DE MÉXICO A TUI, AL VIEJO BARRIO DE SAN BARTOLOMÉ, LLEGAN NOTICIAS
Manuel Vázquez de la Cruz
Hace pocos días, Mariángeles Comesaña Concheiro presentó a Joan Manuel Serrat en el Ateneo Español de México. Ella es la hija de Paco y Chonchiña, la pareja que hizo posible el triunfo del amor por encima de los odios, y que vivió sus últimos años en nuestro barrio.
Serrat es el hombre que con una canción enseñó al mundo que España tenía más idiomas y despertó la furia de todos los que predicaban entonces, y quizás aún ahora, que todo tiene que ser único.
También tuvo que marcharse a México exiliado por querer cantar a la vida en catalán.
México acogió a muchos republicanos que pudieron huir de un golpe de estado brutal y atroz que dio lugar a una guerra del pueblo español contra el fascismo internacional. Algunos falsamente le llaman civil.
Los descendientes de aquellos exiliados siguen allí.
El lunes, 8 de diciembre de 2025, Serrat fue nombrado por ellos Socio de Honor del Ateneo que sus antepasados fundaron.
María Ángeles Comesaña Concheiro con Joan Manuel Serrat, no Ateneo Español de México
Foto: Ateneo Español de México A.C.
María Ángeles Comesaña Concheiro lo presentó.
Dijo... O más bien, recitó:
"(...) Estoy tan emocionada de estar aquí en nuestro Ateneo sentada junto a Joan Manuel Serrat que se me agolpan las palabras. Quiero decir que estoy junto a un amigo, que desde la adolescencia me dio a mí y a mi generación el privilegio de encontrar un lugar donde acomodar nuestros sueños.
Las palabras son muy poderosas, tienen esa virtud de abrir caminos en el pensamiento y en el corazón; las tuyas Joan Manuel que tan generosamente nos has entregado han sido un vínculo con lo esencial, es decir con todo lo pequeño que engrandece la vida, eso que nadie ve y que está ahí en el silencio de las horas, en el patio de atrás, lo has rescatado y le has dado existencia.
Aquellas pequeñas cosas, qué grandes son entre las olas de tu música. En los llanos de la soledad esa que aparece a los 15 o 16 años, acudimos a tu voz, acunando la palabra en el tiempo de Antonio Machado, expresando el inevitable devenir que todos compartimos.
Por eso es tan natural que los versos de Antonio Machado encuentren su otra voz en tus melodías; son melodías que vienen del verso más profundo para desdibujarse en el aire como pompas de jabón. Sin duda tú haces de la palabra un canto, y del canto una palabra, encuentras el sabor a hierba en el nombre de una mujer, expresas la esencia del Mediterráneo, destilas el amor en un juego de luces, dibujas la estampa de una mujer que espera lo inesperado. Y, sobre todo, consigues que los grandes poetas españoles del siglo XX, Antonio Machado, Miguel Hernández, León Felipe pasen de la élite cultural a la sintonía de la radio, y con ello consigues también, que el ciudadano de a pie como yo, no solamente se enriquezca, sino que eleve su percepción estética, y entonces se abra la esperanza de un camino utópico, lejos de la violencia y lleno de poesía.
Con tu voz creas puentes entre los abismos, entre la llamada alta cultura y la cultura popular, entre la cultura de élite y los medios masivos, enriqueciendo a estos últimos. Es decir que los obreros, los zapateros, las secretarias, los ejecutivos, los directores, los carpinteros en algún momento escuchan tus canciones y se encuentran en la poesía Antonio Machado.
Te imagino de niño caminando en tu barrio ese que convertiste en el tintero de tus poemas. Te imagino escuchando cantar a tu madre mientras tendía la cama, o lavaba los platos. Te imagino llegando a los pueblos pequeños de México en la década de los años 70 en tu camión, montando el templete, las bocinas, para cantar frente a la gente humilde de México. Te imagino sentado en tu escritorio escribiendo, dibujando con tus palabras a la tieta, Como lo hizo Jaime Sabines a su tía Chofi.
Hoy has aceptado venir aquí a esta preciosa casa que alberga el tesoro de la memoria de aquellos que llegaron a México escapando del franquismo, vienes tú, nos llenas de emoción, y te hermanas a nosotros en esta orilla de la Ciudad de México que ya es tu orilla.
Gracias Joan Manuel por tanto y tanto; gracias por ser parte de este Ateneo Español de México que hoy se llena de orgullo -del bueno-, y con gran emoción te nombra Socio de Honor (...)".
Yo dudo después de lo que ella escribe decir mas. Lo hago porque los quiero tanto que no puedo callar y no gritarlo a mi manera. En mi pobre escribir.
María Ángeles, déjame que te diga que tu discurso, que es un poema, me hace llorar. Por Marita a la que tu llamas hermana, ya sé que sabes que siempre fui un poco llorón.
Los que me leéis, queridos amigos y amigas, sabéis que muchas veces escribo emocionado y me puede el sentimiento.
Paco Comesaña era un hombre que llenaba el mundo hasta físicamente. Nunca lo hacía solo. Siempre a su lado estaba Chonchiña con su sonrisa.
Ellos durante años vertieron muchas lágrimas y después obsequiaron con alegría de vivir a todos los que los conocimos.
Leo y releo y me lo repito en mi memoria lo que escribió Mariángeles y recuerdo como conocí a sus padres.
Acababan de llegar de un largo exilio en México, el país al que todos debemos mucho por todos los que allí encontraron un hogar y vida. Y nosotros por ellos.
Era de mi barrio. Del viejo arrabal. Dos días antes me enteré que donde yo jugaba de niño había un hombre muy bueno en el exilio.
Nos sentamos y hablamos. Me contaron parte de su vida. Fue de los momentos que las personas guardan para siempre. Son historias que a uno no lo abandonan jamás.
A la salida, en aquel portalón que nos servía muchas veces de portería en nuestro juego de niños al fútbol, les dije el encargo concreto que me había llevado allí:
- Me pidió Santiago Álvarez que os abrace muy fuerte.
¿A qué estás esperando? Me contestó Chonchiña, mientras Paco asentía sonriente y con el rostro bondadoso de siempre, los tres nos unimos en un abrazo, un largo y sentido -muy sentido- abrazo que sigue y sigue.


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