23 de ago. de 2022

OPINIÓN

Me escribe un amigo de cuando éramos jóvenes y divino tesoro. Vive al otro lado del Atlántico pero su pensamiento está en cruces de piedra de este lado. Y en unos ojos verdes. Yo solo traduzco.


"NON CONTES O QUE CHE PEDÍN HASTA QUE CUMPLAS CO ENCARGO"


Manuel Vázquez de la Cruz

 Donde mi aldea empieza hay un puente y una lápida con un letrero explicando que allí enfermó de muerte San Pedro González Telmo y que le roguemos a este santo para que intervenga ante Dios por nosotros en nuestro beneficio. Parece que en el otro mundo también se necesitan recomendaciones, por lo menos si el santo anduvo por Galicia, que es tierra de influencias. Donde casi termina hay un calvario románico con crucificados agonizando. De día para los niños era un lugar de juego y de noche durante un tiempo dos chicas y dos chicos se encontraban cuando podían burlar las vigilancias familiares a las 0:00 horas y allí entre cruces de piedra, casi carcomidas, con lo que los crucificados aparecen con más sufrimiento, se contaban cosas, se deseaban (sin decirlo demasiado que los tiempos eran como eran), y soñaban qué desearían ser y cómo desearían amar. Era muy aplicable el dicho de “juventud divino tesoro”.

 Lo de las 0:00 horas se debían a un profesor nada común y que marcó nuestras vidas. Nunca entiendo, exclamaba a veces sin venir a cuento, porque dicen las doce y no la hora cero. Era un personaje muy extraño. Definía el radio, el elemento químico, como el más revolucionario. Aquella definición nos hacía mucha gracia y nos gustaba. Muchas veces era nuestro dicho preferido y que explicaba todo, incluso lo que no se quería explicar. Por ejemplo, “esa chica no quiso nada conmigo”. “Ya sabes que el radio es el elemento mas revolucionario”. Y de esa forma se hacía frente al desdén y otros muchos sinsabores.

 Manolo, qué tiempos aquellos que hasta una definición nos consolaba.

 Estoy enfermo, ya sé que lo sabes. Me llegan tus escritos y me ayudan. Mis amigos, entre ellos un buen médico, me dice que pronto estaré bien. Mi prima, la que vive conmigo y nos cuidamos, y que como sabes tiene una demencia senil muy avanzada, me dijo el otro día “primo vai poñendo as cousas en orde porque quédache pouco”.

 Me sentí el rey desnudo, de Andersen, y a ella le adjudiqué el papel de niño. Y es verdad se ha vuelto niña y dice lo que ve. Nos reímos juntos durante mucho tiempo. Mi prima no se dio cuenta de que me había ayudado mucho. Como siempre, volví al Calvario. A nuestro calvario y a la niña-adolescente de trenzas y ojos verdes.

 Fue, es y será mi amiga. Tengo más, claro, pero ella es mi amiga del Calvario de mi aldea y los crucificados guardarán el secreto de nuestro beso. Tampoco dirán nada del rayo que partió un pino y lo hizo arder en aquellas llamas de múltiples colores. Ella tuvo miedo y yo la abracé. Deseé que cayeran del cielo cientos de rayos sobre cientos de pinos durante cientos de años. Juventud divino tesoro, otra vez.

 Un día se lo conté confidencialmente a una persona normal (mayor que yo y con fama de sabio en estos asuntos. Ya sabes, aquel del que decía tu abuela que nos enseñaba demasiado), explicándole que tenía una amiga a la que le alumbraban los ojos en la noche y en el día por mucho que resplandeciera el sol, me dijo que cualquiera que creyera eso no estaba en su sano juicio. Las personas normales no soportan los sueños y sin sueños todos somos nada. Sentí pena y miedo. Después, entre lloros y preocupado porque aquello del sano juicio, que me asustaba que fuera cierto y me infundía dudas sobre mí mismo, se lo dije a otra mujer, la que era mayor que nosotros pero siempre nos sonreía, eso hizo y me pidió que me sentara en un pequeño sillón rojo que había en la esquina de la habitación en la que estábamos (estoy maravillado de cómo recuerdo nítidamente la imagen), abrió un armario enorme, sacó el violín de su interior, lo afinó en silencio, me sonrió y empezó a tocar. Yo la escuchaba y la veía en persona y en el espejo del mueble. Estaba muy guapa en las dos imágenes.

