aquel acto una red social me recuerda lo que transcribo anteriormente. Me doy cuenta al leerlo que sigo admirando a la señorita Socorro y a don Daniel, dos maestros que debían tener una calle en la ciudad.
Y que gracias a aquel escrito tengo dos amigas, que son solo una y nombro siempre como Ana de Almudena o Almudena de Ana. Nunca las nombro por separado, porque el inmenso cariño de una madre hace que dos personas distintas sean una sola para siempre. Las dos solo son una: la madre. Y yo la admiro y quiero.
Las madres de mi barrio de San Bartolomé también merecerían un enorme recuerdo. También las admiro. De niño las veía normales en sus inmensos trabajos y enormes esfuerzos por sacar adelante a sus hijos. Todo en aquella maldición de la posguerra parecía normal. Todo era oscuro y todo estaba de luto. Los niños que pasaban ateridos de frío en invierno, delgados y tristes, siempre tristes, para quitar un poco, solo un poco el hambre en Auxilio Social, eran para los que teníamos la suerte de comer, algo normal. Incluso mucho después cuando, con enorme sacrificio por parte de mi padre, pude estudiar en Madrid y aún había balas incrustadas en el edificio de la Escuela Técnica de Peritos Agrícolas. Era normal. En 1957, muchos años después de terminada la guerra, el hambre, el frío, el miedo, la oscuridad física y mental de aquel Madrid con muchos pobres en las esquinas, muchas celebraciones brazo en alto, muchas frases grandilocuentes, asientos en el metro para “caballeros mutilados”, y solo eran caballeros los del bando fascista. Era normal.
Los del otro bando, a lo peor sin una pierna, tenían que estar de pie y no recuerdo que nadie le cediera el sitio para sentarse en los asientos no reservados. Lo pienso y me entristece. En Madrid habían pasado y Madrid era una ciudad tomada. Ayuso-Feijóo o Feijóo-Ayuso lo han entendido muy bien. Ellos son de los que pasaron y se quedaron. Para ellos mentir, resucitar a ETA y “bulear” invenciones contra la honra es normal como lo fue durante más de cuarenta años. Como lo es aún ahora.
Poco después de 1959 cuando aún todo seguía siendo igual y continuaba el frío y el hambre, se empezó a hacer el arco de triunfo a la entrada de La Moncloa que conmemoraba y conmemora, la entrada de las fuerzas fascistas italianas, nazis alemanas y todo el fascismo internacional del mundo contra la República. También había moros que vinieron a hacer una muy católica Cruzada al lado de españoles de lo más “florido” de la historia permanente de la España oscura y miserable: falangistas, requetés, alfonsinos, de las JONS, latifundistas y grandes contrabandistas…
Y aún bastante después Franco y sus ministros, siete de los cuales fundaron el partido político AP y por tanto también el PP, firmaron la sentencia de muerte de Julián Grimau, por ser “rebelde” contra los rebeldes en la guerra a la legitimidad, legalidad y democracia. E iniciaron en toda su España el más cruel y sanguinario genocidio de clase con paseos mortales y otros asesinatos sentenciados en seudo juicios que por supuesto no quieren revisar. A ellos les basta con ETA y las muertes, asesinatos también, producidos por esa banda. Si vivieran mil años, los mil estarían hablando de los que han cumplido las condenas, que señalan las leyes, y adorando a sus jefes que no las cumplieron, justificando cientos de miles de asesinados y padres sin hijos, hijos sin padres, viudas enlutadas y penosas. Lo último para ellos era y parece que sigue siendo normal.
Para Feijóo y Ayuso o más bien Ayuso y Feijóo que nombran sin parar a ETA, los otros crímenes sin castigo son normales. Son crímenes bien.
Los que así piensan son muy anormales pero, qué tristeza se siente cuando se les escucha en su sin razón. En su miserable pensar.
Pues bien son anormales que obtienen votos porque los normales quieren ser muy correctos políticamente y han olvidado que la verdad es siempre revolucionaria y decirla claramente en todos los ámbitos es una obligación para que los niños no vuelvan a ver los horrores como cosas normales.
También en el Congreso de los Diputados.
