5 de out. de 2022

OPINIÓN


"(…) Ergueremo-la espranza

sobre ista terra escura

coma quen ergue un facho

nunha noite sin lúa (…)"

 Celso Emilio Ferreiro


MALDITOS SEAN LOS ASESINATOS SIN GUERRA Y TODAS LAS GUERRAS 


5 de octubre de 1936 - 5 de octubre de 2022

Hoy se cumple el 86 aniversario del asesinato de seis hombres buenos





Manuel Vázquez de la Cruz

  En Galicia no hubo guerra pero hubo víctimas y asesinos. Unos de alta alcurnia y apellidos ilustres que quedaron manchados para siempre. Ahora son solo los apellidos de gente ruin.

 En Tui no hubo guerra ni maltrato a ningún sacerdote católico, como explica el señor obispo claramente cuando entraron los fascistas en nuestra ciudad, pero hubo curas que pidieron matar, que mintieron, como explica muy bien Xose Álvarez en su libro “Os anos do Silencio”.

 De nuestra tierra hay gente en El Valle de los Caídos. Es su infierno. Gente que no cayó en la guerra sino que fue asesinada por sicarios de Falange, o de la CEDA, o de Renovación Española. De todos los que asesinaron se sabe nombre, apellidos y sobrenombres. De los que señalaban a los que se debía matar cada noche o en seudo juicios, también se conocen sus filiaciones. Curas, empresarios que odiaban a otros empresarios y a la clase obrera, farmacéuticos, maestros (malos maestros), funcionarios, policías, guardias civiles,…, todos con nombres escondidos son la vergüenza del conjunto. Quizás si supieran los nombres concretos, también los que dentro de esos grupos hicieron lo posible para evitar aquel holocausto, todas las organizaciones serían vistas para siempre de otra forma. Quizás la historia no se repetiría jamás ni de palabra. Y cesaría la farsa a la que algunos, con enorme ignorancia, pretenden, o lo parece, montar, insultar, levantar bulos, odiar,incluso repetir…

 Y todas estas cosas se combatirían desde foros y altares haciéndolas imposibles.

 El levantamiento militar contra la Segunda República, la posterior guerra y el régimen que se implantó fue la mayor desgracia que pudo tener este País, en economía, convivencia, corrupción, falta de las mínimas libertades sobre todo para la clase obrera y sus familias. Pero fue para todos los hombres y mujeres de bien, hambre, miseria, muertes injustas, mentiras a “cotío”, lavados de cerebro colectivos…

 Y fue la chulería que persiste en casos concretos. Ayuso, la presidenta de Madrid, por ejemplo, nos lo recuerda cuando habla. Y, como los de entonces, tiene a gala hacerlo diciendo estupidez tras estupidez. Pero como de aquello aún no han salido todos hay quien las celebra denigrando a la inteligencia.

 A Eva y a Aurora les mataron a sus abuelos en la aurora del cuatro de octubre de 1936 en el Alto do Confurco. Quizás mi amiga se llame así por las primeras luces de aquella - para su madre y su abuela -, maldita mañana.

 A todas las mujeres que quedaron viudas y a todas las que fueron asesinadas por aquellos individuos de renombrado y maldito apellido y de los otros que solo querían un uniforme de conserje o sentir el “placer” de matar, las recuerdo con pena, cariño y unas ganas inmensas de darle un enorme abrazo aunque al sitio donde están no puedo llegar. Por eso lo hago al recuerdo.

 Ahora que aparecen nubes negras, ellas, las que ya lo sufrieron, nos gritan con los vientos que vienen de lejos pero que se escucha en todos los oídos de la buena gente: FASCISMO NUNCA MÁIS!

 Queremos traer a los abuelos de Eva y Aurora al lado de los suyos. Es de justicia, por encima de jueces y concejales que se oponen.

 Y los vamos a traer.

TESTIMONIO DE EVA PÁRAMOS VIÑAS  - RETRATO DE MIS DOS ABUELOS

 El retrato de Domingo Páramos Núñez presidía el comedor de la casa en que nací. Era una estancia pequeña, decorada con muebles de madera. En la pared colgaba la fotografía de un hombre alto y de buen porte. Tez morena y mirada penetrante. Destacaba en su cara un enorme y bien cuidado bigote. Supongo que mi abuela Juliana lo tenía allí en un intento de tenerlo siempre presente o, quizás, de recordar que muchos años atrás habían sido un matrimonio feliz.

 Ambos emigrantes en Argentina, se conocieron muy jóvenes y se casaron en Pergamino. En los años posteriores vuelven a Caldelas y forman una familia con diez hijos. Domingo era herrero. Con un taller próspero e innovador, daba trabajo a 27 operarios. Finalizado el año repartía con ellos los beneficios. A sus hijos les inculca el respeto por los demás, el amor por la música y les aficiona a la lectura. En casa vivían bien hasta que en 1936 todo cambia.

 Un amanecer de finales de septiembre, un grupo de hombres armados entra en casa, llevándose a Domingo y a Ferrer, su hijo mayor. En un acto de tremenda cobardía ante un hombre desarmado, destrozan la cara de mi abuelo con las culatas de sus fusiles. Su hijo Espronceda asiste y la guarda con dolor para siempre. No les llegó con eso, pues entraron en la casa rompiendo todo a su paso para robar el dinero y todo lo que encontraron de valor.

