EPÍLOGO DE LO QUE PRETENDE SER UN LIBRO
Manuel Vázquez de la Cruz
Cuando el hombre piloto y espía emprendió su último viaje, el nombre de su documentación, que le suministró el espionaje soviético, era Espronceda.
Se cree que quiso rendir un homenaje a Floreal poniéndose el nombre de su hermano. Otro hombre bueno.
Vive en León y le mando un enorme abrazo.
Yo, con mucho cariño, cedo el final de lo que se ha publicado y que deseamos publicar en libro de papel a una escritora y amiga que está muy lejos pero mañana cuando ella salga a caminar, el sol que la tierra dejó atrás en Os Cabreiros, la alumbrará en su andaina.
Ella es coautora de todo lo escrito y sabe que yo la quiero mucho.
TE CONTESTO MUY A DESTIEMPO
Por María Eugenia Rosas
Mi querido Manolo, en la alameda de Tui, detrás de aquella iglesia, donde me dijiste que íbais a plantar un olivo porque era un árbol de paz y memoria, y allí habían fusilado a cientos, me preguntaste el día que te conocí con Pousa y las dos únicas horas que estuvimos juntos, qué sentiría si me fueran a fusilar. Y me contaste, ya entonces, el sufrimiento de Pepito.
Te digo:
Pues creo que sería abrazar y dejarme abrazar por mis animalitos, besar una vez más a las personas que amo antes de partir al espacio donde esto fuera a suceder, aunque no quisiera que ellas estuvieran ahí. Ese momento, ese silencio y tribulación lo querría sólo para mí y Dios, porque sería una entrega total en ese momento y ese fin a la vida terrenal conocida hasta el momento. Sin embargo, sería mi alma la que pondría en ofrecimiento para renacer con lo aprendido, para no dejarme enturbiar con el egoísmo y la imposición de un fusilamiento.
Quienes deciden que mi vida ya no vale o no es merecida. Con esas personas no quiero nada. Por eso reclamaría un silencio sólo mío que me aturda tanto que no escuche las voces amenazantes y pueda yo entregarme a ese momento sublime que me llevaré. No querría verlos ni escucharlos a ellos por última vez porque tal vez mi propia mirada les atormentaría el resto de sus días y, la verdad, sería un desperdicio.
María Eugenia Rosas.
Mi querida Maru, gracias.
Fíjate qué sanguinaria fue aquella guerra contra las personas que defendieron la legalidad y la legitimidad, que en Tui, mi ciudad, la que recorrimos juntos, y seguramente en todas las poblaciones de Galicia, murieron asesinadas más personas en la retaguardia que en el frente de guerra. No fue una guerra. Fue, o quiso ser, un asesinato de ideas. Murieron personas, asesinadas, que están en nuestra memoria pero no consiguieron acabar con la idea de querer ser libres en un mundo más justo y donde todos seamos más iguales en las oportunidades y en los derechos.
Y, Maru, cuando supe que aquí sin la mínima piedad asesinaron a una mujer, Evangelina Jaso, después de pasearla en el sitio de carga una furgoneta, dejé de creer en toda idea que se acercará mínimamente a olvidar que hubo asesinos, aquellas malas bestias y señores refinados que señalaban quienes.
Muchas veces pienso que escritos en piedra debería estar en varios apartados escritos de hombres y mujeres con sus nombres y apellidos.
Un apartado de asesinados. Un segundo de los inductores a matar con profesiones y creencias completas. Un tercero de asesinos. Por último los de uno y otro bando que murieron en combate. Los asesinados y los muertos en combate tienen todos el mismo culpable o con culpables: los que prepararon durante meses un golpe de estado que debía ser muy sangriento.
¡¡¡No a todas las guerras!!!
Debería ser un grito de la humanidad. Por lo menos de la más humana.
Yo sin odiar, porque sería un desperdicio, desprecio a todos los que impulsaron crímenes y a los asesinos ejecutores de los que los otros, de sotanas, cuello duro o comunión diaria ricos (hasta poco) señaló que debían morir.
Desprecio a los que desde las bancadas de cualquier parlamento que no son capaces de condenar aquella barbarie.
Aquella guerra fue en su crueldad una cruzada, como la denominaron algunos obispos católicos. Muy pocos saben que al menos uno murió en el exilio y el dictador prohibió hasta traer su cadáver mientras otros seguían brazo en alto con el saludo fascista. Y decían que con el brazo en alto era paz. Hay que joderse como de esa guisa predicaban paz, Hitler, Mussolini, Franco…
Pero aquí estaba escrito en los libros de texto de primaria y secundaria, por lo menos.
La guerra de aquí fue muy parecida a la de los cruzados cristianos en Palestina. Algunos incluso emulando a aquellos. Que yo sepa, uno de enorme salvajada, solo uno, fue peor en la tierra que unos y otros llaman santa. Pero en todo tipo de maldades la “santa cruzada del nacional catolicismo español”, fue bestialmente asesina.
Silencio, no conviene decirlo, dicen. ¿Lo dicen los mismos que quizás volverían a hacerlo?