(II)
LA ANORMALIDAD QUE QUISO SER NORMAL
Seguro que sí, que la anormalidad imperaba en aquella España negra. Como los niños de Auxilio Social, de San Bartolomé, como el frío y el hambre de aquella postguerra, como los juicios farsa, la vida inculta y como la oscuridad en un día con sol de aquella miseria de régimen son para ellos todo normal. Pero no era nada normal ni legal. Al frente de un país estaba un corrupto e inculto general con un ministro que un buen día apareció con tirantes de sujetar pantalones con los colores de la bandera bicolor.
Y no es normal que sus seguidores y protegidos hablen de democracia y se pongan como ejemplo de buena gente. Gente bien española si lo son por herencia de pensamiento reaccionario en la España cañí, la de Fernando VII que hizo exiliarse a Goya, entre otros muchos.
España es diferente. Sentenció el de los tirantes antes de ponérselos. Era verdad porque la diferencia servía para asesinar a los “rebeldes”, que no lo eran, por adhesión a la rebelión, porque lucharon contra los verdaderos rebeldes. Veinte y tantos años después, el manipulador de España es diferente, mintió al mundo entero sobre el asesinato y siguió mintiendo hasta el final de sus días, cuando ya había dejado el saludo nazi-fascista y los ridículos tirantes.
Y sobre todo la desmemoria o la memoria de la gente bien va a hacer que los ricos, muy ricos, paguen menos impuestos que los que no pueden pagar el alquiler de una casa. Un monigote anda suelto. No lleva tirantes pero el que los lleva sigue mandando desde el otro mundo lo que le manda el del fajín que por ser bajito arrastra en el suelo del sucio sitio donde se encuentre.
Y tienen, desde que el capitalismo impera, la frasecilla de “el dinero es muy sensible y puede irse a otro lado”. Y la sueltan como si hubieran descubierto cada uno la pólvora, cuando lo dice. Casi como el pienso, luego existo. Pero si fuera así, si pensaran, si tuvieran esa capacidad se darían cuenta que, muy explícitamente, en lo que dicen ellos mismos el capitalismo es simplemente un generador de esclavitud y que las democracias liberales no son ni democracias ni liberales.
Pero al escribir recuerdo a mi viejo de las brigadas internacionales y cuando me dijo: compañero, por imperfecta que sea, a la democracia hay que defenderla siempre.
Estábamos en Normandía y me señaló un cementerio con cientos de tumbas. Dijo: esos murieron por defender la libertad, aunque los de tu país estaban en Rusia luchando por Hitler. Tres días después Franco asesinó a cinco chiquillos. Después enfermó, pero otros de los suyos siguieron matando.
Por libre pero muy impunemente.
Quizás algún inductor de aquellos asesinatos se sentó en un escaño en la anterior legislatura. Un autor material de los asesinatos de los abogados de la calle Atocha estuvo en la cárcel unos pocos meses.
Ayuso-Feijóo o Feijoo-Ayuso solo hablan de ETA.
Los muy ricos, a los que Feijóo quiere bajarles los impuestos, efectivamente no tienen patria, ni bandera (aunque se envuelvan en ella) ni sentimiento y ni el mínimo pudor. Quizás, los que más mandan tengan un escudo de herencia o lo hayan comprado. Algunos hasta título nobiliario otorgado por un dictador en el siglo XX.
Para los muy ricos, o sus monigotes, sigue siendo normal que el pueblo - me repatea que se diga gente -, sufra, pueda pasar hambre, no tener trabajo o tenga niños que lloran de frío como en La Cañada Real, de Madrid. El hermano de Ayuso no cobraría comisión por traer mascarillas porque ella, aunque pudiera no se las compraría. A los niños, claro.
La vida, para ellos, los monigotes, es el dicho de “a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga” y los de la Cañada y los mayores muertos en residencias que se jodan porque, “no sé si sabe usted, yo fui elegida por la gente. Mi gente. No esos pobres nauseabundos”. No sé si lo dijo, pero sí estoy seguro que Ayuso-Feijóo o Feijóo-Ayuso lo pensó. Juntos, porque son de momento dos personas, en una. De momento, repito. A ver esta vez quién es Casado. Pero en esta unión de dos en uno no hay cariño, ni mucho menos como el Ana-Almudena.
