CARTA DESDE LA ARGENTINA
Estimados Sres. de Levada Libre:
Mi nombre es Javier Joaquín Alonso Molto nacido en Argentina el 20 de enero de 1959, y ayer tuve la suerte y el honor de poder visitar el monumento que hicieron en homenaje a la memoria de las víctimas del franquismo.
Soy nieto de don Joaquín Alonso Granados, asesinado por fusilamiento el 16 de Agosto de 1936, y soy hijo de don Manuel Alonso Santolalla, asesinado en Argentina el 24 de Octubre de 1981 y de Adriana Molto Pozo, asesinada también en la Argentina el 12 de abril de 1977 por los militares golpistas de aquel país.
Mi abuela Carmen Santolalla Iglesias, luego del asesinato de mi abuelo Joaquín, escapó con mi padre Manuel, de 5 años y mi tío Joaquín, de 7 años, dejando en Galicia una hija mujer de 9, al cuidado de los tíos Arturo Iglesias y Fernanda Palacios, rumbo al Pais Vasco, fiel al Gobierno de la República, donde después sufrieron, por estar en aquella localidad, el bombardeo de Guernica.
En 1937, con Euzkadi cercado y después tomado por los franquistas, tuvieron que dejar España y se embarcaron en un carguero inglés que los llevó hasta el puerto de La Pallise, Francia.
Mi abuela llegó hasta Corbigny con mi padre herido en un brazo que estaba gangrenándose por una esquirla de bomba que le impactó en Guernica. Estuvo cuatro meses internado en el Hospital de Nevers.
Al poco tiempo, al inicio de la segunda guerra mundial, el 19 de Octubre de 1939, mi abuela e hijos emigraron a Argentina en el buque Massilia. El 5 de Noviembre de 1939 llegaron a Buenos Aires y no fueron aceptados y por lo desde allí tuvieron que irse a Chile.
Mi abuela Carmen era amiga de Josefina Osorio, hija de don Ángel Osorio y Gallardo, que era embajador español en Argentina, y fue ella quien ayudó a mi abuela, junto a sus hijos menores, a ingresar legalmente en Argentina el 18 de Enero de 1940, donde desarrollaron su vida.
Podría contar aquí la historia completa de ellos durante esa época, pero este correo sería muy extenso. Quedo a disposición a poder contarles si lo desean, todo lo relacionado sobre mi abuela Carmiña y sobre mis padres y tíos.
Después de unas horas de haber visitado tan lindo monumento y recuperado de tan fuerte y emotivo día, quiero agradecerles lo que han hecho, el homenaje a la memoria de mi abuelo Joaquín, y quedo a vuestra disposición, por cualquier información o comentario adicional que pueda surgir.
Atentos saludos.
Javier Joaquín Alonso y Molto
A este escrito contesté:
Soy Manuel Vázquez de la Cruz y hoy me han pasado tu correo. Quiero decirte que estoy muy emocionado y que lo que cuentas duele en el alma.
Yo nací en Porriño.
Y de verdad, amigo, estoy tan emocionado con tu carta que me siento casi incapaz de escribir más. Lo haré por ti y por tus abuelos, para simplemente decirte que lo que nos escribes paga con muchas creces el esfuerzo que hemos hecho las personas de Levada Libre.
Esa noche, la noche que los asesinaron, mi abuela Angustias lloró y rezó por ellos de rodillas en un largo pasillo. Durante muchos años, mi madre, porriñesa, en mi casa de San Bartolomé (Tui) contó las trágicas historias de todos sus conocidos de O Porriño.
Y en una habitación estuvieron días los restos de nuestro amigo asesinado Pepe Francés. Sus familiares y nuestra familia estamos en el barco de la amistad y el recuerdo.
Raúl Francés es como un hermano más de los cuatro Vázquez de la Cruz.
Teresita de ese apellido, mi madre, violinista, quiero creer que tocó muchas veces el violín en recuerdo de todos ellos.
Una de sus canciones favoritas era A noite que saían da Patria miña y siempre pensé que la había convertido en su propio himno de la Memoria y de todos los asesinados en su villa natal.
Un abrazo, amigo. Un emocionado abrazo.
EL CAMINO DE SANTIAGO VERDADERO GUARDA MUCHAS HISTORIAS (III)
A Elena Rodríguez Carrera, por siempre está en la memoria
Manuel Vázquez de la Cruz
Manolo, con las cosas que me contaba nuestro amigo, la noche parecía que se iba a hacer eterna. Y yo a cada minuto lo deseaba mas. Me gustó más que nunca su sonrisa cuando me explico la historia del “Sabido”.