Aparentan… a veces que sí.
Mentir mienten como hicieron ellos desde febrero de 1936 a abril de 1939 y después en los sitios donde triunfó su golpe contra la legalidad, la legitimidad y la paz. Después en todos durante cuarenta años. Y durante esos años sus mentiras diarias, sus formaciones del espíritu nacional, sus estraperlos, sus mordidas, su “usted sabe quien soy yo” estuvieron día a día entre nosotros.
En una clase de aquella asignatura de formación fascista escuché como el profesor decía: hace hoy años el camarada Girón se cargó a un muchacho que vendía periódicos rojos.
Y allí, en aquella aula del instituto, seguirá la salvajada del dicho en el aire y en mi mente para siempre.
Así era aquello.
Goebbels, fue su gran maestro. Y tampoco son, ahora, demasiado inteligentes para buscar otros. Trump apareció solo.
ACLARACIONES FINALES DEL AUTOR SOBRE LOS DIVERSOS PERSONAJES
Pepito existió. Era un niño de una aldea orensana del que se escuchó su llanto antes de nacer. También existieron otros personajes y hechos reales que yo he atribuido a Pepito, aunque él bastante tuvo con lo suyo. El llanto en el vientre de la madre debió asustar a su pobre mujer.
La bruja que decía que a los niños a los que se le escuchaba llorar antes de nacer eran siempre unas eminencias. Ella tenía el don de adivinar porvenires y quitar envidias. Pero sobre todo era muy infalible prediciendo quién iba a morir. Mucha gente le escapaba cuando tenía un leve catarro.
Menos Roel Álvarez todos decían que preferían no saberlo y que fuera cierto o no, aunque no creían, no querían pasar miedo. Tocaba escapar. Alguno o alguna, que era incrédulo en lo que podía decir, para tomarle el pelo o darse de valiente.
Un hecho que he contrastado con varias personas es el de una señora, de los de la sorna, que le preguntó cuando iba a morir. Ella la miró y no contestó pero llamó a su hijo y le dijo “tu madre muere pasado mañana”. Y así fue.
Fue entonces cuando su fama traspasó fronteras y decían que venía mucha gente a consultar sobre las envidias.
Las envidias las quitaba apretando sal contra la cara y después pasando muchas veces un cuchillo por el aire alrededor.
Durante ese tiempo iban cayendo granitos de sal al suelo. Los granos que quedaban pegados eran las envidias más fuertes.
¿Que si yo creo en eso?
Pues no, pero tampoco creo en muchas más cosas que predican y creen otros, ni en los duendes…
Tampoco sé si de verdad ella lo creía.
Cheliño existió y fue así en todo tal y como se narra. Valiente, gran maestra quesera, enorme gusto en el vestir, emprendedora (se diría ahora)… muy guapa y la niña de la pizarra.
Sus padres le habían inculcado la lectura y su libro de cabecera siempre fue el Quijote.
Escrito de su puño y letra, su padre, cuando cada símbolo era una obra de arte y daba gusto ver los escritos antes de leerlos, le había dejado el siguiente pasaje:
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida…"
Mi amiga fue siempre libre y siempre luchó por la libertad de todos. Eso es lo que querían sus padres Saturnino y Mercedes.
Era tan absolutamente especial que a su hija le puso el nombre de la anterior esposa de su marido. “Yo desde muy pequeñita esta enamorada de él pero Marie era una maravilla de mujer. Yo la admiraba, mi marido la había querido mucho y el nombre es precioso. Se lo escuche a él en francés y me encantó. Me pareció que ese debería ser el nombre de nuestra hija.
Él se emocionó y me abrazó cuando lo supo. Me quedé muy contenta con la emoción y el abrazo pero no entendí que algo tan normal y lógico… “
Dalia, es un nombre que tomé de una persona que quise siempre mucho y nos teníamos simpatía mutua. Sus parientes de aquí son como de mi familia y también sus hijas, aunque no las conozco en persona. El nombre de la flor y la flor son hermosas. Ella, la que se llamaba así, también lo era.
La persona de la que escribí, como queda dicho, se llamaba Marie, que dicen que en francés suena muy bien.
Verla debajo de un árbol con los pies descalzos pintando hojas de Betula Alba, abedul o bidueiro, era lo más parecido a una imagen y un poema todo en uno, dentro del paisaje y de la vida a rebosar.
Dalia, sustituyendo su nombre al de Marie, anduvo otra vez en mi vida, como cuando era adolescente, y me la alegró, ahora en el recuerdo. Merece con creces salir en mis escritos como una gran persona. Alumbraba la aldea cuando aparecía. Quizás ella representaba a otro mundo con el que por lo menos viéndola sabíamos que existía, aunque fuera muy lejos. No fue personaje en mis escritos pero si escogí su nombre fue, por lo menos, mi ayuda. Gracias, Dalia bonitiña.
Marie, era botánica, pintora y trataba los niños como si fueran mayores, con el mismo respeto, y los niños así se sentían personas importantes y aprecian las cosas con los porqués que dan lugar a su existencia. Así se lo había enseñado e inculcado su padre: el maestro republicano que creía, con razón, que solo con cultura se puede hacer mejor la humanidad.