Una parte del pueblo parece que asume el dicho De Dios y San Pedro (España es diferente) y escuchan apasionadamente las tonterías que dicen Feijóo-Ayuso o Ayuso-Feijóo con todo normalidad. A mi me parecen inmoralidades desde que un día una chica, sobrina de un chiquillo de pocos años, empleado de Correos, me contó como en Tui pasearon a su tío, lo escupieron, golpearon y mataron.
Por lo visto el señor de Os Peares quiere quitarnos la memoria y la ley. Siempre fueron especialistas en olvidar sus historias inconvenientes y tergiversarlas. Si no lo creen busquen el libro del bachillerato del franquismo en el que yo estudié, y que conste que ya lo habían dulcificado un poco con la derrota de Hitler y Mussolini, los invasores de España en 1936. En 1823 fueron los llamados hijos de San Luis. En el 36 pudieron llamarse hijos de Pío XII.
El texto que llamaban de Formación del Espíritu Nacional, el de cuando la Alemania nazi aún no había sido derrotada, creo que puede ser el libro de cabecera de Ayuso-Feijóo o Feijóo-Ayuso.
Honradamente no nombro a un tercero, de idéntica cuerda, porque creo que no es capaz de leer ni ese libro. Demasiado trabajo para un conocido vago de solemnidad.
Mi amiga Maite Ugalde Martínez escribe en Madrid, el de ahora, la historia de la búsqueda del final de una cinta rosa. Me trae recuerdos de la calle El Pez, de las cenas en la Región Gallega, de Oroza, de Ferreiro, de Herminio Barreiro, de Bautista Álvarez, de Novoneira, de Mariano, del que decían que era “el negro” de una personalidad de las letras, porque ellos y yo seguimos muchas veces cintas rosas de ilusión que acabaron, las más importantes, en un paso de cebra o de mula con una coz de cualquiera de los dos animales hecho hombre.
Pero hay otra Maite, la chica argentina que soñó siempre pacíficamente con un mundo mejor y distinto. Yo no soporto la violencia ni la mentira, decía muchas veces.
Su paso de peatones fue el océano Atlántico. Yo estoy seguro que desde que la tiraron desde el avión militar hasta que se hundió en el mar, gritó muchas veces “yo no soporto la violencia ni la mentira”.
Era su dicho constante y permanente.
(III)
LA CINTA ROSA
Por Maite Ugalde Martínez
Al bajar del autobús en Plaza Elíptica veo en el suelo una cinta rosa. Pienso que algún niño -de los que acuden a los numerosos centros educativos de la zona- la ha perdido. Pero continúo andando y sigo viendo la cinta rosa, que parece no acabar nunca. Busco su inicio, si alguien la ató a una señal de tráfico, a un semáforo, a una farola. Sin embargo, la cinta sigue y sigue y parece no tener final y yo quiero saber dónde termina, aunque pierda el autobús de las 8:40 para Getafe.
La cinta rosa acaba en la mitad de un paso de peatones. Alguien ha dejado un rastro y yo me he sentido guiada por unos instantes. En medio del desorden y del desconcierto.
MAITE, LA CHICA ARGENTINA QUE NO SOPORTABA LA VIOLENCIA NI LA MENTIRA
Manuel Vázquez de la Cruz
Mi escritora favorita siguió una cinta rosa deshilachada, llegó a un paso de peatones y sintió desorden y desconcierto. Si por lo menos al final encontrara un cine y en la cartelera Novecento o un coro cantando “Bandiera Rossa” quizás aparecería en su rostro una enorme sonrisa. Con la nada, con los bulos, con mentira tras mentira e insulto tras insulto han ganado unas elecciones.
Quizás se han perdido mucho antes cuando hablar del pasado se había convertido por no herir o por los ruidos de sables o metralletas en casi prohibido.
