27 de xan. de 2018

PATRIMONIO

Algunos apuntes sobre la fachada de Santa María de Oia  


Fachada de la iglesia de Santa María de Oia
Foto: José Buiza Badás

JOSÉ  BUIZA  BADÁS
Encuentros  Poliorcéticos

 Ciñéndonos a una visión básica, a un fachadismo resumido que visualice calles y cuerpos de composición estructural, la primera impresión que recibimos en Oia es la de su austeridad manifiesta, aunque matizada. Es una fachada que se presenta a la bocana marítima con toda su ortogonalidad (agravada esta por el campanario barroco) aunque no con una exacta orientación geográfica. Su programa figurativo se concentra en la calle central, alterando con tímido recurso barroco las linearidades marcadas por el orden clásico. Podríamos decir que su monocromía y severidad deviene también transparencia y empaque con el resto del templo. Una elegancia intrínseca esconde con habilidad algunas buenas argucias ornamentales en este imafronte. Por otro lado, las conexiones que se puedan establecer con el estilo "chao" portugués, Sergio o Vignola y el "modo nostro" jesuítico, nos hablan de un necesario apuramiento de los estudios en su vertiente portuguesa.

 Los matices en esta fachada ya comienzan en la apoyatura del basamento, aquel que sustenta todo este esquema. Con una anchura de 1,40 metros para las pilastras retundidas y 2,16 metros para las retropilastras (estas últimas con ancho menor)  se da forma a una basa vertical de más de 2 metros de altura que, junto al zócalo (de 0,60 cms) y un conjunto de molduras de encuentro, alcanzan los 3 metros de altura. Verificamos ya un orden gigante, excesivo, como un primer botón de muestra que rompe con reglas. De  hecho, algo se alteró con los fuertes contrastes lumínicos presentes en la base, los  entablamentos, las propias pilastras dobles o el frontón. Así, el saliente respecto del lienzo mural ofrece en la basa vertical medidas de 0,42 m.,  por ejemplo. 

 Las paredes desnudas de las dos calles laterales revelan un trabajo notable de sillería en granito que, además, nos va a permitir dibujar una sucesión de patologías inherentes a iglesias a pie de mar. Las dos ventanas llevan acodos. La calle central se erige en protagonista con un acceso o puerta rectangular (luz de 2,92 metros) y cajeamiento en sus molduras. Sobre ella, un nicho u hornacina con anchura de 1,50 metros, con virgen orante, de pie, coronada, como figura saliente respecto del haz fachadista y con base simbólica de 3 cabezas de "putti". Los  pliegos, los ropajes de María contienen algún cálido ingenuismo. La moldura que ampara el nicho tiene 5 perfiles lineales quebrados que se ven flanqueados por fustes cajeados, constituyéndose en guía, en continuidad del marco de la puerta.

 Lo que importa destacar aquí es que el frontón encimero de la Virgen interfiere en esa ventana central rectangular y que, simultáneamente, aquel vano de luz ocupa parte del entablamento. Tal será la nota barroca, diferente, en un frontal que para aquella época debía estar más ornamentado, ser más profuso. De ahí que, no importen tanto las fechas de ejecución de esas labras como su nutriente estilístico, que bien pudiera tener impronta lusa (o paralusa) por mor de la proximidad geográfica, los intercambios de todo tipo o el papel ejercido por Oia en las economías fronterizas (cría de caballos, molinos, elaboración de albariños, cultivo del maíz, patata o tomate). Así y todo, el autor de esta fachada es desconocido, pero la datación de ésta no huye de la polémica. Se barajaba el año de 1710, los posteriores de 1713-17, quedando zanjada la cuestión cuando aparece una alusión a estos últimos en el llamado Tumbo Mayor. La inscripción sita en dos sillares flanqueantes de la Virgen dio lugar a especulaciones (1700, 1740) que ya parecen superadas. 

 El segundo cuerpo constituye, incluso con su probable poca esencia, la clave para entender el mensaje derivado de los espacios integrados por las abas curvas laterales. La huella de Il Gesú romano se entreve, si hacemos un esquematismo visual que consiga interligar planos de fachada dispares y distantes, sea en Portugal, España o Italia. Las pilastras estriadas separan las calles y permiten a partir de ellas el desarrollo de ese "abrazo" abarcante e integrador de las  volutas,  que integran líneas horizontales y verticales. En el centro disponemos de un escudo surmontado con corona volada, mantenida a lo que parece por angelotes flanqueantes, como si de tenantes se tratase, sobre una "carnosa" decoración vegetal. Parece apreciarse una bandilla diagonal jaquetada desde el cantón diestro al siniestro de ese escudo, con báculo central vertical, 3 flores de lis de distribución triangular y una tiara. Son símbolos propios del Císter. Un frontón resaltado en sus dos vértices aparece punteado ornamentalmente con basas y bolas de remate.  

(Continuará)

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