Epístola a mi amiga buena (1)
Manuel Vázquez de la Cruz
Buenos días, amiga buena:
Estoy mejor que cuando nos dijimos adiós. Menos triste, quizás tu voz cura pesares y esta noche la he escuchado muchas veces. Ahora le llaman virtual a los pensamientos que de la cabeza pasan al corazón. Yo les llamó sentimientos. El ser viejo...
Fuí de caza, el ancestro que tengo desde adolescente, que está mal visto, pero yo como don Miguel Delibes practicamos, caminando, observando, queriendo a los animales y sintiéndonos ecologistas. Él y yo ni siquiera veíamos contradicción en nuestra conducta y yo sigo sin verla. Discúlpame tú, amiga buena, que no lo entiendes así.
Mi perrita y yo pasamos el día de ayer entre olivos, entre luces y sombras, cantos de pájaros y recuerdos. El ser mayor también es recordar y, no se lo digas a nadie, tener algún mal pensamiento, como llamaban los curas a los que yo tuve en la adolescencia y hasta el borde de los noventa años. Ahora desde hace quizás ochenta ya sin remordimiento de aquellos pájaros de mal agüero. Ayer, entre los árboles, olivos de Atenea, y en la ancianidad, me sentí muy feliz al volver a sentirlos. Revivieron mi alma y me encantó pensar que si seguía pensando y soñando así iba a ir derechito al infierno, al fuego eterno, por soñar con normalidad.
Hace años había remordimiento en el pensamiento, ahora alegría de seguir viviendo y sintiendo el impulso de sus bondades, y si se pudiera dar marcha atrás en el tiempo y pudieras hacerte visible, hacerle un enorme corte de manda a los que amargaron nuestros pensares. Desgraciadamente...
¡¡¡Cómo me gustaría hacérselo y decírselo a todos los malos - y “tanto” - del mundo, tan roba vidas, que hasta el pensar lo convirtieron en pecado!!!
Con penas de fuego eterno.
Ese Dios, su dios, que si es como ellos dicen, es contra natura, no puede ser el mío. Que se queden con él y lo guarden para ellos. Que pequen en su contra, como van a seguir haciendo ellos, sus hijos y los hijos de sus nietos.
No tiré demasiado bien, como casi siempre, quizás peor, y la perrita, aunque es joven, me miró algunas veces como reprochándomelo. La acaricié y muy bajito le dije al oído: “Lúa, tienes razón pero Said va a venir pronto con el bocadillo, que entre olivos sabe a gloria, y te daré la mitad”.
Yo creo que lo entendió todo ¡cómo no va a entender un perro lo que se le dice en un olivar de Cornicabra. Quiero creer y creo!.
Y como Delibes, pensé que la caza es un hombre y un perro haciendo paisaje en un barbecho o en un olivar o en un campo de almendros en flor, y no, nunca, una competición de matar animalitos. Y, para ser congruente con los antepasados que cazaban por necesidad, comer todo lo que se caza y, aunque parezca difícil, velando por la vida en el campo y en la naturaleza. Así era en el caso del gran escritor y así es en muchos otros. No todos, como en todo. Infelizmente.
Y también me alegraba saber que a mi amiga le encantaría verme sin dar una en el clavo y sabiéndonos a Lúa y a mi entre olivos, que es el árbol de la paz.
Pensé en Atenea, mi diosa preferida, que cuando Zeus le pidió que hiciera algo por la humanidad, tiró al suelo una rama de un árbol sin valor y de la tierra brotó un olivo con aceitunas. No, señores sionistas y pueblos del mal, de lo que tiró Atenea no apareció una tierra “prometida” ni un misil terrorista que mata niños y mujeres a mucha distancia. Un amigo mío sostiene que la rama del árbol malo era de un eucalipto debajo del cual se paseó la señora Ayuso, la que decía que los ancianos muertos en sus residencias se morirían igual en los hospitales.
¿Eso no es terrorismo, señores del PP? Lo de los sionistas, claro; y para la tierra, los eucaliptos un poco de lo mismo son. Quien los ha convertido en un monocultivo en nuestra tierra. Lo de la señora Ayuso, otra sandez muy suya.
Y pensando seguí fallando.
Nunca me importó demasiado fallar. “O que non ten fallos non é humano”, decía mi abuelo. Así que fallo un poco, seguramente en todo. Gracias a Dios también en los malos pensamientos que en el medio de los olivos - usted perdone señor abad -, me aparecieron aun más hermosos. Esplendorosos, diría.