Cuando presenté O Punteiro 2, en Tui, cierta gente, no fascista, criticó el que hubiera hablado de la represión del energúmeno y basto General Mola. Cuya maldad está en sus propias instrucciones. Queipo y Mola o Mola y Queipo enseñaron los caminos de asesinar y violar. Por escrito y por radio. El otro firmaba o mandaba “pasear”. Firmó la sentencia de un primo y hay evidencias suficientes de que mandó al último vuelo a su hermano Ramón.
De aquellos palos estas astillas y preocupaciones, del miedo a la Memoria se aprovecharon ahora Ayuso-Feijóo o Feijóo-Ayuso y, olvidando los crímenes de los suyos sin castigo, crearon mentiras, hasta el punto de pregonar que existía ETA.
Quizás nombrando a ETA quisieron también afirmar que había un ejército dispuesto a matar a la mitad de los españoles, como así lo dijo un general español.
En el cine que había en la calle del Pez, el cine Pez, quizás en 1959, una amiga argentina y yo entramos, y sin decirlo quizás los dos pensábamos lo mismo. Lo de menos era la película. No sabíamos ni cuál era la que “ponían”. Nos interesaban sólo dos asientos pegados en lo más oscuro. Los tiempos eran tan estúpidamente fascistoides que hasta besarse en público podía ser objeto de multa o detención.
Empezó la película. Era Casablanca y desde el principio ya sólo nos interesó lo que se veía en la pantalla.
Cuando en la escena cumbre del cine sonó La Marsellesa, nos miramos y cada uno vio las lágrimas del otro.
Maite, mi poeta, tu final fue en un paso de peatones. El nuestro en un cine, aquella tarde del cincuenta y nueve, sentimos que el mundo, nuestro mundo, estaba en una película en la que se cantaba La Marsellesa.
Ella un maldito día desapareció. La desaparecieron.
Maite, es hermoso tu escrito. Orballea suavemente el agua sobre los cristales de mi ventana. A la izquierda está Valença amurallada y el Miño que camina hacia al Atlántico. Cientos de veces al ver río que se va al mar, la recuerdo.
La chica que lloró conmigo está en la inmensidad de ese océano. Yo, que me hice mayor, lloro muchas veces por ella y siento mis lágrimas en el rostro como entonces. Los años lo han ido arrugando pero no han sido capaces de borrar el sentimiento de aquella tarde en el cine Pez, de la calle El Pez y el dolor que siento por su injusta y horrible muerte.
En España, un monigote, quiere abolir la Ley de la Memoria Democrática. No me gusta insultar pero no soy capaz de no hacerlo cuando se trata de reducir el pasado a la nada. Sólo un monigote sin conciencia, o inconsciente, puede pensar que se puede borrar el recuerdo y que un pueblo entero, por decreto, puede quedar sin Memoria.
No podrá ese tontorrón con el Cine Pez, La Marsellesa y las lágrimas de una mujer argentina. Argentina es el país que, aunque les joda mucho a los monigotes españoles del saludo romano (algunos esconden mal y por eso hablan de derogar leyes) murió el dictador en una cárcel. Aquí, ya lo sé, murió en la cama, alguno lo está pensando y al leerme ha sonreído pensándolo, como hacía Fernández de la Mora al decirlo. Pues sí pero con su yerno haciéndole fotos para vender a un periódico. Señor de la sonrisa, o señores, yo creo que lo segundo es peor que morir en la cárcel.
Los seguidores del dictador español ocultan y ocultan esto, y sobre todo, como dice magníficamente fundamentado, Ángel Viñas, que al general genocida lo que más le interesaba era “la pela”. En eso sus seguidores son fieles herederos y también corruptos. No tanto como su jefe espiritual, que para ellos está en el cielo, porque no pueden.
Ella se llamaba Maite, como tú, amiga de Madrid. Pero también podía ser Almudena de Ana o Ana de Almudena. O mi amiga Carmen Núñez, de bondadoso mirar y enorme disposición a ayudar a todos los que sufren, pueblos incluidos. O mis amigos de Ribadelouro que luchan porque no les roben a dos ríos sus riberas y allí esta Paula. O Fátima Sío y su hijo Julián, amigo del viejo que soy yo y él es niño, y mar con olas y calmas, pero incluso en estas, hiperactivo siempre, que no quieren que se deje a Torneiros sin árboles y a Porriño sin pulmón. O Silvia, que como Paula y Fátima, sigue la cinta rosa para recuperar un acueducto de Caldelas que llevaba el agua elevada en una obra preciosa y única del río Caselas y haciéndola pasar después por encima del mismo río, iba para regar los campos. Una maravilla que tenía por fin último el de “tirar a fame e poder comer”. Y quizás sirva en el futuro para lo mismo.
