APUNTE DE TRISTEZA
Manuel Vázquez de la Cruz
Ayer por la tarde han salido a la luz las vergüenzas de maltrato de Errejón a mujeres. Uno siente el doble de pena y asco. Asco por ese hombre que ha pasado a ser un individuo odioso.
Lo es y duele porque era, hasta hace poco, como de los nuestros, como de los que queremos que hombres y mujeres sean iguales siempre.
Y que unos y otros se tengan el máximo respeto.
Ahora él es comparable al grupo de empresarios que hacían secuestrar niñas (y que ni pisaron la cárcel), a los curas o no curas pederastas, a todos los machistas de fuerza bruta y brutos.
O sea peor: un hombre que se mentía así mismo predicando lo que no deseaba y nos representaba a otros, teniendo una conducta deleznable.
Y con él los que queremos un mundo de hombres y mujeres libres e iguales, debemos ser más duros que con nadie porque no supo vivir de acuerdo con sus ideas y nos falló miserablemente traicionando nuestra forma de pensar.
Estas, las ideas, siguen y no traicionan.
El fue de los nuestros. Ahora ya no.
Ni jamás.
Las ideas siguen en todos de los que piensan y sueñan con un mundo mejor. Errejón no tiene nada que ver con los que las respetan y por tanto quieren estar lejos, muy lejos, de él. Ayer en la tarde negra recordé a Carlos Crespo Alfaya que decía siempre que el que piensa y predica una forma de sociedad debe demostrarlo, en lo posible, antes de que lo que quiere llegue a su vida diaria.
En la tarde negra, repito negra y muy negra, me he acordado mucho de él, de Carlos, era un modelo de persona comprometida y alegre. Buena y de mente clara con una capacidad de enseñar magnífica. Y siempre, hasta su muerte, luchando por un mundo mejor y distinto.
Ni los años de cárcel desde 1947 a 1953 pudieron con su modo de entender la vida.
Hoy estaría muy triste. Un farsante vejador anduvo entre nosotros.
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