22 de set. de 2023

OPINIÓN

EL MAR, EL TRIGO, EL CENTENO Y EL PAN    


Contraportada y portada del libro Ribadelouro, Terra e auga e vida



Manuel Vázquez de la Cruz

 El horno lleva a la infancia, al olor a pan recién hecho y a la siembra del grano, a la nascencia, al ahijado, al encañado y a la mies con espigas muy caídas si la cosecha es buena y “erguéndose máis e máis se teñen pouco pan”.  Y también se había ido trabajando el alimento  en las noches de invierno con el frío que necesitan los cereales para dar grano.    

 Las tierras y los ríos que las recorren, incluso las fuentes que en ellas manan, si daban trigo, en Galicia se les ponía nombres de oro. Fonte do ouro, lugar do ouro, río do ouro...  

Ter pan para o ano era o enorme soño de pais e nais.  

 Después, antes de segar, cuando amanecía se escuchaban canciones hermosas guardadas en las memorias de las personas más sabias de las aldeas. Hace muchos años escuché una por primera vez en A Esculqueira, preto da raia seca e do Penedo dos Tres Reinos.  

¡Fue una hermosura aquel amanecer!  

 Pues es verdad que un  libro también sale del horno como de un enorme campo de trigo y que empezó a nacer, a ahijar, encañar y espigar mucho antes y también es un mar. 

 Hace años, todo tiempo pasado se ha convertido en un hace años, un amigo de la montaña me dijo que nunca había visto el mar. 

 Lo traje hasta Oia y llegué allí de noche para que nos amaneciera con todo el Océano enfrente. Hacía un mínimo de viento y apareció el mar poco a poco. Devagariño pero inmenso y hermoso.  

 Miré al amigo de la montaña. Estaba embelesado. “É como unha leira de pan moi grande”, murmuró. 

 Y yo vi miles de millones de espigas moviéndose y la imagen quedó como la canción da seitura para siempre en mi memoria. 

 Y ahora cuando veo la mar al amanecer me acuerdo de Roel Álvarez del que escribo en el libro “RIBADELOURO. TERRA E AUGA É VIDA”. Roel, mi amigo buhonero y sabio. Resistente y admirador de Mario de Langullo. 

 El libro que acaba de salir del horno de la Imprenta Gráficas Juvia, propiedad de Juan, hijo de mis amigos Perico e Isolina, y  donde trabaja Paco Cañedo, nieto de mi amigo el señor Ernesto Cañedo e hijo de mi también amigo Nesto.  

 El libro nacido hace un nadiña, también huele a pan recién salido del horno. Ojalá sirva también un nadiña para conservar la tierra, el agua y por tanto la vida.  

 Desde su alto cargo en la ONU, António Guterres, un portugués y secretario general de ese organismo exclamó:   

 ¡Estamos entrando en el infierno!   

 Me pareció que con impotencia. Desde mí consciente pequeñez para eso, para gritar lo mismo, quise que sirviera el libro cuando lo iba escribiendo. 

 Y también por la memoria de los que considero míos. Un pueblo sin memoria jamás cantará a la siega, ni amará a la vida y en su seno siempre puede aparecer un genocida. Como Hitler, Mussolini o Franco y su tropa. Gritando ¡Viva la muerte!, y matando.   

 Si yo y muchos que me leen hubieran vivido, en aquel momento, con la mismas sinrazones y con el mismo odio nos hubieran asesinado como hicieron con ellos. Esto siempre me lo decía Alberto Curiña, un hombre bueno y que fue un gran médico en Argentina.  

 Amaba nuestro idioma, el gallego, y no entendía que en el Parlamento y en el Senado de España, que en teoría decía estaban los representantes de todos los pueblos e idiomas del Estado, se hablara solo uno. Lo consideraba una falta de respeto a la más importante obra hecha en conjunto por las personas que conformaron a los largo de siglos los diferentes idiomas. La mayor obra de arte de cada lugar, sentenciaba.  

 Estos días lo recordé mucho.

 Algunas víctimas del sectarismo fascista son muy amigos míos y, aunque no los conocí, están en mi sentimiento. Todos son los míos. Uno es el amigo de mi conciencia. Era de Arenas de San Pedro. Lo que escribí de él en Nós Diario esta íntegro en el libro. Lo merece con creces, aunque no lo sepa nunca y haya sido asesinado antes de que yo naciera.  

 Otros escriben conmigo. No soy capaz de no dispersarme habiendo tantas personas a las que querer, agradecer y sentirlas parte de mí. Otras, como Amalia Rodrigues cantando aquel fado Eu sei, meu amor...,fueron durante tantos años porción de mi vida. O mi vida. 

 Gracias Infogauda, gracias Ricardo Rodríguez, porque sin vosotros no se hubiera escrito.   

 Gracias también a Benigno Rey Sarmiento, a Maite Ugalde, a mi hermana Marita, a Xoa Francés...  

 Y a mi querida bruja de la montaña, la que se mueve para fardar en silla de ruedas autopropulsada con intermitentes, y los camioneros la respetan mucho por si acaso (el miedo es libre) pero sigue teniendo el palo de la escoba porque dice que le da mucha felicidad.  

 Josiño, amigo de los dos, nunca consigue saber de que madera es el palo. Algo raro ten, dice.  

 Espero que aumente, tal y como me prometió, si escribía de ella, mi esperanza de vida al menos hasta el año que viene para que amigas y amigos volvamos a nuestra República del Restaurante Val de Poldros, allá en lo más alto de la antigua diócesis de Tui.

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