"(...) A los noventa años, el día en que mi madre se moría, al fin me atreví a decirle:
-Mamá, me acuerdo cuando se llevaron a papá-
Lloramos un buen rato abrazados (...)".
Espronceda Páramos Oríol
DESTROZARON FAMILIAS PARA MATAR LA RAZÓN, PERO NO PUDIERON
Ni con la razón, ni con la familia
Manuel Vázquez de la Cruz
A lo largo de mi vida me he ido haciendo amigo de personas que sufrieron en sus carnes y en las de los suyos (es igual) la rebelión fascista, militar, católica, monárquica, de los Juan March o Ribero de Aguilar, o del que después fue conde de Fenosa y siempre criminalmente horrorosa de 1936. La familia Espronceda es un ejemplo de triste recuerdo y maravillosa memoria en el querer, en el ser y en el admirar la figura del abuelo.
Hay una carencia en la vid en la que aparece en el racimo una uva muy grande rodeada por uvas pequeñitas. Se le denomina la gallina y sus polluelos. El otro día vi a los hijos e hijas de Espronceda rodeándolo. A partir de ahora cuando hable o escriba de las carencias de la vid a ésta le llamaré de Espronceda y su hijos. Diré que también le llaman "the hen and chickens" (la gallina y los pollos), la definición que le dieron los ingleses.
Ya sé que esto parece una nadería pero para mí constituyó una inmensa emoción. Y pensé que no pudieron ni con la razón ni con las familias, ni con los nombres preciosos.
La uva tiene una inmensa pepita y las uvas pequeñitas lo mismo. Son como los corazones de Espronceda y sus hijos.
Él me cuenta como un día normal, sobre las siete de la mañana, aparecieron en nuestra casa de Caldelas unos falangistas acompañados de guardias civiles. Los niños no vimos apenas nada, solo cuando a mi padre le rompieron la cara de un culatazo y sangrando se lo llevaron a él y a nuestro hermano mayor Ferrer. Nos quedamos muy solos entre llantos.
Al día siguiente lo sacaron del Seminario junto con Manuel Pérez Besada, Francisco Rodríguez Otero, Hipólito Gallego, Manuel Piñeiro, Fernando Estévez y Pérez Besada. Los asesinados tenían en común ser buenas personas y creer en un mundo mejor. Los asesinos eran en todo lo contrario, y uno de los que lo hizo era un descendiente de Méndez Núñez, que los enfangó para siempre asesinando a cientos. Su furgoneta roja era temida. En ella llevaron al Ferreiro de Caldelas y a sus amigos, y los asesinaron.
Quizás lo hizo parafraseando a su "ilustre" antecesor y dijo algo parecido sobre su deshonra de mal nacido.
Me lo cuenta Espronceda como lo llevaron de su casa y como él, ya muy hombre, que lloró muchos años después abrazado a su madre. Él recuerda la escena y muchos al escucharla lloramos en silencio. Una vez en la soledad de la montaña, me dice un amigo, "dejé de lado cualquier corrección y grité amargamente. Grité por él, por sus hermanos, por su madre pero sobre todo porque algunas veces veo tanto odio en personas que hablan desde la tribuna del parlamento alabando o justificando los asesinatos que parece que algo parecido puede volver a pasar.
A mi lado alguien lloró conmigo. También fue víctima de aquellos malditos asesinos. También dijo que quieren volver y mienten para hacerlo. Yo lloré, Manuel, porque una parte del pueblo los sigue. Y quizás de esa parte del pueblo surjan asesinos como aquellos de O Porriño, como los otros de Tui, como el tristemente famoso Méndez Núñez, del que - hay que joderse - aún hoy se oculta su nombre como gran asesino. ¿Por vergüenza?"
Estábamos en A Edreira, en plena Serra de San Mamede, dentro de las ruinas de las casas que quemaron los fascistas. Estábamos en uno de los muchos lugares de los crímenes de aquella horda de miserables traidores al pueblo.
Y gritamos. Gritamos porque los horrores de aquella gentuza también se deben recordar al aire y quizás desde el cielo algún santo, arrepentido, de los beatificados hace poco, diga que no, que no fue una guerra Santa, que fueron miles de asesinatos en nuestra tierra cometidos por curas, nobles, señores bien de misa diaria y sus sicarios, que después vistieron de uniformes y se consideraron bien pagados. Un uniforme, aunque sea de conserje y en mi casa se pase hambre, ¡qué maravilla!
Otros quizás fueron de otro tipo de vestimenta, más engalanada, más de militarote, más (mucho más) ridícula, a unos y otros, ya sea Méndez Núñez o Laureano, o el largo de Las Valiñas, o el de Porriño Antero...todos eran idénticos al del los apellidos del almirante.
José María Álvarez Blazquez le hizo un inmenso poema:
A JUAN, JUANITITO, PALMA DE PLATA
Agora, que xa non eres — máis que unha presa de esterco = e ti andabas todo foncho vestido coma un moneco agora, que sóio sintes os arrepíos do medo = e ti eras o máis valente cando iades aos paseos —, agora, que ben fodido estás nos salóns do inferno = ai! aquel teu despachiño de director conselleiro —, agora, ti, criminal escupitallo, cabestro da tiranía, mamón papa-hostias, analfabeto, rata podre, sanguesuga, salvaxe de corpo enteiro, besta, ladrón, cagalleta, Juan, Juanitito, morcego, agora, que?
Noite sin sono 29-30-1-1962
"(...) Lo interesante es, que el abuelo, que vivió y tuvo herrería, mujer, hijos, burro y quizá se hiciera fotos a la salida de un teatro, realmente fue historia, vivió en su tiempo, se comprometió con otros, quiso hacer el mundo de una determinada manera, contra resistencias tan rígidas que le asesinaron.
Estos días, mis hermanos y yo, hemos vuelto a Caldelas acompañando a nuestro padre, que acaba de cumplir 97 años. Su mente cansada sigue recordando aquel lejano día y con su silencio nos sigue protegiendo del dolor.
En estos tiempos en los que se habla de abrir fosas, de recuperar cuerpos, de encontrar a quienes fueron arrebatados a sus familias, quiero decirles a quienes se ofenden por ello que yo no reclamo los huesos de mi abuelo Domingo, que no me pueden abrazar. Clamo por la Libertad, la Verdad, la Armonía y el Progreso a los que él rindió tributo escribiéndolos con mayúscula. Clamo por su derecho a la vida y a pensar diferente.
Raquel Páramos Escapa
Avilés, 2 de septiembre 2022"
Los textos en cursiva y en negrita, forman parte de un escrito de Raquel, nieta de Domingos e hija de Espronceda, que da esperanza.
Y también clamó porque de una vez se cuente la Verdad con mayúsculas y se digan los nombres de los asesinos para que todos sepan que la historia no los absuelve, ni los olvida, ni los perdona.
