CARTA ABIERTA AL SEÑOR FEIJÓO
Manuel Vázquez de la Cruz
Señor Feijóo, usted está haciendo con su oposición a no se sabe muy bien qué, porque a la oposición sólo se la entiende cuando dice no a una cosa y plantea algo diferente y usted sólo dice no y no. E insulta. Después tiene a Tellado para decir que hace biografías. Si hacen la de él y la de muchos de los suyos, y sacan a relucir a suegras, suegros y abuelos no se salva nadie. Ustedes son maestros en inventar chismes que manejan como argumentos. Es bien triste.
Conste claramente que no todos son iguales ni fuera ni en el parlamento donde ustedes son siempre los más deslenguados, insultadores y pateadores como los del gallinero en los antiguos teatros y parece que los españoles les pagamos para eso, como ellos cobraban de otros actores y empresarios.
También se nota que han pasado por una universidad a especializarse en el insulto, las mentiras, las medias verdades e inventos. Si no fuera así...¿por qué escogió como mano derecha a el señor Tellado, el hombre que dice que el suegro de una persona forma parte de su biografía? Dios nos libre del que escoge y del escogido.
Su discurso llega a los que se sienten portadores de valores eternos y de las mayores esencias patrias, y nosotros, todos los que creemos que la democracia es también el respeto al que no piensa como nosotros, nos sentimos acosados y los de mi edad tenemos miedo al porvenir de nuestros nietos porque usted está creando un modelo en el que todo vale, desde la mentira al invento infame. Y alguno de los suyos como el señor Hernando, parece que presume y sueña con ser el malo de la película o de su entorno. Ese sueño, además de infantil, da pena porque justo eso es lo que no debe ser la política.
Hacer política es utilizar la palabra y la razón, no el insulto y el intento de agresión física o la amenaza. Él ha hecho ya las dos cosas.
Mire usted, hombre de Dios, no sé si su amigo narco era ya narco o solo contrabandista de tabaco cuando usted lo conoció, pero de su dinero ilícito, solo o puede que también, además, ser generador de muchas muertes, se lucró durante años usted, fue a ver nieve y anduvo por la mar, la mar de contento.
Y eso, sólo eso, debería servir para que usted no fuera presidente del gobierno de España. Ni lo intentara.
La señora Muñoz, muy joseantoníana ella, puede que diga con tono de niña bien - no de niña de bien -, "(...) es que queremos mucho a España porque no nos gusta (...)". Otra imbecilidad fascista.
Y eso, sus viajes a la nieve con dinero de procedencia ilegal, señor, no se apaga con insultos a suegros o a consuegros.
Una persona normal, en su caso no aceptaría ningún cargo político. Y los que lo nombraron y sabían lo hicieron porque en su currículum tenían cosas peores que la transición no depuró como debiera. Isidoro era muy de los suyos. Ahora se nota del todo.
Y, ya ve, yo creo que peor que ese aprovechamiento de una amistad son sus gritos, su falta de estudio de los asuntos, su nulidad de propuestas, sus falsedades por ignorancia o a propósito.
Señor, muchos españoles lo siguen. Como muchos italianos siguieron a Mussolini y muchos alemanes a Hitler. Ellos lo consiguieron con los pocos medios de su época. Usted tiene muchos, y todos por lo que dicen, muy bien untados.
Usted está poniendo a los españoles una vez más en pie de guerra. Su ego, y su Tellado y su Muñoz, aparentan que son capaces de cualquier cosa.
La gente, alguna gente de usted, no quiero pensar que toda, quizás empiece a sentir ganas de esa cualquier cosa.
¿No siente usted una enorme tristeza por ser el sucesor a la fuerza de un hombre que se tuvo que ir por denunciar una corrupción?
Si no la siente, todo lo demás es lógico y buscado por usted y los de su calaña.
¿Por qué? Porque usted y los suyos no saben perder y ser razonables. No parecen demócratas porque quizás sólo se hicieron a la fuerza como Fraga Iribarne y quieren volver a prietas las filas y a su camisa de color claro, neto y proletario. Otra gilipollez más de aquellos que eran y quizás son los suyos, y jamás sintieron el sudor y el miedo a pasar hambre.
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