Confesiones de una maestra
Confesiones de una maestra (1)
No elegí ser maestra. Fue la carrera que mi familia pudo pagar. Y hablo de familia en el sentido extenso de la palabra.
En la postguerra de aquella España empobrecida, mis padres solos no hubiesen podido hacerlo.
Recuerdo con agradecimiento a mi “tío indiano”, que ayudó a los gastos de mi preparación.
Las niñas de pueblo y de clase social baja no podíamos aspirar más que a los Estudios Primarios que se impartían en aquellas escuelas del franquismo que, tras el aniquilamiento cruel de muchos maestros y maestras que durante la República se emplearon a fondo contra el analfabetismo de la población, estaban lidiando con un “nuevo amanecer”, como rezaba la propaganda oficial.
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