Después supe que era un personaje en las aldeas, que opinaba de todo, y para los aldeanos una figura muy respetada. También que, como en todas las “profesiones”, los había muy buenos y muy malos.
En este caso intentó ser malo pero había un cura bueno que lo impidió.
María Eugenia Rosas.
Mi amigo de larga melena, preciosa sonrisa y ojos verdes habla muy rápido porque se tiene que marchar cuando el sol empiece a hacer la Aurora de un nuevo día.,
No es ahora tan literal el relato.
En este tramo de la noche me explicó cosas de su aldea.
En la aldea a todos los José les llamaban Pepiño pero a él, como era muy listo, Pepa, de la que decían que era bruja, dijo que ella sintió su lloro cuando estaba en el vientre de la madre y que esos niños que se hacían oír antes de nacer eran siempre unas eminencias, le decían Pepito. Y por orden de Pepa que también marcaba conductas, le hablaban solo en castellano para facilitarle el porvenir esplendoroso que le esperaba.
Efectivamente el chaval era espabilado, tanto que según decían los entendidos hablaba un castellano perfecto a pesar de que todos a su alrededor lo hablaban fatal o no sabían hablarlo.
Era también un vago tremendo. Pepa dijo un día que las eminencias estaban para pensar. El Sabido de la aldea que le tenía mucha manía y lo veía como un competidor, decía siempre que a lo mejor era mejor para él ser vago que listo. Pepa repetía una y otra vez lo de eminencia. Aquella palabra no era nada de la aldea por lo que Pepa tuvo que explicar que suponía tener una inmensa inteligencia. Y la palabra se hizo común y durante un tiempo niños y niñas se insultaban llamándose eminencia.
Mira, le decía el Sabido a su mujer, si es muy trabajador, por listo que sea, va tener que trabajar toda su vida, si es vago va vivir como le apetece.
Ella contestaba siempre "pero…, Pepito puede llegar a ser algo importante y así…"
Así, un día su marido la interrumpió en mala hora, va pasárselo como Dios con su cabra y sus campitos. Los campitos le servirán para que otro, más bien otra, que es un lince con las chicas, se los labre y los cuide, y el pastando la cabra de la cuerda, y contándole a todo el que pase mil historias inventadas, será más feliz que yo.
Ese día, el día que El Sabido dijo eso, se acabó la discusión para siempre. La mujer esa noche se mudó de habitación y cuando su marido, que era sexualmente muy frenético, llamaba a su puerta ella le decía que comprara una cabra.
Andando el tiempo él la amenazó con echarse una querida. Ella le contestó que lo hiciera que ya le diría ella, a la susodicha, que a él le gustaban las cabras y que por vía sexual también se transmitía la fiebre de Malta.
El Sabido quedó atemorizado porque en la aldea ella era una persona muy querida, de gran predicamento y todos creerían aquella barbaridad. Y así estuvo mucho tiempo solo una habitación pequeña y sin ventanas porque su mujer, que era la dueña de la casa en la que vivían, recuperó la habitación conyugal al día siguiente de la discusión y lo mandó a la peor de la casa, interior y el tenía claustrofobia…, y ella lo sabía.
Y allí en la catacumba pasó meses.
Miles de cartas y de recados por personas conocidas no le sirvieron de nada. El odiaba a Pepito pero no le quedó más remedio que pedírselo. “Por tu culpa puedo hasta morir”. Pepito, que era muy chulo le dijo que moriría de hambre porque era un vago y vivía a cuenta de una mujer. El otro aguantó estoicamente aquel insulto que en la aldea era gravísimo. Pero Pepito supo con toda certeza que si aquel hombre pudiera haría cualquier cosa contra él.
Aunque habló con ella y le pidió que no hiciera sufrir más a aquel hombre. Le llevó mucho tiempo convencerla, pero al final El Sabido pudo salir de la catacumba pero desconfió siempre de la tardanza en que pudo pasar cualquier otra cosa.
Sonrió el viejo con enorme satisfacción, que hacía aún más hermoso su rostro, y dijo con enorme satisfacción que él también lo creía así. A pesar del miedo que tenía a que llegara la aurora estuvo mucho tiempo riéndose en silencio. “Manolo, yo lo acompañé en su gozo. Y sigo sintiendo el mismo gozo al contarlo”.
