20 de out. de 2010

LA MEMORIA DE LAS TRECE ROSAS

Carmen Cuesta, compañera de las trece jóvenes conocidas como las Trece Rosas, que fueron fusiladas en 1939 por ser militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), falleció en Valencia, a los 87 años, y fue incinerada ayer.

Esta es la historia de una superviviente, la historia de una adolescente de 16 años detenida por la policía franquista en 1939, encarcelada junto a un grupo de militantes de la JSU en la prisión de Ventas (Madrid), condenada a doce años entre rejas y desterrada de la capital.
"No, peque, tú te quedarás aquí porque tú tienes que ser testimonio de esto que vas a vivir".
Con estas palabras se despidió Virtudes González, una de las Trece Rosas, de su amiga Mari Carmen Cuesta.
Aquella noche, en la sala de menores de la cárcel, Mari Carmen fue testigo de la saca de Victoria Muñoz -que dormía a su lado-, de Martina Barroso y de Anita López Gallego, cuando las funcionarias fueron a buscarlas.
Virtudes, Victoria, Martina y Anita fueron fusiladas esa madrugada en las tapias del cementerio del Este junto a sus nueve compañeras.
Mari Carmen, encartada en el mismo expediente, salvó la vida debido a su corta edad: 15 años.
Entre los años 1939 y 1945, más de 2.500 personas condenadas a muerte por la jurisdicción militar fueron fusiladas en las tapias del cementerio. Sus nombres y las circunstancias de sus muertes figuran inscritos en el registro de enterramientos del cementerio. Entre ellos cabe destacar Las Trece Rosas:
Carmen Barrero Aguado (20 años, modista). Trabajaba desde los 12 años, tras la muerte de su padre, para ayudar a mantener a su familia, que contaba con 8 hermanos más, 4 menores que ella
Martina Barroso García (24 años, modista). Al acabar la guerra empezó a participar en la organización de las JSU de Chamartín. Se conservan algunas de las cartas originales que escribió a su novio y a su familia desde la prisión.
Blanca Brisac Vázquez (29 años, pianista). La mayor de las trece. Tenía un hijo. No tenía ninguna militancia política. Era católica y votante de derechas. Fue detenida por relacionarse con un músico perteneciente al Partido Comunista. Escribió una carta a su hijo la madrugada del 5 de agosto de 1939, que le fue entregada por su familia (todos de derechas) 16 años después. La carta aun se conserva.
Pilar Bueno Ibáñez (27 años, modista). Al iniciarse la guerra se afilió al PCE y trabajó como voluntaria en las casas-cuna (donde se recogía a huérfanos y a hijos de milicianos que iban al frente).
Julia Conesa Conesa (19 años, modista). Nacida en Oviedo. Vivía en Madrid con su madre y sus dos hermanas. Pronto se empleó como cobradora de tranvías, ya que su familia necesitaba dinero, y dejó el contacto con las JSU. Fue detenida en mayo de 1939 siendo denunciada por un compañero de su "novio". La detuvieron cosiendo en su casa.
Avelina García Casillas (19 años, activista). Militante de las JSU. Hija de un guardia civil viudo. Le mandaron una carta a su casa afirmando que sólo querían hacerle un interrogatorio rutinario. Se presentó de manera voluntaria, pero no regresó a su casa. Ingresó en prisión el 18 de mayo de 1939.
Elena Gil Olaya (20 años, activista). Ingresó en las JSU en 1937. Al acabar la guerra comenzó a trabajar en el grupo de Chamartín.
Virtudes González García (18 años, modista). Amiga de María del Carmen Cuesta (15 años, perteneciente a las JSU y superviviente de la prisión de Ventas). Fue detenida el 16 de mayo de 1939 denunciada por un compañero suyo bajo tortura.
Ana López Gallego (21 años, modista). Militante de las JSU. Fue secretaria del radio de Chamartín durante la Guerra. Su novio, que también era comunista, le propuso irse a Francia, pero ella decidió quedarse con sus tres hermanos menores en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo, pero no fue llevada a la cárcel de Ventas hasta el 6 de junio. Se cuenta que no murió en la primera descarga y que preguntó "¿Es que a mi no me matan?".
