“O MUNDO ESTALLE PERDIDO, SEÑOR ALCALDE”
Manuel Vázquez de la Cruz
La emigración cambió la vida y llegó algún dinero al viejo barrio, y a muchos barrios y pueblos de España, les cambió la cara. El régimen ilegal se aprovechó para hacer lo quería: durar.
Y como había hecho siempre inventó la gran mentira hablando y escribiendo en sus medios, que eran todos, del milagro económico español y como ahora ellos eran los únicos. Lo de la pulsera rojigualda la inventaron mas tarde. Fue más que por orgullo patrio utilizada como para amenazar y quizás mostrar que la guerra, la maldita guerra, sigue y ellos son los ganadores siempre y en cada momento.
Por eso el señor Feijóo no propone nada porque él no es presidente del gobierno de España porque no quiere.
Barrios y aldeas, como el mío y la mía, quedaron semivacíos y el campo se empezó a despoblar. El gobierno del milagro no fue ni siquiera capaz, o quizás no quiso, de ordenar el territorio para que hubiera el necesario equilibrio entre el sector primario y el secundario.
Los que se fueron y sufrieron la soledad realizando los peores trabajos en el extranjero, fueron la “la materia” exportable del régimen. Entraron muchas divisas. Ellos fueron los hacedores del milagro.
Ayer me encontré con uno de los que emigraron en la plaza preciosa de San Bartolomé. Hablamos y le dije que teníamos que hacer una reunión de los que quedábamos.
Me dijo que si, y que había que hacerla pronto, porque en el cementerio no íbamos a tener movilidad.
Iba a reírme, casi lo hago. Sería lo normal hace años, pero ayer no pude porque recordé a Palestina, que está siempre presente, porque allí en pleno siglo XXI se está realizando un genocidio y televisado.
Aquella mañana un amigo me había mandado un escrito de Eduardo Galeano que transcribo a continuación:
“En el día de hoy de 1948, nació el estado de Israel.
Pocos meses después, ya había más de ochocientos mil palestinos expulsados, y más de quinientas aldeas demolidas.
Esas aldeas, donde crecían los olivos, las higueras, los almendros y los árboles frutales, yacen sepultadas bajo las autopistas, los centros comerciales y los parques de diversiones. Son muertas sin nombre.
El Comité de Nombres de las nuevas autoridades ha rebautizado el mapa.
Ya poca Palestina queda. La implacable devoración del mapa invoca títulos de propiedad, generosamente otorgados por la Biblia, y se justifica por los dos mil años de persecución que el pueblo judío sufrió.
La cacería de judíos fue, siempre, una costumbre europea; pero los palestinos pagan esa deuda ajena.
«Mayo 14: La deuda ajena» en Los hijos de los días. Eduardo Galeano”.
Yo nunca he sentido tanto dolor - y tengo muchos años -, como en este momento. No me avergüenza absolutamente decir que muchas veces viendo escenas en la tele, no puedo reprimir mis lágrimas, y días atrás rompí en llanto cuando aparecieron niños hambrientos, encogidos, arrugados, todo ojos...Solo ojos inmensos.
Pensé en mis hijos cuando eran niños, en los padres de aquellas criaturas, en la tierra prometida por el dios que los parió, en los otros niños judíos o gitanos con traje a rayas...
Y sobre todo sentí una enorme impotencia.
Quizás después del escrito de Galeano yo no debería seguir escribiendo pero como lo que está sucediendo en aquella parte del mundo me está haciendo llorar escribo por los palestinos, de pena y por el resto del mundo, que lo consiente y no siente dolor o lo quiere silenciar, de rabia.
La televisión enseña pero también desdibuja, crea el olvido o sutilmente maneja como disminuir las tristezas con bulos o moviendo otras historias. Incluso del “corazón” para silenciar el posible latido de otros corazones.
Obviamente lo hacen mucho mejor que Feijóo y el cristo montado con puñetero letrerito de Eurovisión.
Si no fuera así, si sólo enseñara las imágenes de lo que está sucediendo en la tierra que Dios - dicen -, prometió y dio a los judíos, todo el mundo clamaría contra la barbarie y esta cesaría, o no hubiera tenido lugar.
No son malos los judíos, ni los palestinos. Son malos, muy malos para la humanidad, los nazis y los sionistas. Son obscenamente malos y ridículos, los que presumiendo de demócratas furibundos, montan un cristo por un letrerito.
Ellos que descienden de una dictadura atroz que apoyó a los nazis y son los herederos políticos del régimen pro nazi... Hay que joderse.
Aquellos siete ministros de Franco - Fraga, el de los veinticinco años de paz, entre ellos -, que fundaron Alianza Popular, se sentirían orgullosos, muy orgullosos de don Alberto Feijóo y también del trabajador compulsivo de Vox, señor Abascal. Todos ellos son también del grito de por “El Imperio hacia Dios” porque el eslogan vale para nazis y sionistas.
