21 de xan. de 2023

OPINIÓN

HABLA, QUIZÁS YO SOLO LO ESCUCHO, EL HOMBRE DE LOS OJOS VERDES, PILOTO ANTIFASCISTA EN DOS GUERRAS




Manuel Vázquez de la Cruz

 Según me cuentas quieren destruir esas riberas. Reunid a todos los santos del cielo, a brujas y a hadas, a los músicos y a los poetas, a todas las personas que aman al planeta. Uniros en ese lugar en un aquelarre y cantadles a los árboles. Recitadles poemas dulces a los hombres más duros, decirles que atentar contra el medio ambiente es de locos. Tan de locos como bolsonaristas, los políticos brasileños que no les importa dejar al mundo sin pulmones y quieren acabar con los bosques de la Amazonía para hacer dinero. Yo estaré allí. Mis cenizas llegarán con el viento o yo entero en uno de los aviones ‘mosca’ que piloté. Este escrito te lo hará llegar Aureliano Buendía o el propio Gabo, nuestro Gabriel García Márquez. Andaremos todos los reales y mágicos con vosotros cuando suene la música y los árboles viertan una lágrima por cada hoja. Quizás esté Dalia después de romper las “venas” del árbol por donde camina.

 Y yo también llevaré a mi burro que no puede faltar.

 Y desde donde yo deje de existir, según dicen, creo firmemente que don Quijote y Sancho estarán a vuestro lado, con vosotros.

 “Sonhar, sonho inmenso”, como canta el fado: contra el materialismo destructor del medio empleemos música, poesía y amor a la vida. Ellos harán que se ríen pero tendrán miedo a la palabra y al sonido.

 Y nosotros con esas armas helaremos sus sonrisas ignorantes.

 Y ese grito tan bonito que suene muy fuerte.

 ¡¡¡RIBADELOURO NON SE VENDE!!!

 Señores concejales de Tui, señores de la Zona Franca, señores bolsonaros (que de todo hay en la viña del Señor)…

 Permítannos ustedes hablarles del medio ambiente, del respeto a la vida y a invitarles claramente a cambiar de posición por sí mismos. Les pedimos que lo hagan claramente, sin el mínimo tapujo, sin ninguna trampa, sin ninguna necesidad de que las cosas vayan por malos derroteros.

 ¿Han sentido alguna vez que el viento les habla?

 Cuando en una suave brisa se envuelve un sentimiento que deriva en pensamiento y abre el corazón y revela un rasgo interior que teníamos oculto, entumecido, intimidado muchas veces y hasta adormecido…

 Ustedes también lo tienen. Escuchen al viento.

Tienen que sentirlo así en un bosque entre dos ríos porque se lo pide el planeta que habitamos, el agua que bebemos y el aire que respiramos.

 ¿Han estado alguna vez en Ribadelouro experimentando el placer de la calma, del medio ambiente, del olor de la tierra recién mojada, de los cantos musicales de cientos de pajarillos…?

 Vengan y verán qué belleza.

 ¿Han sentido alguna vez el feísmo del cemento en algunas naves y el asfalto continuo que roba árboles, hierbas, viñas que trepan sin ser plantadas por árboles, como si pensaran y supieran botánica, que esos alisos a los que se pegan, fijan el nitrógeno del aire?

 No, ya lo sabemos, ustedes son de otro mundo. De un mundo que destruyen porque no sienten que vivir es importante y que hombres y mujeres quieran ser naturaleza, les cuesta mucho trabajo entenderlo. Pero créannos merece la pena porque es vivir.

 ¿Han sentido alguna vez que los pensamientos y sueños tienen formas indescifrables? Sin embargo, algunos los sentimos como parte integral de la cotidianidad y todo lo que hay en ellos demandan nuestra atención.

 Hagan esfuerzos y entiendan los sueños de los demás. Con un poco de ganas hasta ustedes pueden soñar de formas descifrables o indescifrables. Pero piensen, recapaciten…

 ¿Han sentido alguna vez que alejarse del proyecto mal pensado es precisamente lo que les acerca a las personas y les hace humanos?

 ¿Han sentido que la vida no les alcanza para aprender tantas cosas que hacen a uno más feliz y entre esas lo más importante son los entornos que hacen habitables los pueblos?

 Si descubrieran todos estos sentimientos nos darían la razón en algo tan simple y hasta gritarían en todas las direcciones: AHÍ NO, AHÍ NO PODEMOS ROMPER EL VIENTO, EL SOL, LA LUNA, LA TIERRA, LA VIDA…

 ¿Por qué no se dan cuenta que observar la vida es mucho más importante que el dinero?

 Si quieren pueden hacerlo y decir ¡busquemos otro sitio! Y búsquenlo porque no se deben destruir los bosques ni las tierras, en ningún sitio, y menos donde la tierra que se puede cultivar es escasa.