 Juliana los visitó durante días en el Seminario de Tui, que hacía de cárcel, a donde les llevaba comida. El 4 de octubre Ferrer, con lágrimas en los ojos, comunica a su madre que se han llevado a Domingo. Lo fusilan un 5 de octubre de 1936 en el alto del Confurco, junto con Hipólito Gallego Camarero, Fernando Rubio Estévez, Manuel Pérez Besada, Francisco Rodríguez Otero y Manuel Piñeiro Zúñiga. Seis hombres buenos salvajemente asesinados y abandonados posteriormente en Mondariz.

 En casa de María no había nada que recordase a Gumersindo Rodríguez Costas. Y no había nada porque se lo habían quitado todo, menos la dignidad.

 Gumersindo y María se conocieron muy jóvenes. No llegaron a casarse, pero fueron padres de cuatro hijos. Ambos trabajaban en una panadería de su propiedad. Gumersindo, como Domingo, fue un empresario adelantado a su tiempo. Destacaba de él su bondad, su humanidad y su cultura. Era un hombre formado y con facilidad de palabra. En Tui hasta los curas hablaban bien de él.

 Con la entrada de las tropas en la ciudad, Gumersindo incitado por sus compañeros, sube al monte Aloia. Un barco los estaba esperando en Baiona. Pero mi abuelo, al recordar a su familia, decide volver a Tui. Dos vecinos suyos lo masacran. El que comparte nombre y sangre con él le dispara 7 balas, la última, que sabía de anatomía, no lo mata pero lo deja ciego. El otro, en un acto de ensañamiento, se orina por encima de su cuerpo moribundo. Ahí empieza un calvario que lo lleva al Hospital de Pontevedra donde tres semanas después lo envenenan y fallece. Sus cuatro hijos lo vieron en la cama del hospital, desnutrido y lleno de piojos. Es la última imagen que tienen de su padre. El mismo que les enseñó que respeto y bondad creaban grandes hombres.

 Juliana y María son dos nombres de mujer. Puede que para muchos quede ahí, en dos nombres de mujer.

 Para mí son mucho más, son mis abuelas, con las que me crié. Son dos viudas de una guerra sin sentido en un sitio donde no hubo guerra. Como otras muchas más mujeres, en aquella época en que los asesinos de azul mandaban y mataban.

 Tenían muchas cosas en común: vestían de luto, se peinaban con trenza que remataban en un moño en la nuca y las dos eran de carácter fuerte. Pero por encima de eso a Juliana y María las unió el silencio, el dolor que había que masticar y tragar, la incomprensión de lo que había pasado. Las dos criaron a sus hijos con amor, con mucho amor y ellos las arroparon hasta el final de sus días. Mis padres y tíos crecieron sin odios, a pesar del hambre, miserias y desprecios que tuvieron que sufrir por ser hijos de rojos. Y crecieron en la incomprensión y el silencio, porque el hablar dolía. Vivieron una democracia que no les devolvió nada, una democracia que dejó vivir a los asesinos mientras los muertos seguían en las cunetas y en miles de fosas comunes.

 A Gumersindo lo enterraron en una fosa en Pontevedra, fosa que años después cubren con el asfalto de una carretera. Amelia, mi madre, sabe que no va a recuperar los restos de su padre.

 A Domingo lo enterraron en una fosa en Mondariz. En 1959 levantan sus restos para rodearlos de autoridades civiles, militares y religiosas. En un emotivo acto, como refleja la prensa de la época, realizan un funeral antes de trasladarlo al Valle maldito. No avisan a la familia. La comunicación oficial llega cuando Domingo ya está en un lugar al que no se permite el acceso de la familia.

 Ahora yo tengo en mi casa dos retratos de mis abuelos. Sólo los he conocido así, por fotografía. No me han permitido sentarme en sus regazos, abrazarme a ellos, ni escuchar esas historias tan bonitas que cuentan los abuelos. Sus miradas son las de dos hombres buenos y libres.

 Puede que estén intentando decirme algo, tal vez sea una mirada de agradecimiento porque saben que hoy somos los nietos, con la frente muy alta, los que ponemos voz al silencio de 86 años. Los que, en un ejercicio de pleno derecho, reclamamos que nos devuelvan a nuestros abuelos muertos. Puede que algún día levantemos incluso el asfalto de las carreteras.

 Espronceda, mi tío, sabe que es cuestión de tiempo que Domingo vuelva a Caldelas. A sus 97 años espera poder darle un abrazo al féretro de sus cenizas, el que no pudo darle a su ser vivo aquel amanecer de septiembre de 1936 cuando se lo llevaron. 

 Nota de Manuel Vázquez de la Cruz: 

 Desde hace muchos años Espronceda, Eva y Aurora son de mi familia.

1 comentario:

  1. Con el mismo dolor que,nosotros desde nuestra niñez,llevamos por mi padre,he leído tu publicación. Es terrible cuantas barbaridades hicieron .Fue una guerra ,sucia ,de personajes criminales que, abanderados con el nombre de DIOS y sus ministros purgaron mataron ,robaron y arrojaron sus cuerpos a minas,cunetas,fosas comunes ,donde han estado en silencio 85,89 años sin una digna sepultura. Ya te habrá contado Carmina que hemos conseguido el inhumar los restos de mi padre y 49 compañeros que estaban en esa maldita mina.Unabrazo grande!!!!

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