Las víctimas del Imperio son en este caso mujeres con velo y niños en pañales. Antes fueron niños con trajes a rayas, mujeres y hombres que quemaban en hornos después de quitarles los dientes de oro o cualquier cosa de valor, y ser tratados como cobayas humanas, experimentado en sus cuerpos las mayores atrocidades. No más inmensas que la de bombardear hospitales donde hay recién nacidos y madres pariendo.
En los campos nazis asesinaron judíos también de otros pueblos y también españoles.
Los que estuvieron allí y los que allí mataron, hoy estarían al lado de los que lloramos con llanto al ver los ojos de los niños palestinos a punto de morir de hambre.
Los mataron y matan, parte de pueblos muy parecidos. Unos eran de una raza superior, y los de ahora son de la raza elegida por dios.
Un hombre de 107 años - me lo cuenta mi admirada amiga Fina Fernández -, fue felicitado por el alcalde de Tui en persona, en su cumple. La autoridad le preguntó:
- ¿Cómo ve vostede o mundo agora, desde a súa idade?
- O mundo estalle perdido, señor alcalde.
Quizás sabía y no lo dijo, que el dominio del dinero, una vez más, es el gran culpable. Pulseras rojigualdas o de barras y estrellas, aparte.
La estrella de David está hoy pegadita a la cruz gamada. Por eso PP y Vox defienden, o miran para otro lado.
Y desde mi esquina verde, mientras pueda, seguiré gritando.
A mí también me lo parece.
Un mundo que no es capaz de parar un holocausto televisado e hasta quienes lo defienden son personas perdidas dentro de la humanidad.
Está perdido porque dentro de lo más florido y ostentoso, aparentemente en las dos cosas, son capaces de dejar morir de hambre - y por misiles teledirigidos - hasta a niños de la teta.
Tenía razón el hombre de Paramos.
El mundo, con esta gentuza que lo manda, y en España quiere gobernar, está perdido y no sabe ya ni ver la maldad.
En España parece que aún no acabó la guerra y el bando vencedor sigue con su brutalidad.
En el mundo, dos mundos malos, se han aliado para matar niños y mayores, robar sus tierras y mentir.
Nazismo y sionismo caminan juntos en Palestina.
La emigración a Europa - la de América no para nunca -, empezó al final de los 25 años de paz que inventó Manuel Fraga Iribarne, en los que un poquito antes del invento hubo una guerra ignorada, miles de fusilados, muchos amigos míos tuvieron que emigrar y en el conflicto ocultado quedó paralítico de por vida, desde el cuello hasta los pies, nuestro compatriota, de barrio y de vida, Jesús Cañedo.
Lo pienso y digo alto: ¡qué mentirosa es la historia que nos contaron, y siguen contando!
¡Y qué embustero fue el difunto con tirantes rojigualdos!
Dijo una frase que aún me duele ahora:
«En unos días daremos un dossier espeluznante de crímenes y atrocidades cometidas personalmente por este caballerete».
Aquel insultado era un hombre bueno.
El otro, el que insultaba, no sólo era un mentiroso sino que además era chulo y jugando siempre a autoritario.
En España no había acabado la guerra. Algunas veces parece que aún no ha acabado.
El señor Fraga celebraba los bei, que en alemán puede significar "cerca de", "junto a" o "con", dependiendo del contexto.
Barriobajero al menos, diciendo mentiras que nunca enseñó por serlo y llamándole caballerete a un hombre del que él había firmado su sentencia de muerte - injusta sentencia - y con acusaciones de situaciones no probadas en la guerra del fascismo internacional contra el legítimo gobierno de España, el mismo día que con su firma, se había fusilado sin razón, a un hombre. Porque sí. Sin ninguna prueba de lo que se le acusaba en un juicio franquista y fascista como el hombre en cuya cabeza le decía Felipe González al jefe del grupo parlamentario de esas dos ideologías.
El señor Fraga está ya en un mundo que no existe, pero si existiera, estaría diciendo, quizás, como el presidente de Israel, que decir Palestina Libre es de cómo decir Heil Hitler! Es también, más o menos, lo que dicen sus herederos políticos.
Aquel hombre que llamaba caballerete a un fusilado, con su firma en su sentencia, merece mi desprecio. El mismo que merecen todos los que viendo en TV miles de niños muertos, algunos recién nacidos, justifican - o les tienen, sin cuidado - los crímenes que nos televisan todos los días.
Tiemblo, y he de confesarlo, que siento odio, pensando que alguien puede llamar caballeretes a los niños palestinos asesinados un día si y otro también, durante años.
No, lector, no lo haría nadie. Tiene usted derecho a que tal vez, no quiera estar de acuerdo conmigo, pero matarlos a cañonazos dentro de un hospital y casi recién nacidos, es peor que la frase. Métaselo en su cabeza, muchos no queremos que muera nadie y menos una víctima inocente, ya sea niño o un poco mayor. Muchos sentimos un inmenso dolor estos días. Usted que defiende la actuación del ejército israelí y mira para otro lado, porque no es su vida, es cómplice de esos crímenes.