 Únanse a los que queremos un Ribadelouro verde.

 Tui y Tampico, 18 de enero de 2023.

 Escrito elaborado conjuntamente por María Eugenia Rosas y Manuel Vázquez de la Cruz.

 Carta del piloto en dos guerras

 Querido amigo Manolo, como tu sabes cuando estuve una noche con Maru en el puente, Dalia había fallecido tiempo atrás después de haber contraído la enfermedad que oscurece la mente.

 A Maru le dije que había muerto hacía pocos días porque sentía un cierto remordimiento en no haber ido antes. Injustificado, ella se reiría de que una broma se convirtiera en cosa seria. Algunas veces te amargan cosas sin demasiado sentido. Y yo estaba muy amargado. Quizás porque pasaba otro mal momento. Otra vez la muerte me había herido de cerca.

EL MUNDO SALÍA DE UNA GUERRA ATROZ Y MI AMADA SE MORÍA

 Cuando estaba acabando la guerra me ofrecieron seguir en la Unión Soviética como profesor de vuelo en una academia de sus fuerzas aéreas pero yo solo deseaba ir a Argentina. Ella estaba allí y sus cartas eran mucho más espaciadas y cuando llegaban eran diferentes. Su letra era la misma pero su forma de expresarse era distinta.

 Al principio pensé que podía “haber otro” pero enseguida - la conocía muy bien -, me di cuenta que me lo hubiera dicho sin ningún tapujo. Ella era siempre la verdad y su padre le había enseñado a tenerla como forma de ser.

 En todo era clara.

 Me acordé de su madre y de su abuela. Corrí a hablar con un médico amigo y me dijo que de esa enfermedad no había evidencias de que se heredara pero en los días de la Victoria del Mundo contra el mal más siniestro y criminal, que está siempre ahí pero que nunca había salido con tanta malignidad, yo tenia una enorme tristeza. En el medio de millones de personas felices era infeliz.

 Dije adiós a la Unión Soviética. En un banco en pocos días me cambiaron los rublos por dólares, en aquel momento aún no había empezado la guerra fría y parecía que el mundo era mejor. En el medio de la ruina material y con enormes dificultades y bastantes mordidas, que casi acabaron con mis dólares (me daba cuenta que la realidad seguía siendo compleja) pude llegar a Argentina.

 Las noches y los días del viaje fueron de enorme inquietud y miedo. Los pánicos sufridos muchas veces en la carlinga del avión en la guerra no me habían hecho sufrir tanto como el que pasé yendo hacia ella y pensando en ella y que quizás hacía mas doloroso, la ignorancia de cómo podía estar. Incluso pensar en que quizás no llegaría a verla con vida.

 Cuando pude tener alguna noticia me hizo tener mas prisa y aquella postguerra, para mí victoriosa, se convirtió en un horror diario para poder a llegar a tiempo.

 Sociedades de Galicia era, y ojalá siga siendo, una organización de gallegos en Buenos Aires. Gracias a aquellos amigos y a sus cartas pude resistir y llegar. Nunca agradeceré bastante sus desvelos, su cariño, su atención a los que nos ayudaron a Dalia, a mi y a muchos mas. Y de ellos casi no se habla, ni se cuenta. Yo los conocía de antes y eran ya mayores, pero prestaban ayuda y daban consuelo. Se movían por Buenos Aires a la búsqueda de personas y por personas que los necesitaran. Tenían un boletín abierto en el que pude escribir quizás sobre 1976, cuando muchos necesitaban saber de exiliados y exiliados querían saber de sus familias, allí estaban ellos.

 Casi nadie conoce su labor ni siquiera su existencia. No es porque sea injusta la vida. Es que la hacen injusta los poderosos que oscurecieron a sociedades menos potentes económicamente y que nunca se vendieron a las dictaduras ibéricas. Los otros, sin nombrarlos, tienen el dinero, el poder mediático y el apoyo de los gobernantes (algo imposible para las personas como Dalia y yo).

 Desde el aeropuerto en un taxi - a cuyo conductor llegué a importunar demasiado con mis prisas -, llegué al hospital. Una enfermera tomó mi brazo y me dijo: “Venga conmigo. Yo sé a quién busca y quién lo espera”.

 Entré en su habitación. Estaba sentada mirando a la puerta por donde entraba pero su rostro, al verme, no se inmutó y siguió con la misma mirada que ya tenía perdida.

 Su cara era igual de hermosa pero no sonreía.

 La enfermera le dio un papel y le dijo "lee lo que has escrito para él. Y ella, como una autómata de mirada perdida, dificultosamente, sin el mínimo movimiento en su rostro con excepción de la boca, balbuceó leyendo:

 “Mi querido padre, hijo y amante, gracias por venir”. Fue precioso sentir lo que me dijo pero tan triste, tan tremendamente triste, como jamás había sentido aquella pesadumbre en todo mi ser. Creo que podía palparse físicamente el dolor de las palabras y la escena, incluso en el aire que nos rodeaba. Leyó lo que había escrito sin saber lo que decía ni a quien se lo decía.