 Era su pieza favorita. Una música portuguesa cuyo título no quiso decir nunca. Creo que no le importó al principio no saberlo y más tarde prefirió ignorarlo o no decirlo.

 Al terminar me miró con mucha ternura, en una mirada que no le había notado nunca y me sentí muy amado. Fue una felicidad que guardé para siempre.

 Le pregunté, ¿por qué has tocado el violín para mí?”. “Porque es muy bonito lo que cuentas y esta canción es tuya y mía para siempre”, contestó. Por un momento pensé, y me dio la impresión, de que iba a decirme el misterioso título, pero no.

 Pero sí me pasaron las preocupaciones y las penas. Sentí alegría, tranquilidad y alivio. Ella, la persona que sonreía, me conocía y tocaba el violín, me tenía por un niño de juicio sano.

 Sucedió todo en mi aldea cuando tenía un río limpio, cantaban los ejes de los carros y por el sonido conocíamos a los propietarios. El río Febres movía una rueda que hacía funcionar una fábrica y las de múltiples molinos, se sembraba maíz, centeno y patatas, cebollas,…No era muy buena la vida pero se vivía. Por cierto recuerdas que a las cebollas se las regaba con un palo largo y un cacharro en la punta. Lo mismo hacen los indígenas de la tierra donde yo trabajé de cooperante.

 Todo empezó a cambiar un día. Quizás fue necesario y fácil empezar. Parece que no se supo parar ni gestionar la industrialización, su ubicación, sus contaminaciones y, lo peor, es que se quiere seguir ahora en las mismas. No les importa conservar los paisajes, ni la armonía entre industria, el medio ambiente y la necesidad de tener agricultura. Si crecemos industrialmente sin parar y sin tener en cuenta a la humanidad y su planeta vendrá una primavera en la que será imposible volver atrás. Entonces será el fin del film. Será, Manolo, el fin de todos los calvarios donde jugaban los niños y ejercían de jóvenes los adolescentes. Será tal el fin que ni siquiera un rayo pueda sacar colores preciosos de un árbol porque no habrá árboles.

 ¿Por qué es necesario destruir más y más la cuenca del Louro? Cuando el río ya casi no lleva agua (y contaminarlo más será como el morir), los regatos están casi secos, las fuentes tienen un “goteiriño” y de la niña de los ojos verdes que brillaban hasta con luz del Sol, ya solo está en mi cabeza de moribundo, como muy bien anuncia mi prima en su demencia senil. Y lo dice en gallego después de muchos años hablando solo en inglés. Andersen se maravillaría. O quizás no. Quizás de alguna historia parecida creo él el cuento.

 Ella con su gallego ha vuelto a la aldea. Y yo, Manolo, también he estado en aquel lugar concreto: en el calvario. Y sentí un enorme placer.

 Dale las gracias a todos los amigos de Ribadelouro que defienden sus vidas, el futuro y nuestros recuerdos. Diles que Fernando Valladares, científico del CSIC, ecólogo dice que lo que verdaderamente amenaza a la Economía y a los puestos de trabajo es el maltrato al medio ambiente y el cambio climático. En la cuenca de nuestro río parece más que evidente pero quieren hacerlo más y más.

 “E por favor, non contes o que che pedín hasta que cumplas o encargo”.

 A Norma, a la que también llaman Normichu, y a su hija.

 A Fran, alto y bueno. A su mujer y a su hija.

 A Paula Lorenzo, prima de mi prima. Bióloga que sabe cómo los árboles suben el agua desde el suelo hasta lo más alto.

 Y compartiendo con todos el ferviente deseo de que nuestros representantes políticos lean a Fernando Valladares. Quizás entonces piensen menos en los estropicios y más en las personas, el medio ambiente y, por qué no decirlo, en la barbaridad que quieren hacer en nuestra aldea.

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