29 de dec. de 2023

OPINIÓN

LA MALDITA ENFERMEDAD 

Los amigos y el Arcipreste de Hita  




Manuel Vázquez de la Cruz

 Era yo muy joven, hace pues muchos años. Estudiaba en el Instituto Laboral de Tui y era un adolescente feliz que tenía una abuela a la que quería mucho y visitaba cuando podía. Entonces no era una excepción. Cuando murió el abuelo ella dijo con una enorme tristeza una frase tremendamente expresiva: “Eu agora xa son unha viña vendimada”. 

 Aquella forma de denominar la tristeza con una imagen tan clara me quedó grabada para siempre. Poco después le llegó la oscura enfermedad que nubla la mente, entristece los ojos, que parece que no ven, y duele en el alma del enfermo y en las almas de todos los que los quieren: Alzheimer. Quizás se escriba de otra manera pero así suena. Como es una enfermedad, en su mayoría de personas mayores, y por serlo, los laboratorios farmacéuticos y las instituciones de los Estados no la investigan suficientemente. En el sistema capitalista que siempre es duro y priva la rentabilidad, los mayores estorbamos y somos un gasto y no una inversión. No, no me da la gana de decir quizás porque no es quizás, es así. Paseé muchas veces del brazo de mi abuela por las “corredoiras” de nuestra aldea. Entonces las parras cubrían caminos públicos y “a miña velliña” arrancaba los ladrones que salían de los troncos de las plantas a las que podía llegar. Ahora, muchos años después, la recuerdo cada vez que arranco un sarmiento del tronco principal de una cepa en cualquier finca que visito. Una tarde se pegó a mí más de lo normal y desde mi brazo que la guiaba me musitó dulcemente: “Manolito por qué non te casas conmigo”. 

- Avoa, pero somos parentes. 

- Pedimos dispensa, contestó rotunda. 

 Callé. Hoy, que sé un poco más de su enfermedad, le hubiera dicho que sí, que me encantaría casarme con ella. Pienso que si algo se les puede dar a estos enfermos que les dé un poco de luz y alegría. A veces un poquito puede ser mucho. Hasta en los sanos. El otro día recordé toda la historia en un canto a la amistad que hicieron mis amigos de Caldelas. Antes, permítanme ustedes, que les escriba del Arcipreste de Hita y de una historia que cuenta que en un pueblo bajo el mandato de un señorío, un hijo presumía, un día tras otro, con su padre, de los muchos amigos que tenía. El padre un día, quizás aburrido, le dijo que él sólo tenía un amigo. Rió el chiquillo, todos lo fuimos y muchas veces de jóvenes hicimos honor al refrán que dice: “Xente nova e leña verde todo é fume”. Entonces el padre le propuso un trato. “Tú te vas a manchar de sangre de un cordero que sacrificamos esta noche. Irás uno por uno a las casas de tus amigos, dirás que peleaste con el hijo del conde y lo has herido. Le pedirás que te escondan. Así sabrás cuántos amigos tienes de verdad”. Aceptó el rapaz. Fue casa por casa y volvió a la suya. Padre, no tengo ningún amigo, dijo entre lágrimas. 

- Tienes uno. Vete a casa de mi amigo y pide refugio.

 El amigo del padre se lo dio. 

 Mi amiga de Caldelas, la chica guapa que tiene la enfermedad de la maldita oscuridad, tiene muchas amigas y amigos. Yo, entre ellos. 

 No pude, y bien que me hubiera gustado, ir a un cocido con el que todos la obsequiaron en Santa Marta de Ribarteme. Ella fue lo más importante. A ella le dieron cariño, ánimo y ternura. Más imposible, pero ya es mucho dar lo que se puede. 

 Y con amigos así hasta la enfermedad de las tinieblas avanzará muy lentamente. O pare. 

 Y nos quedan, queridiña, muchas fiestas que celebrar. 

 Quizás, incluso, el que todos los sistema políticos sean más humanos y busquen el origen de ese maldito mal y su cura. 

 Y tengamos la esperanza, que yo estoy perdiendo, de que la humanidad sea mejor, más buena, más respetuosa, más humana,...Cosa muy difícil oyendo como despotrica alguna gente con la misma canción y la misma maldita lengua. 

 Goebbels vuelve a estar de moda, pero en Caldelas, y en el mundo, para mucha gente, la amistad y el cariño no cesa.   

Dedicado: A los amigos de Caldelas, que organizaron y asistieron al cocido contra el mal oscuro, un inmenso abrazo. 

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