12 de feb. de 2024

OPINIÓN

El que quiso ser presidente, lo intentó, pero no quiso. O no pudo




Manuel Vázquez de la Cruz

 Hablaban sin parar de un apellido ligado a un ismo. Quizás ni ellos sabían qué era eso. Al menos no nos lo explicaron. 

 Ahora aparece otra cosa. Dios me libre de ponerle nombre, porque no lo merece el hombre, ni la cosa, bastante despreciable, pero el “sin nombre” es el de acusar y vilipendiar a otro durante meses haciendo aquello con lo que acusa y vilipendia, al mismo tiempo que, además de no “tener nombre”, es un aburrido hasta la saciedad.

 El sin nombre si además monta manifestaciones, pide que se ilegalicen partidos con los que horas antes ha negociado; predica odio a los nacidos en una comunidad; insulta y miente; es..., además de hacer todo lo anterior, muy mala persona. O muy malas si lo hacen como grupo, aunque no sea político. Siéndolo mucho más. 

 Es un “fake político” dirían ellos (como si llamándole fake - falso, en español - la mentira fuera menos mentira), y pensarían que por eso todo vale. ¡Qué coño de fake! Es un puñetero esperpento, pensamos otros, admiradores de Valle Inclán, aunque ese pensamiento incluya una enorme tristeza por la mínima talla moral e inteligencia de un grupo de gente demasiado grande y desgraciadamente con demasiado poder. Circula en las redes una publicación de dinero entregado a la prensa: el poder de la palabra escrita para que se enseñe y propague lo que puede interesar, o no, al otro poder, que algunas veces es el mismo. Recordemos a Berlusconi que sigue y sigue. Y fue dueño de medios de información y gobernante. A veces en la sombra, otros a la luz. Y casi todos los medios tienen su Berlusconi. 

 Y les interesa mucho a todos poder decir lo que está bien y lo que no: el poder del dinero y la libertad de prensa. 

 El actual presidente del Gobierno de España fue acusado de querer el poder por encima de todo. La verdad, que ahora aparece clara, es que el llamado jefe de la oposición es el que quería ser presidente de los españoles, despreciando a todo y a todos: a las personas, a las ideas, a la honradez y la propia Constitución que intentó manejar hasta que no pudo ser presidente “porque no quiso”. 

 Quiso y no pudo, no es Dios.

 Pudo y no quiso, no es hijo.

 Digan pues todos, que pudo y quiso. 

 No recuerdo, respeto a qué dogma de la Iglesia Católica se cantaba esto. Ni me importa. Pero lo escribo, porque cuando escuché al jefe de la oposición decir esto, pensé: ¿se creerá este hombre capaz de ser presidente por la gracia de Dios? 

 Y el pensamiento me llevó a otros tiempos. 

 Menos mal que al final quedó solo el quiso y no pudo. 

 Y en cuanto a hijo no. No le gusta la fruta. Eso no. Eso es de la señora Ayuso.

 Honradamente si el fuera mínimamente honrado, si no fuera lo que ha demostrado ser, se iría ya. Pero no se irá porque quizás no es ni mínimamente eso. 

 Era un hombre marcado por su pasado en fotos. A mi entender debería ser suficiente para no pretender representar a su país como máximo dignatario. Ahora, además, es un hombre marcado por sus actuaciones durante meses. 

 Sus mentiras apoyadas y acompasadas, dicen que se dice, por algún juez. La última es la de que esos señores a los que tanto denigró, y con los que negoció, habían querido matar al rey. 

 Físicamente, el jefe de la oposición sigue vivo, pero a mi juicio puede ser ya un cadáver político.  Y para siempre, si sigue en política más, un hombre atacable por la falta de principios que ha demostrado y el teatro realizado durante meses en los que aparece claro que por lo menos calló cosas, que además achacaba contra razón a otros. 

 Hilitos, ahora hilazos - y no de plastilina -, enormes, de desprestigio para él y para todo un país, se desprenden de su figura y sobre todo de sus actuaciones, además de desmesuradas, obscenas. 

 La foto con el narco tiene ahora alrededor cientos de aureolas: manifestaciones, gritos de odio, acusaciones, falsedades, insultos,..., están también en la instantánea. Hasta el mar queda pequeño. 

 Y cuánto más tarde en irse, en decir adiós a la política, más dura será la caída, más (si es un ser normal) su sufrir. 

 Y más daño hará a la convivencia de nuestro país y a un partido de derechas normales que uno cree necesario en un estado democrático, que al parecer aún no ha llegado al siglo XXI, dice un amigo mío, estudioso del siglo XIX. 

 Un país en el que lo que se más necesita es concordia, diálogo y paz. 

 A veces parece que se asoma por un resquicio de la puerta de atrás el siglo XIX y aquel maldito año del XX, con aquella maldita guerra, a la que siguió una sangrienta dictadura y sus gritos de rigor, sus hambres, sus faltas de todas las libertades, sus mentiras permanentes,..., sus asesinatos, de los que aún siguen cadáveres en las cunetas, y campanas en el sentimiento tocando a muerto. Ellos, los que hablan de sentidiño, da la impresión que han perdido el norte de la razón. 

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