En el libro de defunciones de mi aldea, el cura cuenta como en 1812 nuestros antepasados dieron muerte en combate a cinco franceses, en represalia por la muerte de una chica años antes. Les dieron sepultura y se quedaron con los caballos. Uno de estos animales se escapaba y se colocaba como una estatua en el lugar del enterramiento. El cura decidió rezar unos responsos y colocar semiescondida una cruz.
Se llama la Cruz de los Franceses.
Ignoro si el caballo siguió yendo, digamos, a recordar o rezar por su dueño.
Manuel Vázquez de la Cruz
DE RIBADELOURO QUIEREN HACER UNA ESQUINA DEL INFIERNO
No hay paisajes más hermosos para los hombres y las mujeres del mundo que los de su adolescencia. