5 de mar. de 2025

OPINIÓN

ES MOMENTO DE RECORDAR PARA QUE NO VUELVA NUNCA MÁS (II) 




Manuel Vázquez de la Cruz

 Así eran los 25 años de paz que inventó el señor Fraga Iribarne. 

 Esos años así llamados, donde el dictador firmó sin parar sentencias de muerte. A alguna también dio su firma el inventor del dicho. Y quedó tan pancho, elaborando, y copiando el título, un periódico clandestino. 

 Empezaba a llegar el turismo, porque la paz hacía años que había llegado a Europa, y millones de hombres y mujeres de España haciendo buena la propaganda “Fraguiana” de “España es diferente”, se marchaban a cualquier lugar del mundo para poder trabajar. Como Hermenegildo se había marchado poco tiempo atrás a la División Azul. A la guerra también para “tirar á fame”, me dijo cuando mientras plantábamos olivos. 

 Ahora, después del fallo de la autarquía del general de notas académicas pequeñas en el ejército y en los cuatro años de bachillerato, que un día sentenció que en España la economía debía ser autosuficiente en todo. Dijo y practicó esto en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX. Incluso contrató a un hombre medio mago, estafador, para que le hiciera gasolina sintética. “El pequeño libro pardo del general”, circuló entre muy poca gente y no se sabe cómo. Lo había escrito Manuel Vázquez Montalbán, y recogido la colección inmensa de estupideces que aquel hombre, el general de pocas luces, había soltado y hecho durante un tiempo, mientras el pueblo pasaba hambre. Habría que reeditarlo o buscarlo. Yo si tuviera uno se lo pasaría a Abascal y Feijóo. Quizás entonces entendieran que la muerte de Franco y su dictadura es de celebrar. Abascal haría que se cabrease mucho con el autor y Feijóo pondría su conocida cara de mármol y su sonrisa, parecida a la que le pone a Mazón. Cada uno es como es y como quiere ser. 

 Quisiera imaginarme a Abascal trabajando como un emigrante. Amigos, no he sido capaz de imaginármelo. 

 Después del experimento económico de aquel individuo de cuatro años de bachiller, tres de Academia Militar y mucha guerra, mucho matar moros y cristianos, España seguía estando en quiebra y pagando a Alemania las deudas de la guerra. Fue entonces cuando apareció el Opus con López Rodó, López Bravo y compañía. Eran tecnócratas, gentes por encima de la gente y para quienes los sacrificios del pueblo no contaban. Solo los números. A esos señores les cabe la "honra" de empezar el vaciado de una gran parte de España. 

 Millones de hombres y mujeres de España se fueron - como otros vienen aquí ahora -, a hacer los peores trabajos en otros países.  

 Antes los trasatlánticos abarrotados habían surcado el Atlántico con paisanos nuestros. También surcaron mares en barcos de todo tipo escapando del hambre. Los canarios se hicieron especialistas en barcos de vela y llevar emigrantes clandestinos que escapaban del hambre de los años cuarenta y cincuenta. Fueron muy mal tratados en algunos países de América. Ahora ellos, por lo que he visto y oído reciben mejor que ninguna otra región española a los que llegan huyendo de la miseria y haciendo aquí los peores y peor pagados trabajos. Aquí a los niños que no tienen padres a su vera les llaman menas. El lenguaje, el no llamarles niños a los niños, también es síntoma de que una sociedad está enfangada como Feijoó, Alianza Catalanista, Voz y todos los extremistas radicales que están siempre contra los niños y los poetas. Como en las guerras, poetas y niños son los que más sufren las consecuencias. 

 Convendría recordarles que el milagro español, como le llamaba pomposamente aquel régimen, lo hicieron los españoles de ambos sexos, más desposeídos, trabajando de sol a sol en los países de Europa y América, haciendo las peores tareas, que los de allí despreciaban. 

 Lejos de sus casas, muchas veces viviendo en barracones comunes...

 Mandaron mucho, muchísimo de dinero, para los familiares de la España imperialmente miserable. 

 Y en Galicia los campos de cultivo - que costaron muchos sacrificios conseguir -, sin hombres ni mujeres, fueron casi desapareciendo. 

 Aquel milagro sin cimiento, la agricultura debía serlo y se desmoronó, puede que algún día pase factura al pueblo de una generación. Al pueblo, no a la gente bien del señor Feijóo. Puede venir una enorme crisis y no tendrán campos que cultivar ni sabrán  el oficio. 

 Puede pasar. 

 Recuerdo mi llegada al aeropuerto de Londres con agricultores asturianos. Nuestra llegada fue la de España diferente de otra gente, de los emigrados. Por una puerta lateral entró en una vagoneta nuestro equipaje. Por otro lado en una cinta móvil los de otra gente, la gente bien, que recogía del dispositivo mecánico sus maletas. La nuestra, la furgoneta las tiró al suelo. Higinio, presidente de la cooperativa agrícola y yo, fuimos a protestar a la compañía. Se deshicieron en disculpas porque no sabían que éramos turistas. Creyeron que éramos trabajadores y por tanto emigrantes. Nos trataron como, o mejor, que a la chica que pasó por la acera de la Corredera de Tui. Ella quizás no se enteró de la barbaridad y estupidez del alcalde. En Londres sí. Yo, honradamente, fui muy vehemente. Le llamé en mi mal inglés de todo. Vino un guardia y me dió toda la razón, nos llevó a su oficina y escribió nuestra denuncia. A lo mejor después no hizo nada, pero yo salí de allí hinchando el pecho y feliz. He de reconocer que quedé muy contento de haberme excedido y que aquella noche recordé muchas veces la escena del bar y del alcalde con la mano en sus partes. La bestialidad obscena que había visto muchos años atrás.

 Es curioso, pero el niño de la guerra, nacido en O Porriño en 1936, fue por primera vez ciudadano libre y ejerciendo como tal en Londres en 1972. 

 En España reinaba un fresco general procedente del noroeste con un régimen opresor de frases ridículas y mujer con muchos collares. 

 Era Caudillo de España por la gracia de Dios. Así con esa inscripción circulaban las monedas. 

 ¿Es mínimamente serio o decente, que en un país en el siglo XX pudiera pasar esta historia tan ridícula? 

 La cosa es eso, pero eso revela mucho más. 

 Todos los jóvenes de hoy deben enterarse de las “pequeñas” cosas que sucedieron muy cerca de donde viven y eran tan comunes y continuas, que parecían normales. Es necesario para que sabiéndolo no permitan que se repitan. 

 Porque además de ridículas y miserables, fueron de sangre, hambre, lágrimas, corrupción establecida como norma y desprecio ignorante a la inteligencia. 

 Lorca, Machado, León Felipe,..., y los mejores hombres y mujeres estaban en el exilio, incluso los militares... 

 Los niños y los poetas fueron los grandes perdedores de aquella maldita sublevación. Y los niños y los poetas son pueblo y a todo el pueblo representan de una forma singular y precisa el conjunto de los que quieren ser eso: pueblo. 

 Hoy, 3 de marzo de 2025, cuando escribo, hace años que asesinaron a cinco obreros en Vitoria, después de sacarlos de una iglesia.  No estaba ya Franco, pero seguía el franquismo y el señor Fraga Iribarne era ministro del Interior. 

 (Continuará)

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