 La enfermera con lágrimas en el rostro, entre sollozos, me contó:

 “Es la única enferma de ese maldito mal que se dio cuenta de lo que le iba pasar, Me pidió pluma y una cuartilla y escribió eso para usted. Dijo que en eso estaba todo su amor y sus historias. Que quería leérmelo ella aunque no entendiera en el momento lo que dijera pero que usted guardaría muy bien sus palabras y después de llorar por ellas, con el tiempo sería feliz al leerlas. Lo llevaría al antes y las haría suyas. Y si ella no pudiera leérselo por deterioro total, que lo hiciera yo. También que si ya hubiera muerto, guardara el escrito y se lo entregara cuando usted viniera porque estaba segura que de estar vivo lo haría”.

 Quise leérselas a Maru en el puente pero no fui capaz. Antes de marcharme corté el papel en pedacitos y los dejé caer poco, uno a uno, al río. Ese río que llaman Louro, dicen que por oro pero es porque en parte de sus orillas se cultivaba trigo. Y para nuestros antepasados el trigo valía más que ese metal que no se come. El oro en los ríos, fuentes o tierras que llevan su nombre es por el trigo, por el pan, por los pastos, por el comer,…

 “Muy poco tiempo después - prosiguió la enfermera -, su cara empezó a cambiar, sus ojos estaban siempre humedecidos y llegaron los olvidos. Todo fue muy rápido.

 Pero su mirada nunca dejó de estar fija en la puerta. Creo que lo esperaba”.

 Me metí en el baño, puse en marcha el grifo de la ducha y lloré mucho tiempo.

 Después me prometí que mientras tuviera un poco de aliento no me apartaría de su lado.

 Desgraciadamente solo fueron quince días pero durante ellos experimenté el enorme placer que se puede tener cuidando al ser que se ama. En este caso era mía, muy mía, la persona que marchaba, que se moría, que me dejaba sin nada.

 Cuando falleció yo estaba a su lado. No me conoció cuando llegué. Hacía años que no me veía, pero aquel día en que se moría, un momento antes, me sonrió y me dijo “au revoir”. Quedó mansamente dormida y dulcemente, unos minutos después, sin abrir los ojos, se fue para siempre. Quiero creer desde entonces que en el último momento me recordó porque el adiós en francés era habitual entre nosotros. Al principio un poco de broma que con el tiempo se convirtió en normal estuviéramos donde estuviéramos. Au revoir era nuestro único adiós.

 Cerré sus ojos, besé su frente, cubrí su cara y quedé en su estancia hasta que se la llevaron después de una sucesión de dolores en mi alma: poner su cadáver dentro de una humilde caja de madera, velarla yo solo toda la noche, ir con ella en el ataúd que la llevaba al crematorio y al día siguiente recoger sus cenizas y llevarlas al árbol elegido por ella cuando en su mente aún no había entrado el sin sentido.

 Las esparcí en el suelo, removí la tierra con mis manos y lloré. Cinco días después, tal como ella me había pedido, raspé el tronco muy poquito y, sin hacer daño ni siquiera con los labios, besé la vena por donde corría la sabia del árbol porque según dijo, allí estaba parte de ella caminando. Ella a esa parte del árbol le daba un nombre. Creo recordar que el túnel que está cubierto por el floema y el xilema, que son algo así como los tejidos de las venas que llevan la sabia hasta lo más alto

 Días después me enrolé en un mercante con bandera de conveniencia. También me hice espía para dibujar puertos militares. Otra vez la guerra. Ahora le llamaban fría.

 Más o menos dos años después, en la oscuridad de una noche de gran temporal, que me pareció precioso, entré en mi aldea sin ninguna luz en casas ni en caminos. Y solo, entre lluvias y vientos, nada, ni el agua empapando cabellos y el rostro, consiguió romper mi sonrisa que apareció cuando llegué al puente, a esa “Ponte de pedra romana, medieval da miña aldea e miña”. Todo lo que podía ver era mío, aunque fuera propiedad de otros. Me importaba un bledo esa circunstancia. Era mío, de mi niñez, mi adolescencia, de mis juegos, de mis deseos y de mi primer beso.

 Recorrí las viejos caminos, mis caminos, durante horas…

 Seguía siendo un fugitivo buscado. Un español renegado que se había hecho francés de Bretaña. Así, ya lo sabía, tenía mi ficha la Policía Social del régimen.

 Y sin embargo estaba en el lugar soñado, en la que a mí me parecía algo así como mi tierra prometida. 

Ningún comentario:

Publicar un comentario