Paula, Silvia y Fátima nos explicaron maravillosamente los deseos de muchos de conservar bosques y acueductos en la iglesia de Santo Domingo. Yo pensé que las tres deberían hablar en la ONU y quizás consiguieran que se hiciera mucho caso a la tierra y al agua que juntos hacen la vida.
Todos los que amamos a la tierra y al agua, amamos la vida. Lo que escribo, que también acaba en un paso de cebra, solo intenta decirles que nadie podrá hacer un pozo de la memoria porque por muchas leyes que cambien o hagan algún día sonará La Marsella en un cine de barrio, una pareja secará las lágrimas y relucirá el recuerdo: La Memoria. Con mayúsculas, claro.
Maite, qué bien escribes como seguiste la cinta rosa con un final. Eso que Ayuso-Feijóo o Feijóo-Ayuso quieren desterrar de las mentes de todos los bien nacidos.
Porque, como decía mi madre, de bien nacidos es ser agradecidos, como yo lo estoy contigo y con el amigo de mi conciencia al que hicieron subir por la calle de mi ciudad, que se llama Corredoira, al calvario mientras gentes le escupían, pegaban e insultaban. Sus nombres parece que se perdieron pero no. Aparecerán pronto.
Mi amiga madrileña, mi escritora preferida, siguió una cinta rosa durante horas hasta que llegó a un paso de peatones y desapareció la cinta y el rosa. Pero Maite, mi querida Maite, nadie nos va a quitar la Memoria y aparecerá una cinta que nos lleve hasta el infinito. En el camino seremos más verdaderos, más fuertes y saldrán los nombres que guardamos porque dejaremos atrás la llamada incorrección política.
Maite, seguiste una cinta rosa. Al final por lo menos deberías encontrar un cine y en la cartelera Novecento o un coro cantando “Bandiera Rossa”. Se nos fue Laura pero queda Mijail, Juan Conde, Maritó y mi hermana Marita para cantarlo en la montaña portuguesa, muy cerca del cielo terrestre y de nosotros que es donde está ella.
Y ese día, al fin, nos daremos un abrazo.
En el que había en la calle del Pez, el cine Pez, en 1959, necesito volver a contarlo, una amiga argentina y yo entramos a ver una película. Nos interesaban sólo dos asientos pegados en lo más oscuro del local para no ser multados o mal vistos. Empezó Casablanca y ya solo nos prendió la película. Sin ni siquiera un beso. Cuando sonó La Marsellesa, la más maravillosa escena de todas las películas hechas y por hacer, eso pensamos siempre los dos, nos miramos y cada uno vio las lágrimas del otro. No nos besamos. En su mano apareció un pañuelo, yo saqué el que ridículamente, como se llevaba entonces, asomaba un poquito en el bolsillo superior de la chaqueta. Ella secó mis lágrimas y yo las que resbalaban por su rostro que era muy hermoso.
Fue muy bonito pero ella me dijo al salir del cine que nadie lo entendería y que era mejor no contarlo. Pero ya…que más da. Además, ayer me imaginé que el río Miño queria que lo contara. Y al río que me lleva y me refleja yo no le niego nada.
Maite Ugalde, tu final fue en un paso de peatones. El nuestro en un cine, lágrimas y dos pañuelos. Ayer por el río le mandé al océano donde reposa un inmenso abrazo.
Ella un maldito día desapareció. La desaparecieron.
Maite, es hermoso tu escrito. Orballea suavemente el agua sobre los cristales de mi ventana. A la izquierda está Valença amurallada y el Miño que camina hacia al Atlántico. El río siempre nos lleva al mar.
La chica que lloró conmigo está en su inmensidad. Estoy seguro que mientras caía desde el avión “milico” y con sus asesinos dentro, iba diciendo: ¡no soporto la violencia ni la mentira!