Pero emplear ese término de caballerete, como contra don Julián Grimau, o decir, como he oído, que sólo matan a futuros terroristas, cosa que he escuchado, es además nauseabundo. Y a mi personalmente, me causan mucha náusea todos los días. Náusea, indignación y vergüenza de que existan personas con esa maldad. Uno lo decía a voz en grito en una gasolinera. Quizás sea sólo un loco, pensé, pero en ese viaje lo escuché varias veces. El último, no se los otros, llevaba una banderita de pulsera con los mismos colores que el creador de Alianza Popular en los tirantes cuando vino de representar al gobierno de la dictadura salido de un levantamiento armado contra la legalidad y legitimidad.
Pues ver imágenes, escuchar a Netanyahu, sentir que aquellos niños no importan, darle vueltas y vueltas al letrerito, es también nauseabundo. Y de gente sin alma.
Señor, si me lee y ha llegado hasta aquí, no es usted un caballerete, es simplemente una mala, muy mala, persona.
Y poco después, no le voy a llamar caballerete, “echándose a Dios” - no se me ocurre otra frase - por un cartelito que apareció en el puñetero concurso de Eurovisión.
Y los vi a todos ustedes cabreados e insultantes.
Eran todos ustedes, un poco y un mucho, como Fraga Iribarne, Manuel Aznar - el hombre cambia chaquetas a lo grande -, José María, Ayuso, Feijóo, M.Rajoy,...
En esta tragedia de Palestina, en el holocausto, en el genocidio...
En todo eso que duele en el alma a los seres normales, sí son todos - en cualquier parte del mundo que se encuentren -, unos caballeretes de mierda...
Y se lo prometo, sin ningún esfuerzo, ni siquiera el de cerrar los ojos, aparece frente a mi los de un niño que muere de hambre por culpa de todos ustedes. Porque Israel está cometiendo esos crímenes con su permiso y porque todos los del mundo que son como usted lo permiten.
Todos. Sean o no, gobiernos. Todos.
Honradamente, cuando me hablan de sus virtudes siempre recuerdo estas otras: las sentencias de muerte que firmó; los veinticinco años de paz que inventó (mintiendo); su firma a penas de muerte; y ahora parece que hay que añadir la compra de votos para que Massiel ganara en Eurovisión.
Y siempre aquella asamblea en la facultad de Económicas en que se declaró fascista con orgullo fascista. En la que - por los reproches de algunos - entraron los grises, y de aquel conocido que no volvimos a ver y se rumoreaba que habían desterrado a la colonia española de Guinea con sus baleles para blancos. Aquella historia que casi termina a bofetadas en un pueblo, pequeño pueblo de Zamora, muchos años después cuando dos “colonizadores” presumían de aquellas hazañas, y otro dos les dijimos lo que nos parecía aquello.
“Pudo haber muertos”, dice con su coña habitual el amigo que me acompañaba. Quizás sintió mi miedo, aunque seguro que sabía más del suyo.
Pero volviendo al del invento de los 25 años de paz y tirantes rojigualdas...
Lo de libro tiene mucha importancia porque según dicen en mi patria - “A raia húmida” - el señor Feijóo trata ahora de emular a Aznar con el váyase señor Sánchez, y entre exabruptos e ídem va escribir; y quizás en un orgullo parecido a su exjefe también escriba un volumen de título “Mi lucha” pensado en que, su quizás admirado Hitler escribió Mein Kampf. Ya de repetir frases de otros personajes parecidos como Aznar, el nieto de don Manuel.
¿Habrá hecho algo más? ¿Habrá escrito un libro? ¿Plantaría un árbol? ¿Cuántos millares de veces habrá dado la mano diciendo con voz, entre orgullo y mentecatez, ¡Manuel Fraga Iribarne!? Y alejándose a toda velocidad para dar la imagen de político muy activo, tremendamente activo, y gran caballero, de lo de verdad, no como Don Quijote que obviamente es el que admiro yo.
Aunque me gustaría más ser Sancho y un poco lo he sido.
Se que es verdad que un hombre al que le hizo lo último, entre muchos, en una fila entrando en una bodega, le retuvo la mano - que daba sin mirar ni a la cara al saludado -, con fuerza, y le dijo su nombre.
Entonces lo vio y le dijo a un acompañante:
- Marino, vamos.
Quizás al ministro de los 25 años de paz y presidente de Galicia en aquel momento, alguien le apuntó quién era aquel osado y que había estado en la asamblea de Económicas.
Soltaron las manos y él, tambaleándose, con gesto muy geniudo, siguió caminando.
Quizás el hombre que no había soltado la mano era de mi barrio y en su niñez había sido pastor o deseado serlo.
Porque en San Bartolomé, muchos años atrás, los niños, muy niños, hacían el oficio.
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