Por la noche cenamos los cinco amigos con un vino que huele a laurel recién cortado (de casta loureiro, claro), y llena el paladar de un sabor redondo y sin estrías, que me encanta a mi y a ellos también. A ti te gustaría estar allí donde se hablaba de todo y sobre todo de cosas ocurridas en nuestras aldeas. Las aldeas fueron un vivero de historias y también una especie de banco para guardarlas. Ayer por la noche los amigos éramos aldeanos en hotel de muchas estrellas, un poco decadente, pero muy nuestro y precioso en nuestro día a día, allí en Santa Olalla, de Toledo. Y allí pensábamos y soñábamos con una lareira con leña ardiendo, en aquellas casas de nuestras niñeces, mientras se escuchaba caer la lluvia y sonar el viento. Estuvimos volviendo, y volvimos incluso en el recuerdo. Fue muy hermoso volver.
Hablamos de todo. De cosas picantes y de muy dulces, de castidad y de lo bonito que puede ser saltarla para los que están obligados, como estábamos casi todos entonces (que puñetera manía tenían) a guardarla... Pero sobre todo recordamos lo bonito que es amar y querer al mundo entero por encima de fronteras y otras lindezas que inventaron los hombres. Sentir cariño por las personas a las que la naturaleza dio colores, ojos y cara distintas a las nuestras para subsistir en otros climas. Los hombres malos, los de las fronteras y odio a otras razas, puntualizó Millán, doctor en medicina, no entenderán nunca la felicidad que da el querer. No les interesa y su vida es eso: intereses, explotación del hombre por el hombre.
Pobres, sentenció. Los explotadores, aclaró. Los otros pueden pasar penalidades pero ellos son parecidos a Trump. Prefiero ser de ellos.
Me acordé de mucha gente, también de ti, y os eché de menos con pena. En la mesa de al lado una chica tunecina mostraba una sonrisa parecida a la tuya. Se lo dije. Se sonrió y me pidió que se lo dijera en francés. Mi amigo Benigno tradujo mi dicho y algo más. La chica era muy guapa, y mi amigo quiso demostrar sus virtudes en el idioma. Lucirse un poco, no es pecado.
Y a ella le gustó lo de que yo tenía una amiga buena, que él le contó, a la que escribía cartas sin destino. Me lo dijo. Fue entonces cuando se sentó con nosotros y nos recitó un poema al fuego de los hogares de su aldea, muy distinta a la nuestra en el paisaje pero no en el sentimiento. Allí desierto, aquí lluvias, pero el fuego estaba allí y aquí en los corazones y en amar a la vida. En el desierto o en nuestra esquina verde. El calor de lareira igual, aunque no lo fuera la leña. Lo había entendido y nos explicó que allí utilizaban excremento de camello. Como es poeta lo contó en poesía y todos los presentes sentimos su poema. Y entendimos o creímos entender el francés.
Mi amiga buena tiene poesía en la cara y sonríe como tú, le dije.
Nos miramos y me preguntó sí la quería mucho. “Es la única persona que tengo para contarle mis pecados de malos pensamientos”, le dije.
Dejó de sonreír.
- Yo no tengo a nadie.
Se hizo silencio.
- Hoy sí tienes, fuimos diciendo todos atropelladamente y casi a la vez.
Ella volvió a sonreír. Esta vez me pareció que con cierta coña.
Y siguieron las anécdotas. Unas graciosas y otras tristes. Todas hermosas.
Que gracia le haría a mi amiga buena - pensé - la del cura que cuando se está muriendo llama al ahijado (?) para despedirse.
Y le dice muy tiernamente y con mucho teatro de púlpito, que se va a marchar y quiere darle un último adiós, pedirle que sea bueno y muy respetuoso con Dios Nuestro Señor y con su madre. El chiquillo que desde su uso de razón había estado escuchando las mismas cosas del mismo señor, bajó, como siempre la cabeza y guardó silencio.
El cura alzó un poco la voz y le dio la bendición. Después con un sentimiento y un cariño que no había mostrado nunca, musitó:
- Adiós, Pepiño.
El rapaz levantó la cabeza y contestó:
- Usted siga bien, padriño.
Y el señor abad expiró.
Santa Olalla, Toledo, 07-02-2024.
Postdata:
Al día siguiente los cinco nos levantamos muy pronto pero la tunecina ya no había dormido en el hotel.
Ningún comentario:
Publicar un comentario