20 de dec. de 2022

OPINIÓN

UN POEMA EN NAVIDAD QUE LLEGA DESDE PICO ÁGUILA Y HABLA DE UNA MUJER

Chachopo a Apartaderos

Caminas Luz Caraballo,

con violetitas de mayo

con carneritos de enero

Inviernos del ventisquero

farallón de los veranos

con fríos cordilleranos

entre riscos y ajetreos

se te van poniendo feos

los deditos de tus manos (…)

Andrés Blanco

 Por donde pasó Bolívar y su ejército, por donde anduvo poniendo feos los deditos de sus manos y sus pies Luz Carballo, pasó un día de 1941 Cheliño, de mi aldea, que son muchas, y María, costurera de chicas de cabaret.

 La primera huía, tenía un año más que veinte, de un país donde aún se mataba sin piedad. La otra de la hipocresía imperante.

 Eran amigas.

 La dos buscaban vivir, ganar algún dinero y volver. Una a su aldea y otra a la ciudad cercana.

 Las dos habían conseguido salir de aquel país brutal de hambres y miseria, de usted sabe quién soy yo, de la paz de los cementerios, que seguían recibiendo cadáveres de muertes violentas todos los días por odio al pensamiento o a la clase social o quizás porque el vicio de matar había salido de lo más oscuro de la historia y no quería volver a su escondite. Ellas escapaban gracias a un cura masón, republicano y poco amigo del celibato pero muy cristiano, el señor abad, don Manuel, recordado con mucha cariño en aquella escondida aldea cuyo nombre no quiero decir.

 El hombre mayor de ojos verdes, cabello largos y hermosa sonrisa, le contó a Maru, su amiga mejicana, un poco de la vida de Cheliño.

EN UN PUENTE DEL CAMINO PORTUGUÉS VERDADERO DE SANTIAGO, HABLAN DE CHELIÑO y MARÍA




Manuel Vázquez de la Cruz

 Cheliño era alta, muy bien formada, ojos negros muy grandes, precioso rostro y mirada que podía ser de inmensa ternura, despectiva o muy valiente. Ella decía que miraba según mereciera el mirado o la mirada.

 Tuvo muy difícil la vida pero la vivió y ganó dando y recibiendo cariño, alegría de estar y queriendo cambiar el mundo que mejoró a su alrededor por lo menos. En todo fue autodidacta. Incluso en el pasodoble con “paradiñas” que le encantaba bailar. Reconoció siempre que con quien mejor lo bailaba era con Pepito, aunque no dejó de mirarlo despectivamente. Nunca le perdonó que para seducirla le dijera que le gustaba mucho a su madre, lo tomó, y tenía razón, como un ultraje a las mujeres todas. Incluso a las que Pepito lo había logrado con ese método. Además, no era su tipo, decía y sonreía. Antes y después de toda la odisea del excombatiente, expresidiario y exhabitante de una aldea rusa que cuando se enteraba de lo que decía Cheliño, subía por la paredes y ella lo sabía.

 Nació en 1919, sus padres habían muerto con la gripe del dieciocho. Su madre cuando ella tenía dieciséis. Ambos eran exemigrantes en Brasil y allí se habían hecho masones y ateos.

 Volvieron con algún dinero y compraron tierras. Tenían dos vacas lecheras, una pareja de bueyes y cosechaban maíz para el año. Lo que significaba en la aldea ser ricos, aunque él, que se llamaba Ricardo, solía recoger del Quijote la respuesta de Sancho, a la pregunta de qué era ser rico: “- Mi señor, ser rico es no pasar hambre”.

 El matrimonio tuvo una discusión muy seria para elegir el nombre de su hija. Ella quería ponerle el suyo. Él uno de la naturaleza o de una estrella o Libertad. No la bautizaron pero llevó siempre el nombre de su madre. Diminutivo incluido. Nunca fue Consuelo, ni Chelo y siempre firmó y fue llamada Cheliño.

 Cuando murieron sus padres ella continuó con la explotación. El maestro republicano, antes de marcharse en el 34 le regaló libros de agricultura y avicultura. También de Valle Inclán, García Lorca y una enciclopedia completa del Diccionario Hispano Americano de la Lengua que el padre de él había comprado muchos años atrás a un señor de Porriño, que vivía en Chile, y que se llamaba Antonio Areal. Tu “médium” pudo ver los enormes tomos en un armario con puertas de cristal cuando era niño

 Ella era una gran lectora. “Soy campesina activa y feliz pero me gustaría ser una gran costurera y poeta, aunque no fuera buena en ninguno de los ‘oficios’”, decía siempre pero sin pena. Penar no era su estilo de vivir.

