No está probado que beber té genere pensamientos radicales. Sus defensores, entre los que me encuentro, sostienen lo contrario, que es diurético, es decir, ayuda a eliminar toxinas. Debe de ser que cuando se asocia a la política sus propiedades cambian peligrosamente. En EEUU, por ejemplo, los miembros del Tea Party (que toman el nombre de la revuelta del té en Boston contra la metrópoli Inglaterra) se presentan como un movimiento ciudadano, fresco, generador, ajeno a la política profesional, apartidista y un poco antisistema (no confundir con los antiglobalización). Se trata de una visión sesgada y errónea porque en realidad son la extrema derecha que agitada desde el canal de televisión Fox News trata de ocupar el Partido Republicano (demasiado centrista, al parecer) y ganar poder en Washington. Pueden conseguirlo el 2 de noviembre.
Fuente: blogs.elpais.com/aguas-internacionales/
Una selección de Tini Andrés
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