(IV y final)
MIENTRAS CAÍA AL OCÉANO GRITÓ “¡NO SOPORTO LA VIOLENCIA NI LA MENTIRA!”
Era su frase preferida. Quizás aquellas bestias la oyeron, pero como los de aquí. eran demasiado brutos para sentir la mínima sensibilidad.
Por si acaso, quién sabe…, a sus dos hijos, que quizás hayan sido adoptados por cómplices del asesinato de ella y de su marido, un inmenso abrazo. Ojalá lo reciban.
Tengo esa esperanza.
Y otra: a ver si en la próxima legislatura los que yo voté echen en cara con fuerza, con nombres, todo el horror que causó su régimen genocida en está España mía y vuestra. Donde los descendientes políticos de ellos, que son malos de solemnidad, insultan a los buenos. Al menos, repito, en está España mía y vuestra. La de ellos cainita y de pandereta, insultona y mentirosa seguirá siéndolo por los siglos de los siglos y hay que dejar de una vez la corrección política con esa lacra histórica. La que tenemos ahora es idéntica a aquel rey que sentenció para la galería como estos: “marchemos todos y yo el primero por la senda constitucional”. No dicen claro “si ganamos” y por poner un ejemplo, solo uno: “los niños que se mueren de frío en la Cañada Real que se jodan”. No lo dicen, o puede que sí, pero lo hacen.
Dicen contra toda razón que ETA aún existe. Con razón muchos creemos que el franquismo fascista y carlista si que existe. Es Ayuso-Feijóo o Feijóo-Ayuso y sus incondicionales.
Señores demócratas, ya está bien de tanta “corrección” con monigotes de saludo romano oculto. El mismo en el que se enseñaba en un momento dado después de firmar sentencias de muertes y manipular a la prensa, su jefe: Manuel Fraga, el de la calle es mía. El que hizo un hombre bien a Feijóo, el amigo del hijo del narcotraficante y de su padre. Los dos hoy, cuando habla de bajarle impuestos a los ricos, me parecen mejor que él.
Y sé que los que me leen se habrán dado cuenta de que de vagos y otras gentes de mal vivir no escribo, ni hablo, ni me interesan.
Desde hace muchos años algunos estudiosos los esperan. Dicen que la historia cuando se repite es una farsa.
Pero y si no y… ¿si otra vez aparecen los sicarios y una camioneta roja con jefe asesino, aristócrata y apellido del almirante que bombardeó Callao?
¿Pueden aparecer otra vez los vagos de solemnidad y los ricos que los apoyan en las trastiendas, reboticas o iglesias y, además de lenguaje violento, mandan estos últimos que se vuelva a ejercer con “la dialética de los puños y las pistolas”? Como en su día dijo el gran copión de Mussolini.
Aunque así no sea, los asesinados por aquellas hordas fascistas, con apoyo de algunos jueces y algunos militares, merecen un reconocimiento muy especial a pesar de que un monigote quiera impedirlo.
Maite, la argentina, odiaba la violencia y la mentira. Ocultarla por ser muy correcto políticamente no iba con ella.
Ni conmigo, que nunca jamás estuve de acuerdo con ETA. Algunos que piensan como Maite y yo, estoy seguro, que votaron a Bildu simplemente porque son descendientes políticos de asesinos de la mayor calaña, que no pasaron por la cárcel, muy constitucionalistas ahora, fueron días y días contra las leyes de reinserción, uno de los principios fundamentales en una democracia.
Para Ayuso-Feijóo o Feijóo-Ayuso la democracia, la educación y la simplemente la consideración con los humildes, como los de la Cañada Real o los mayores como yo, solo la utilizan cuando les conviene. Y si anda su hermano o el hijo del narco por el medio…
Y amigos lectores que habéis llegado hasta aquí, yo espero que en el próximo parlamento no se permita a descendientes de asesinos, que no cumplieron cárcel, insultar impunemente a las personas que defendieron la legalidad y la democracia.
En la anterior legislatura no se le contestó debidamente muchas veces quizás por excesiva corrección política. Espero que los que yo elija digan ¡se acabó!
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