 Maru, yo guardo su foto con un poema. Solo puedo decirte como empieza: “Esa niña que ves en la foto sabe que amas a otra…” Lo demás es muy bonito.

 La otra, ella lo sabía, tenía nombre de flor.

 Mientras estuvo escondida en la rectoral tenía miedo pero yo siempre pensé que viva no la cogerían nunca ni sin luchar. Era más valiente que todos y todas de la aldea; y por lo menos igual a cualquier otro u otra de otro sitio. Como curiosidad el escondrijo de la casa donde se metía se había construido en el siglo XIX, que es cuando en España se inició el anticlericalismo frente al antiguo orden clerical, que es el que había hasta entonces, en el que ellos mandaban, castigaban, quemaban,…, y aún no han pedido perdón.

 Los liberales fueron anticlericales porque la postura de la Iglesia católica española fue ultraconservadora y en 1848 se quemó por primera vez una iglesia en España. En Escocia cuando la jerarquía calvinista tomó partido por los latifundistas ardieron decenas de templos de aquella religión.

 Los integristas católicos españoles y sus jerarcas se pusieron siempre al lado de los poderosos. Se olvidaron que el padre putativo de Jesús de Nazaret era carpintero, de la hermosura y enseñanza del Sermón de la Montaña, de que su origen era de paz, de poner la otra mejilla, de amar al prójimo como a uno mismo y no les interesó en absoluto la gran recomendación del Maestro: “Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Fueron Dios y César. Desde San Ambrosio, mucho más del César.

 Fue larga la noche y muy larga la conversación en la que Cheliño me dijo, más bien explicó, todo esto. Su padre se lo había enseñado y el señor abad repetido. Pensé que vivir sin saber la verdad u ocultándola debería ser pecado para los que creen. Y un mal vivir para todos.

 No iba a misa, se decía que era atea y otras cosas que no eran ciertas pero mi abuela, y quizás creía la otra cosa, que era muy cristiana, quizás por serlo, afirmaba que era una persona excepcional.

 Le embargaron los bienes y le impusieron una fuerte multa. Después se los devolvieron cuando volvió de Venezuela pero tuvo que pagar algo así como los derechos reales. Una coña.

 Su marcha y la de su amiga costurera fue una gran aventura. El señor abad las vistió de monjas y un amigo de él, de nombre Floreal (hijo de un hombre muy bueno al que habían asesinado “señores de bien”, alguno de noble cuna), las pasó por el río. Ya en Portugal un colaborador de la resistencia las llevó hasta Arcos de Valdevez. Estuvieron varios días en una casa, vestidas siempre con lo que llegaron. Días después llegó una señora que les entregó un pasaporte español, totalmente en regla, pero aconsejándole que estuvieran unos años fuera.

 Les propuso que se fueran a Venezuela pero no a Caracas porque aquella ciudad estaba muy espiada por la Policía franquista y aquellos pasaportes necesitaban tiempo para si preguntaban si eran válidos el funcionario no pusiera la mínima objeción por falta de información reciente y no tener que hurgar en documentos con el trabajo consiguiente. Terminó diciéndoles que el viaje a Venezuela ya estaba pagado y les dio algunos dólares para que emprendieran allí la vida y que ella estaba segura que así sería. Cuando le preguntaron por el sitio que le parecía mejor les dijo que pasaran los Andes por Pico Águila y trataran de hacer su vida en Mucuchíes. A las dos les sería fácil, Cheliño era una experta agricultora y María una gran costurera. Allí saldrían adelante muy bien.

 Si la aldeana pudiera ver en su diccionario de Lengua Hispano Americano que Mucuchíes significaba “Lugar de la Luna” muy probablemente pensaría en una poesía y la escribiría.

 Les entregó ropa de vestir e interior para el largo viaje en barco. Salieron de Lisboa.