Ella dibujaba las hojas de los árboles con primor. Día a día los pintaba y los que entienden el lenguaje de los árboles entendían lo que había pasado aquel día, en aquel árbol, porque los dibujos lo contaban. Ella solo escribía sus palabras y nos las enseñaba.
Del señor abad podría decir nombre y apellidos pero sé que a él no le gustaría. Era un cura, masón y dijo que no quería pensar si existía Dios o no, pero para él lo más importante eran las personas con sus virtudes y defectos. Y que si existiera el ser supremo no lo vería mal y si no existiera haría igual: amar al prójimo que merecía amor.
Y no odiar a nadie.
En el 36, cuando la locura cainita hizo de la vida diaria la sin razón y una sucesión de crímenes, el tuvo el comportamiento que escribí. No puedo decir cuál era su parroquia. Pero era aquel sacerdote católico que no cobraba por bautizar o casar, o enterrar, pero trabajaba en sus colmenas, en las viñas de la casa parroquial, sembraba patatas, era un aldeano más. Cobraba y creo que muy bien los artículos que escribía para un periódico masón de Brasil.
Infelizmente no he podido leer ninguno porque ignoro el nombre y quizás sólo fuera de tiradas muy restringidas.
Tuvo primero un romance, como casi todos los hombres y mujeres y después se enamoró y se casó, sin curas, ni jueces… solo los dos. La pareja.
Don Manuel decía que a los alumnos había que repetirles mucho las cosas. Por eso vuelvo a escribir de él. Fue un maestro excepcional, estaba casado con una señora francesa, judía, y tuvieron una hija que fue pareja del hombre de ojos verdes que era hijo del señor abad. Pepito también era hijo del señor abad y por tanto medio hermano del que acabó llamándose Espronceda, después de Roble (cuando era espía) y dos mas, uno de pila y otro francés.
Por ser hijo del señor abad fue al final cuñado de Cheliño. A la que trató de conquistar diciendo primero que le gustaba mucho a su madre; después cuando Cheliño apareció embarazada y se armó la revolución en la aldea, le dijo que daría el nombre al hijo y lo trataría como tal; cuando nació la niña le prometió muy solemnemente (era muy comediante) que siempre había deseado tener una hija así, como aquella niña.
A Cheliño siempre le pareció lo mismo y siempre le contestó hirientemente porque no le perdonó nunca que no se hubiera unido a la resistencia de A Curva da Moura. Él que se consideraba un enorme seductor, dijo en la taberna que don Manuel, el maestro, no siempre tenía razón porque con perseverancia no siempre se tiene premio.
Los nombrados de Mucuchíes y de La Guaira existieron todos.
Incluso el revólver que Cheliño tuvo que poner en el costado del criollo abusador de empleadas, que también existió, y que dijeron que se exilió ya muy mayor cuando le dijeron que USA iba intervenir militarmente en aquel país de mierda, contra aquel gobierno de ídem. ¡Muchos iban a saber quién era don Cristóbal!, soltó en tono amenazante pero bajo antes de marcharse.
Pensaba volver pronto pero, según me dicen, falleció en Miami. Descanse en paz.
También fue doblemente valiente el piloto tudense que hizo la guerra de España en la escuadrilla de Maroto y se pasó al ejército rojo en la guerra mundial.
Estuvo en la inauguración de la embajada de la Unión Soviética en Lisboa. Se sabe muy poco de él. Lo más importante es si antes de marcharse a Rusia ya trabajaba para ellos. El nombre que le pusieron en Rusia significa Rubio.
Casi todos los hechos narrados los fui escuchando en muchas aldeas de Galicia cuando las recorría como perito agrícola experto en tierras.
El faro que alumbró todos los escritos es la aldea de mis antepasados y en la que durante algún tiempo inolvidable anduve yo.
Y jamás dejó de andar en mi corazón.
Ribadelouro es el gran escensario. Y allí, con música y poesía, defenderemos que no rompan ni el verde. ni el azul, ni el ocre, ni la vida...
Deseo nombrar a mis compañeros de estudios en aquel Madrid gris de los años cincuenta. Quiero nombrarlos porque nunca hemos dejado de querernos y los que vivimos, de ayudarnos.
Y hacerlo con un enorme abrazo.
Muíños, Moreira, Jose Pérez Varela, Santiago Murias Romero, Gonzalo Rubio de Hornedo,…
Y mención aparte porque desgraciadamente tengo que hacerlo en su memoria, pero lo merece, está Emilia Herrero González. Era de Villablino, parecida a Sofia Loren. Una vez no pude llegar a un examen de gimnasia, de la que no teníamos ni que ir clase, pero cobraba alguien del régimen que llamaban del Movimiento, se presentó al examen por mi y aprobó.
Faltaría más.
Haber nacido es un milagro. Seamos todos bien nacidos.
A María Teresa, Manuel Ángel y Mariña no necesito decirles lo que los quiero. Lo saben.
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