11 de mar. de 2025

OPINIÓN

RECORDAR PARA QUE NO VUELVA A PASAR (y VIII)

 


Manuel Vázquez de la Cruz

 Un poema sirve para decir adiós. Ya me gustaría que sonara el Canto a la libertad, de Labordeta.

 Parece mentira pero a alguna gente le cabrea mucho. ¡Con lo que nos gusta a muchos!

 El poema es de Ángeles Comesaña Concheiro:

 En esas manos juntas

 

Allá van mis dos viejos

De la mano,

Estrenando sus años

Muchos años

Desde su memoria y su silencio,

Recogiendo palabras de las sombras.


Ellos conocen el hilo de la vida

Como la mano de sus propias manos

Y de los días abiertos como arcos

cotidianos,

Van construyendo el campo,

Territorio de amor en la ciudad desarbolada

Y sucia

Tregua de flores y de pájaros.


Del bolsillo de él

Saca los años

Sacude la artritis

Almidona el espíritu

Con unos polvos blancos.


 María Ángeles, mi querida amiga, es hija de Paco y Chonchiña. Pudo no haber nacido si a su padre le hubieran “aplicado” una sola de las tres sentencias de muerte.

 Por qué esas sentencias de muerte a un hombre bueno como el pan? 

 Porque los que lo condenaron querían dejar - y siguen queriendo -, a toda la humanidad, la humanidad que trabaja, sin pan. Y eso que muchos de ellos rezan con frecuencia el padrenuestro. 

 El pan nuestro en la oración debería ser, y creo que es, también Libertad y Vida.

 Las dos cosas que parece odian más determinados personajes que tengan los demás. Roban la libertad de los hombres y mujeres y les quitan la vida. Todo sin compasión.

 A nuestro Paco lo salvó el haber nacido en Cuba. 

 Él, nuestro Paquiño (me encanta ponerle nuestro), vivió y siguió luchando con todas sus razones para que todos tuviéramos pan, libertad y viviéramos en un mundo mejor. Su fuerza siempre fue la palabra. Su palabra le salía del corazón. Era sentimiento. 

 Paco y Chonchiña pudieron, después de una pausa de años de él en distintas cárceles, pasear por el mundo la alegría de vivir sin dejar jamás de pensar en los compañeros, sus amigos, aquellos a los que mataron los mismos que querían quitarle a él la vida, en las viudas y en los hijos. Su casa, allí donde vivieran, siempre tuvo la puerta abierta, el gran abrazo (nadie abrazaba como Paco) y un pan sobre la mesa. 

 Yo desearía que hombres y mujeres del mundo, todos los que son pueblo y gente, cogidos de las manos resistiéramos y venciéramos a los de inmensa codicia, porque por ella nos quieren llevar a todos a una gran guerra y dejarnos sin pan, que se hace de harina y de la “levadura” que nos hace libres.

  Las guerras siempre las montan los ricos para tener mas y mas. Mueren en ellas los pobres, y las pierden siempre los niños y los poetas. 

 He querido ser de los de la búsqueda de libertad, dignidad, fraternidad, igualdad... 

 En todos los escritos yo sólo he sido ellos. Niño con muchos años y un  poco poeta.

 He querido enseñar que los buenos fueron los que mataron y calumniaron los malos. Los de la España católica y sus aliados en la “cruzada”. 

 He querido desde mi edad decir adiós, recordar  a los buenos asesinados cortando ganas de vivir para estar con las que dejaron viudas y niños, sus niños, que quedaban huérfanos en un mundo muy hostil.  

 Hijos de rojos, les decían. Y a dos hermanos hambrientos les negaron un poco de comida en el Auxilio Social, por serlo. Por ser hijos de rojos. Seguramente a muchos más, pero uno de los anteriores me lo contó con lágrimas en los ojos, muchos años después.

 He escrito para enseñarme como militante contra el fascismo español que asesinó al grito de ¡Viva la muerte!. Contra ellos unamos nuestras manos y gritemos muy alto, que suene fuerte y llegue a la Casa Blanca, rodee a la humanidad y dé miedo al fascismo que está siempre pensando en volver.

 ¡¡¡Viva la vida!!!

 Gritemos una y otra vez. Muchas veces. 

 Que les cabree el grito. Que sientan que seguiremos defendiendo que todos deben tener derecho a vivir según su trabajo y también según sus necesidades. Esa es la sociedad que queremos. La seguiremos buscando por mucho que Elon Musk y otros, quieran ser nuestros dueños. Lo mismo que Elon está en un consejo de ministros sin ser serlo. 

 Llueve y vuelven a sonar siete campanadas del reloj de la iglesia de A Guía. 

 Sueño que lo hacen por José Felipe Muñoz, el amigo de mi conciencia.

 Hasta siempre a todos.

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