 Y fue larga, muy larga la navegación, el miedo a las tormentas y el terror a los submarinos nazis. En el muelle no las esperaba nadie. María vertió unas lágrimas a las que probablemente seguiría un fuerte lloro. Cheliño la miró, solo la miró, y cesó el llanto. Se metieron en una especie de pensión. En el bajo, en un bar, había un gran alboroto. Llamaron a la puerta de su habitación. Habló el dueño al que ya habían conocido y era hijo de un emigrante gallego y ya mayor.

 Les dijo “los de abajo están muy ”tomados“, cojan esto, está cargado y dispara bien, aunque no lo parezca”. Pregunto si sabían usarlo. Cheliño dijo que muy bien y que no sería la primera vez. Después supo que el jefe de la pensión les contó a los de la juerga que las chicas tenían un revólver Y disparaban muy bien. Nadie las molestó pero “cuando María se durmió empapé mi almohada con el agua de mis lágrimas. Por la mañana apreté los puños y dije de esta salgo como me llamo Cheliño”, me contó muchos años después.

 Al día siguiente en un coche moderno, por una carretera destartalada, salieron de La Guaira, rodearon Caracas y dos días después llegaron al Lugar de la Luna, que en lenguaje de los indígenas de la zona se llamaba Mucuchíes. Estuvieron dos días en una pensión sin ningún problema y se fueron a una pequeña casa alquilada. Y unos días después, muy pocos, María empezó a coser en una maquina prestada y en poco tiempo, decía Cheliño, “las mujeres del pueblo vestían más bonito sin haber perdido los bellos coloridos pero, como se dice ahora, eran más sexis”.

 Por su parte ella había empezado a trabajar en un almacén de patatas donde aprendió varios oficios y conoció proveedores de más productos.

 Sus últimas lágrimas vertidas en Venezuela quedaron en la pensión del puerto y fueron también las primeras. El revólver estuvo con ella mientras duró su estancia en aquel país y, aunque nunca lo disparó, alguna vez lo utilizó.

 Allí le hizo falta enseguida. Su patrón, pasados los primeros días, la llamó al despacho, que era suntuoso para lo que el negocio daba a entender. Algo de sorpresa debió mostrar Cheliño porque él le dijo con orgullo: “Chica, yo tengo más negocios y soy criollo o lo que es lo mismo descendiente de los conquistadores. Siéntate y hablamos. Así lo hizo ella. Le enseñó diferentes papeles y en un momento dado le dijo que se sentara a su derecha para enseñarle un libro de cuentas. Ella, con su bolso colgado del hombro izquierdo le dijo que si no le importaba se sentaría a su izquierda. Así lo hizo. Durante unos minutos todo siguió igual, aunque lo que él le comentaba era muy intranscendente. Después él puso la mano en el muslo de ella. Ella movió un poco la parte superior de su cuerpo hacia la izquierda y sacó el revólver del bolso y clavó literalmente su punta en el costado del hombre y le dijo con mucha calma:“Si antes de que termine de hablar no retira su mano de mi muslo le pego un tiro”. Cuando dijo a la última palabra el individuo ya tenía la mano sobre la mesa y se deshacía en mil explicaciones…

 Siguió trabajando algún tiempo allí y después montó por su cuenta un almacén que vendía muchas más cosas.

 Ella y María compraron una buena casa y hasta 1949 el año en el que se vinieron vivieron bien e hicieron dinero.

 Antes de venir vendieron todo y en el Lugar de la Luna o en Mucuchíes quedó el dicho “Aquí vivieron dos gallegas; una era de mucho cuidado”.

 Porque así, el descendiente criollo, de un conquistador, de un poseedor de encomienda, de un colonizador y adelantado de España, denominaba a Cheliño.

 “El era un sinvergüenza. Fue un hijo de puta con casi todas las empleadas. En un caso por lo menos con una madre y su hija”, decía siempre ella y siempre lo decía con un inmenso desprecio y asco. Terminaba explicitando, “el revólver estaba cargado”.

 Volvió. Tomó el vapor en el mismo puerto, durmió en otro hotel pero entregó el arma al posadero y le regaló una bandera de la República de España confeccionada por ella misma. “Es la bandera de mi padre, mi madre y mía”.

 El hombre se emocionó mucho. “Mañana la colocaré en la tumba de mi padre. Emigramos para poder redimir los foros”.

 Volvieron. Maru, siempre pensé que si en mi vida hacía algo materialmente o espiritualmente muy bueno le llamaría “volver, una hermosa palabra, en homenaje a Cheliño, una mujer excepcional. Intenté hacer un tequila con ese nombre y no pude pero hice un escrito para un centro gallego, no el oficial, con ese nombre en Argentina.

