Fortaleza de San Lorenzo de Goián, algunas patologías
(5ª parte)
ENCUENTROS POLIORCÉTICOS
Teniendo en cuenta la no exhaustividad de estos textos y la complejidad que encierra la lectura de paramentos en toda construcción histórica, podremos desvendar poco a poco lo que se denomina análisis estratigráfico sobre construcciones. El término se las trae, puesto que no hay unanimidad a la hora de introducir el adjetivo “arqueológico”. La utilidad de ese llamado método Harris no excluye aplicar lógica y semántica a las cosas. No es lo mismo una obra antrópica que un estrato arqueológico, no es lo mismo verticalidad que profundidad. En Goián, por ejemplo, a simple vista se advierte que la intramuralla noreste entre San Lorenzo y Santiago detenta obras de diferente cronología. La pulsión entre arqueólogos y arquitectos se mantiene dado que los principios de estratigrafía tienen poca vida (años 80), se han aplicado escasamente desde Barcelona o el País Vasco, o también el CSIC, poniendo un poco de lado al mundo de la arquitectura.
Aún no es muy convincente destinar a la Arquitectura al papel de oyente, obligado a hacer un “acuse de recibo” relativamente a lo arqueológico. La artificialidad de la obra humana, loable de todo punto, no puede ser solamente definida como unidad estratigráfica muraria, ni tener una mera consideración arqueológica. En un muro, en su levantamiento, hay considerandos que no tiene una prospección, una excavación o un yacimiento. En el paramento, en la crujía, los elementos volitivos se superponen o adosan, se cortan entre sí o se cubren y hay discontinuidades o interfaces. El hombre hace inteligente a la piedra y, obviamente, hay una espiritualidad en ella que no la ofrece la arqueología. La pequeñez no puede orillar a la obra grande, mas cuando se admite al final que el método de los italianos (Parenti, Bonelli, Brogiolo, etc..) no es cerrado, antes bien flexible. Las cosas por simples no son menos verdades. Habría que llegar a aproximaciones consensuadas, sobre todo en el terreno de los vocablos.
Los valores de San Lorenzo de Goián son además exigentes. Por ejemplo, el arbolado: ¿Seremos capaces de suprimirlos en orden a una disposición geométrica y paisajística más acorde con el fuerte de época moderna, más acorde con el seiscentismo? ¿De los 31 árboles del recinto interno, cuántos dejamos o cuántos descepamos? ¿Cómo el paisaje determina la espacialidad de este tipo de construcciones? ¿Por qué el glacis y el seiscentismo son tan importantes como la misma plaza de armas o recinto central? En otro orden de cosas, ¿qué sentido podemos dar a la concesión de un premio Espazo Fortaleza que privilegió el cemento, la “betonada”, sobre otras consideraciones? Para gustos, colores, a lo que se ve.
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