Pepito era muy de izquierdas pero nada activista porque le podía la vagancia. Se decía que hasta mandar le costaba trabajo pero le gustaba tanto que lo hacía, aunque se quejaba a la madre “mamá si no fuera por mí estos no iban a ningún lado, cualquier día los mando al carajo”. Nunca decía carallo.
Cuando en el 17 de julio de 1936 la parte del ejército fascista de España se rebeló contra la democracia, Pepito le dijo a su madre que no nos iban dejar ni a uno vivo. Esta gente “non ten alma nen sentimentos”. La madre quedó muy asustada pero sobre todo asombrada de que su hijo hablara en gallego y un gallego tan “perfecto”.
En la mañana del 18 llegaron varios hombres y una mujer a hablar con Pepito. Él a la mujer no la quería demasiado porque cuando le dijo que ella le gustaba mucho a su madre (su técnica preferida de conquista) ella le contestó “que se lo dijera a la pata que lo meneó”. El que decían que era padre de Pepito estaba felizmente casado en una aldea vecina. Aunque alguna aseguraba que la historia era otra.
Venían todos con escopetas de caza. Algunas de un caño solo.
Pepito les dijo ¿acaso se ha abierto la veda? No, hombre, no, venimos por la sublevación fascista, para pararla. Eran muy buena gente, como se dice ahora.
Él soltó entonces - esto sí pudo orgullosamente contármelo -, un enorme discurso. Les explicó que aquellas armas no tenían ningún valor frente a los fusiles o cañones de los sublevados y que lo mejor era esconderse. Esperar. Saber qué pasaba con la guardia civil de Tui. Llevar alimentos al monte por si tenían que esconderse. Cuando ellos le dijeron que los carabineros estaban con ellos él les contestó que ya lo sabia pero que cada carabinero tenía sólo doce balas y que ningún ejército del mundo se paraba con esas pocas balas y escopetas decrépitas con cartuchos de mostacilla cargados por unos “burriños” como ellos. Y le preguntó a la mujer con un cierto desprecio si sabía disparar. Ella le puso la escopeta al pecho y le dijo “¿quieres que apriete el gatillo?”. El quiso reír pero, era muy listo (eso dijo después), miró a los ojos de Cheliño, y se dijo “o callo como una puta, joder, o esta me mata”.
Años años después Cheliño me dijo que el arma estaba descargada. Maru, no sabes lo que sentí no poder decírselo.
Siguió con el discurso y les aconsejó que fueran a ver al cura, sin escopeta eh. Y que llevaran alimentos al monte, a la cueva que ya conocían, la acondicionaran mucho más y que esperaran a saber cómo se desarrollaban los acontecimientos. Acabó con la recomendación de ojo avizor y a la mínima a la cueva.
Le hicieron caso. Cuando los fascistas entraron en la aldea y preguntaron al cura qué elementos peligrosos había allí, don Manuel, casi informó que en la aldea todos eran de comunión diaria. Los falangistas no lo creyeron pero después de tomar en la bodega muchos vasos de vino normal y de misa no volvieron a pasar por allí en pandilla. Nombraron, eso sí, dos para la guardia cívica, muy cercanos a ellos en casi todo (religión, clasismo de señoritos sin saberlo y paletos refinados, que es el paletismo único, verdadero y patético) pero exentos de la parafernalia fascista del brazo en alto y por el imperio hacia Dios. Esas cosas en las aldeas no tenían demasiado éxito. El cura los llamó y, según Pepito, les dijo que tuvieran cuidado que sabia todos sus pecados. Fueron muy buenos con todos los rojos, incluso con cariñosos ofrecimientos, a alguno le dijeron: mira que si necesitas algo (después cuando vino la democracia contaba sin parar aquel ofrecimiento), no dijeron nada que Pepito había desaparecido ni que Cheliño estaba de empleada del cura.
Algún falangista apareció por allí pero ella pasaba todas las noches y los días de miedo, cuando en la aldea aparecía alguien extraño, entre dos paredes de piedra, emparedada. Solo un rojo de la aldea se fue a Vigo en el coche de línea y no se volvió a ver más. Alguien dijo que su cuerpo apareció acribillado a balazos en Cangas.
Aquel cura, del que decían que era masón, poco piadoso y muy poco cumplidor del celibato obligatorio, libró a nuestra aldea de asesinatos.
Pero no del horror de escuchar días y noches los disparos, las descargas, de asesinos que mataban hombres porque pensaban diferente. Y cientos de personas lloraron noches y noches, también días, por personas que no conocían.