Linda palabra es volver. Por ella estoy en este puente por el que entré miles de veces a mi aldea y del que guardo la historia más hermosa de mi vida.


MARU, VOLVEREMOS A LA HISTORIA CUANDO VUELVAS. AHORA ERES TÚ LA QUE NECESITAS UNA PAUSA.

Además así damos paso a tu médium y a una historia preciosa. En la que un amigo habla de su madre, una gran maestra quesera.

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ESCRITO DE UN AMIGO. SU MADRE SE LLAMA CONSUELO

LA MADRE DE LOS QUESOS DE ORO 

Escrito de Benigno Pereira Ramos

 Consuelo, mi madre, con 18 años emprendió con Pepe, mi padre, un proyecto clásico con sede social en casa de sus suegros. Con 23 ya tenía 3 churumbeles a los que atendía a la vez que trabajaba en la agricultura y ganadería de finales de los 50.

 Después de acostar a sus hijos, medio día y noche, hacía uno o dos quesos de la época, leche que había ordeñado de aquellas vacas dedicadas básicamente al trabajo.

 Cuando la maquinaria se hizo cargo del laboreo del campo, las vacas aumentaron en número y en producción de leche.

 En los años 80 ya trabaja en un pequeño obrador y pone registro sanitario y etiqueta a sus quesos “ARQUESAN”.

 Poco a poco la calidad se va reconociendo y, a su manera, pasa a ser una mujer influyente.

 Su conocimiento del arte pasa a ser un modelo a seguir por nuevas generaciones de queseros que aún no hemos sido capaces de superarla.

 En 20 ediciones de la Cata de quesos de Galicia, Consuelo fue distinguida 17 veces, 13 de ellas con el “ORO”, 5 consecutivas.

 Consuelo a sus 83 años sufre ahora, como todo humano, las secuelas de haber aprovechado la vida en lo físico, y se le olvidan las cosas más recientes. Como dijo al principio de esta etapa “a veces porque me conviene”. Pierde la memoria pero no el sentido ni la capacidad de darnos amor a sus 4 hijos.

 No se le ha olvidado que ha sido una mujer luchadora y todavía sabe hacer un Arzúa-Ulloa mejor que nadie.

 Para mí la mayor influencer y un ejemplo de empresaria que cada día, y sin medios, luchaba por hacer posible lo imposible, y lo lograba.

 No puedo cerrar este homenaje sin manifestar públicamente que la adoro y confesar que no le dedico todo el tiempo que le debo.

 No sin remordimiento, el 31 de Julio, después de 35 años continuos de actividad, ARQUESAN ha dejado de salir al mercado. Consuelo resignada me dijo: “Fillo, que lle imos facer, si non hai quen poda atendelo”.

 Homenaje a la madre que me parió. LA MADRE DE LOS QUESOS DE ORO. Me molestó que no estuviese ENTRE LAS CIEN MUJERES MÁS IMPORTANTES DE ESPAÑA.

Benigno Pereira Ramos

NOTA DE MANOLO

 El autor de esta carta es un digno sucesor de su madre. Casi todos conocemos los quesos Bama, yo los ví nacer, y ahora ya vinieron desde las riberas de O Bibei sus tintos de brancellao que junto con otros de otras zonas pero de la misma variedad, se hicieron “del año y añejos” de gran categoría.

 También de tintos nuestra tierra puede presumir y sobre todo ser.

 Cuando se recupere, al encontrar un buen portainjerto, el espadeiro, en vinos y en historias vamos muy bien servidos.

 Y si recuperáramos la ganadería menor y mayor en extensivo y se ordenara debidamente el territorio, seríamos un país con cabeza. Si seguimos destruyendo tierras de cultivo y montes, seremos un monstruo.

 Cheliño y Consuelo fueron, cada una en su estilo, grandes mujeres.

 A ver si con la agricultura se hace verdad el refrán “Nunca choveu que non escampara” y se vislumbra futuro.

 Ahora al levantar la vista empieza a verse solo o casi solo un enorme eucaliptal.

 Mi amigo de ojos verdes sabrá disculparme por la interrupción de la historia. Pronto volverá él y Maru, mi Maru querida, a decirnos y a contarnos.


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