Joaquina López Laffite (23 años, secretaria). En septiembre de 1936 se afilió a las JSU. Se le encomendó la secretaría femenina del Comité Provincial clandestino. Fue denunciada por Severino Rodríguez (número dos en las JSU). La detuvieron el 18 de abril de 1939 en su casa, junto a sus hermanos.
Dionisia Manzanero Salas (20 años, modista). Se afilió al Partido Comunista en abril de 1938 después de que un obús matara a su hermana y a unos chicos que jugaban en un descampado. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.
Victoria Muñoz García (18 años, activista). Se afilió con 15 años a las JSU. Pertenecía al grupo de Chamartín. Llegó a Ventas el 6 de junio de 1939.
Luisa Rodríguez de la Fuente (18 años, sastre). Entró en las JSU en 1937 sin ocupar ningún cargo. Le propusieron crear un grupo, pero no había convencido aun a nadie más que a su primo cuando la detuvieron. En abril la trasladaron a Ventas, siendo la primera de las Trece Rosas en entrar en la prisión.
El 5 de agosto de 1939, trece de entre las jóvenes mujeres detenidas - y entre ellas, siete menores-fueron fusiladas. Si bien su ejecución pasó a la historia como el de las Trece rosas, en realidad eran catorce: Antonia Torres, que se había librado por una errata en su expediente, acabó corriendo la misma suerte meses después, en febrero de 1940.
http://www.youtube.com/watch?v=ORhL_eIVQeQ&feature=fvw
Una novela de Carlos Fonseca reconstruyó la vida de Carmen Cuesta y la historia de las Trece Rosas.
Una película de Emilio Martínez-Lázaro adaptó la novela al cine. El episodio ha sido objeto de numerosas investigaciones históricas, y centro de múltiples debates.
Trailer de la película con la escena en la que Carmen Cuesta recibe el encargo de contar lo que pasaba.
http://www.youtube.com/watch?v=yQ8I6CQmncc&feature=related
La vida de Carmen Cuesta cambiaría a partir de aquel episodio. Condenada en enero de 1940 a la pena de 12 años y un día, recorrió los penales de Tarragona, Les Corts (Barcelona), Girona y Ocaña. Tras los doce años de presidio, fue desterrada a 350 kilómetros de Madrid. Por eso mismo, se instaló en Valencia, donde inició una nueva existencia junto a su hermana mayor, Angelita, también detenida en su día, aunque liberada finalmente tras probarse que no pertenecía a las JSU.
Su vida la dedicó a partir de entonces a dar testimonio de lo ocurrido, a cumplir la promesa que hizo a su amiga Virtudes.
Atrás quedaron los tiempos del entusiasmo republicano y de su labor durante la guerra, según declararía en los años setenta a Tomasa Cuevas, que recogió su testimonio.
Tomasa Cuevas también supo darse cuenta de la importancia de recoger testimonios del exterminio:
http://www.youtube.com/watch?v=l_LtZpV4etQ&feature=related
Otros miembros de la familia Cuesta fueron víctimas del clima de represión de aquellos días. Uno de los hermanos de Carmen y Angelita, que era piloto durante la República, fue encarcelado.
Y al padre lo fusilaron, junto a otros 17 presos, y lo enterraron en un paradero desconocido. En la actualidad, Angelita, que suma 91 años, sigue revolviendo cielo y tierra, tras los restos del padre.
"Ha muerto una mujer irrepetible, alguien cuya aportación a la memoria colectiva de aquel hecho histórico ha permitido que millones de españoles conozcan esa parte de la historia que estuvo silenciada por el Caudillo" dijo José Cepeda, vicepresidente del grupo parlamentario socialista y presidente de la Fundación Trece Rosas."Su nombre, sus ideas, su lucha, su trabajo hoy están más vigentes que nunca en Madrid, en España y en el mundo y su memoria, al igual que la de su padre y sus compañeras de las Juventudes Socialistas Unificadas, jamás será borrada ya de la historia", concluyó.
Podemos imaginarla ahora con su amiga Virtudes, sonriente, después de haber cumplido con creces aquella promesa que tanto nos ha servido a todas y a todos, a las generaciones que vinimos después. Descanse en paz.
Porque cuando una se asoma a la red en busca de información gráfica sobre este tema se encuentra con el desagradable hecho del enfrentamiento entre quienes quieren preservar la memoria y los energúmenos que la niegan.

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