Sonrisa y complicidad son señales preciosas de paz
Manuel Vázquez de la Cruz
Yo también me reí y me sentí feliz cuando pensé que entre dos trincheras de odio, dos personas, que tenían que sentirlo, se estaban arrastrando pacíficamente mientras sonaba una flauta.
El que tocaba la flauta se llamaba Ferrer.
En las personas buenas las sonrisas son buenas y comunican bondad.
Durante muchos años los nombres de Ferrer, Libertad, Armonía, Aurora, Floreal,…, anduvieron caminando entre nosotros, casi sin darnos cuenta del porqué de nombres tan hermosos.
Sus padres se llamaban Domingo y Juliana. Él de Caldelas y ella de Galleguillos de Campos, en la comarca en que el terreno labrado se hace cielo y el cielo se hace un inmenso campo de trigo.
Mi progenitor y yo lo atravesamos muchas veces. Nos gustaban los cereales arrancando del suelo, ahijando, encañando y espigando al final, luciendo sus espigas maduras y cayendo con el peso del grano hacia un lado. Como los dos éramos de campo calculábamos la producción por ha. Nunca supimos quien había acertado pero los viajes parecían más cortos.
-Papá, me gustaría ser de este sitio y mulero.
-Y también pastor trashumante. A mí me pasó lo mismo. Sigue soñando hijo, sigue soñando…
Yo nunca dejé de ser campesino y feliz en los trigales. A él se lo debo.
“Hoy en esta tarde gris en memoria de mi padre Manuel Vázquez González, factor de ferrocarriles, generoso y bueno. Emprendedor de todo lo que creía honrado. Capaz de aconsejar y decir en el medio de aquel miedo: “Este régimen es ilegal”, lo recuerdo.
Amaba a los niños pero el “perro feo de dientes verdes” nos lo llevó a los sesenta y dos años.
Sus nietos no tuvieron al que hubiera sido el mejor abuelo.
Mi padre, te estamos muy agradecidos. Y te llamo mi padre como tu llamabas al tuyo. Y me parece bonito decirlo así".
VOLVER CON LOS LEALES Y BUSCARLA
El seguía tocando su flauta. Y los dos arrastrándonos. Vimos como el paracaídas era llevado por un viento repentino hacia la zona rebelde y más al norte. Ferrer, aún no sabía su nombre, dejó de tocar un momento y me dijo:
- Qué bien ese viento.
- Es una térmica, le dije.
Siguió tocando pero me miró como llamándome idiota. Realmente en aquellas condiciones hacer ese comentario podría parecer eso pero yo sabía que aquella subida de aire caliente si cogía todo el trapo lo volvería a elevar y lo arrastraría después a otro lado y a ese otro lado irían a buscarme a mí. Bendita térmica y bendito viento porque así fue.
Él y yo conseguimos llegar al zulo de alambrista, la morada de Ferrer. Era mínimo, pero mi salvador, muy listo, había hecho un túnel muy bien armado. Me lo señaló abriendo la pequeña puerta de piedra con un hierro muy pequeño. Pero seguía tocando. En aquel momento con ritmo de muiñeira. Me emocioné.
Después paró. Cesó la música.
- Hola, me llamo Ferrer, estoy aquí a la fuerza. Defendí la República en A Volta da Moura. Estuve prisionero en el Seminario de Tui, con mi padre en la misma condición. A él lo sacó un Méndez Núñez junto con otros y los asesinaron en el Alto do Confurco. A mí me desterraron a Lalín y después me mandaron aquí, a este sitio donde casi es más fácil morir que en un fusilamiento.
- De eso puedes estar seguro, antes me suicidaría.
- Carallo con el chaval, dijo, aunque parecía de mi edad.
- Mi padre y yo somos herreros y por eso he podido hacer todo este refugio. Él enseñó las notas musicales antes que las letras a todos los hijos. Todos tocamos algún instrumento. Yo antes de la hora de tu descuelgue siempre toco las mismas canciones y después también. Por eso no he parado de hacer sonar la flauta. Fue como decir que aquí no pasaba nada.
En ese momento sonaron unos disparos lejanos. Después uno solo.
- Acaban de matarte cumpliendo las normas establecidas. Llevarán al jefe el paracaídas y a ti te comerán los cuervos y los buitres. No llevabas documentación y te resististe.