Muy cerca de aquí, María Eugenia, se manifestaba el terror muy crudamente. También en toda España. Como aquí, pero aquí, mi niña, no hubo guerra.
Don Manuel le dijo a Cheliño que donde habían sido los fascistas más crueles fue donde no hubo guerra. En el frente de aquella cruel guerra de nazi-fascistas al servicio de los más ricos, de los explotadores y de los antidemócratas se corría más peligro. Para eso tenían a los moros (en una guerra que llamaban cruzada), a los legionarios extranjeros, a los italianos de Mussolini, a los alemanes de Hitler, a los requetés con una imagen del Sagrado Corazón que llamaban detente bala…, a los pobrecitos españoles de las quintas que su constituido estado fascista llamó a filas. Uno de ellos me salvó la vida.
Contra la legalidad y legitimidad son los que estuvieron en el frente todos los nombrados.
Y los asesinos de la retaguardia que en el frente tenían miedo. Por eso los peores, los asesinos sin piedad, del lumpem, al servicio de alguno de noble cuna, “combatieron” en la retaguardia, matando, violando, robando, buscando vivir bien y labrarse un buen futuro cometiendo todos los atentados y maldades posibles contra las personas de bien. Eso, que alguno de ellos presumían de serlo y eran de comunión diaria a pesar de mandar matar a quien le tuviera la mínima manía o de pensar diferente o serlo.
La camioneta roja del de noble cuna fue terrible en sus asesinatos diarios en nuestra comarca. Sin silenciador en el escape para infundir miedo, borrachos casi siempre, sacaban las víctimas de sus casas delante de sus hijos y mujeres o mujeres delante sus maridos. No había guerra pero sembraron de cadáveres nuestra tierra.
Así fue y así se lo explicó el cura masón a Cheliño y ella me lo contó a mí.
De ella, de Pepito, que desapareció durante muchos años porque la sombra del Sabido no podía ocultarla ni don Manuel, y de mí, si quieres hablamos después. Y al final volveremos a la mujer con nombre de flor y yo. A lo mejor también te digo mi nombre.
"Manolo, acabó, antes de irse para volver, diciéndome con un ‘así seguiremos intimando. Pero dentro de un rato que ahora tengo una necesidad que los viejos resistimos mal’.
Te seguiré contando".
UN POEMA DE UN AMIGO
Cada trinta de outubro
Tódolos anos,
Cando o río enmudece,
Cando as árbores encollen as pólas,
Cando a néboa tíñese de negro,
Resoan os lóstregos dos Mausers,
O estoupido chega a casa do Rollo
E métese polas rúas desertas.
Cada trinta de outubro,
Cada trinta de outubro.
Rómpense os corazons.
E sangra a terra.
Javier Álvarez-Blázquez.
El autor me honra con su amistad y yo sigo admirando a aquella persona buena que fue su padre don Álvaro, hijo de don Darío.
Javier sabe que como el día que mataron a su abuelo fueron muchos y hubo miles de días de horror y los silencios duraron años. Después con miedo y mentiras gobelianas crearon generaciones sin memoria o con falsedades en la memoria.
Días atrás lo hemos visto.
Cuando los enseñados para odiar alzaron sus voces y gritaron vivas a asesinos que pedían violaciones a mujeres.
Queipo de Llano era todo lo contrario a Jesús de Nazaret pero de ellos, de su cruzada.
Yo hoy recuerdo quizás con más fuerza que nunca a Evangelina Jaso, la mujer que dejó una hija sin madre ni padre porque antes habían asesinado al marido. El señor Feijóo quiere que los mayores asesinos sean venerados en una iglesia y por la Iglesia Católica. Quizás piensa que en aquel maldito año, ministros de Jesús de Nazaret señalaron a quien matar y en algunos casos tomaron parte aún más activa en aquel holocausto.
El expresidente de Galicia dice “dejad a los muertos en paz”. No sabrá que ellos ya están muy en paz y que son los vivos normales los que no tienen paz con muertos en las cunetas y asesinos semisantificados en las iglesias.
¿Volverían a hacer lo mismo? Por lo menos aún no han pedido perdón ni han hecho propósito de enmienda.
Allí, en el sitio donde asesinaban en Tui y en A Volta da Moura, Levada Libre plantó olivos de paz y memoria.
RIBADELOURO VERDE NO SE VENDE Y QUIERE MARCAR UN EJEMPLO A SEGUIR PARA QUE SIEMPRE SIGA HABIENDO PRIMAVERAS.
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