No están para andar toda la noche buscándote y puede haber alguien de vuestra zona y morir en combate por culpa de un piloto que se tiró en paracaídas,
E inmediatamente me preguntó si conocía las estrellas. Le dije que era piloto.
- Segunda metedura de pata. La primera fue la de la térmica. ¡Qué bien nos vino!
Me enseñó una estrella y me dijo que a las cinco de la mañana fuera cinco minutos hacia ella arrastrándome. Después hiciera lo mismo hacia la otra. Encontraría una alambrada cortada haciendo túnel y desde dentro gritara que era el piloto caído. Que lo gritara en español y francés porque en esa zona había algún voluntario de ese país. Que diera mi número si me lo preguntaban.
¿Sabes francés?
- Soy francés.
- Claro, por eso conoces tan bien Tui y A Volta da Moura.
A las cinco de la mañana, después de darnos un inmenso abrazo, por el camino que marcaban dos estrellas volví con los míos.
Fui muy bien recibido. Uno de los jefes de la Inteligencia Republicana me llamó y me dio una orden diciéndome: "Quede claro que es una orden la de que no debes decir a nadie como conseguiste volver. La cumplí, Manolo, hasta que recibas esta carta.
Supe que mi protector no quiso escapar nunca por lo que le podían hacer a su familia.
Al terminar la guerra no resistió el exilio interior y volvió a su Argentina natal donde había nacido, porque su padre y su madre eran emigrantes en aquel país de acogida.
A mí, mis superiores entendieron que debía volver a Francia porque psicológicamente debería recuperarme.
Y durante un tiempo volvimos a estar juntos, a verla pintar las hojas de los árboles y a esperarla en la puerta de la academia donde daba clases.
En septiembre de 1939 el padre le exigió que se fuera a Argentina y en el mismo puerto yo me embarqué en un mercante que atracaría en un puerto de la Unión Soviética. Poco después entré como piloto de sus fuerzas aéreas, después de un curso en Siberia.
Dalia en la Argentina, mientras trabajaba de profesora de botánica y francés, esperó a su padre del que no se volvió a saber nada porque don Manuel, el maestro, lo fue hasta al final de sus días. Se quedó en Francia para defender la libertad frente al fascismo de siempre, ese que aguarda la orden de salir de lo más oscuro de la historia.
También me esperaba a mi. Yo defendía lo mismo en el inmenso pueblo de la Unión Soviética. Otra vez era piloto y otra vez pude ver el alabeo de adiós y supe que el que lo hacía le llamaban en ruso Blondinka, que era su apellido en español.
Y un hombre muy de Tui.
El heroísmo del pueblo en la guerra patria rusa fue en conjunto e individualmente inmenso. Las batallas de Moscú y Leningrado salvaron al mundo del nazismo. Millones de muertos no combatientes y también combatientes ganaron la guerra.
En el aire las fuerzas de las “brujas de la noche” que en aviones de madera aterrorizaban a los hitlerianos, fueron heroínas de la humanidad.
Aquellos soldados que salían en masa contra el invasor nazi, que se decía de una raza superior, corrieron acojonados hasta Berlín.
Y rodeando Leningrando para que niños y niñas, ancianos y ancianas, murieran de hambre, estaban españoles de mal vivir algunos, vagos y maleantes otros. Y a lo mejor en aquella división que denominaban azul había alguno que no sabía lo que hacía. Matar niños de hambre era muy propio del general que mandaba en España. Me acuerdo, Manolo, cuando me dijiste a bordo del SAC Tarragona que de los de tu barrio de San Bartolomé no deberían olvidar nunca a los niños que iban al Auxilio Social y murieron muy jóvenes. Ni a los bebés en cajitas blancas.
Me acuerdo cómo me contabas que habías oído a tu padre, después de ver aquellas penalidades de 1943, cuando dijo al comienzo del año siguiente: “En 1944 non vai quedar nen can nen gato”.
Aquel día a bordo de aquel barco yo hubiera deseado bajarme contigo pero en el muelle alguien nos veía a los dos.
Por eso solo te dije au revoir. Y tú, como te me pareciste a tu abuelo, contestaste con good by.
Hice la guerra. Copié del piloto de Tui que le decía adiós a los enemigos que se tiraban en paracaídas con un alabeo y cuando vencimos a los enemigos de la humanidad pensé en quedarme en la Unión Soviética, pero…
Mi hombre más admirado será siempre el señor Blondinka.
Nota del autor:
Espero que algún día alguien diga su nombre en español y se le rinda un homenaje.

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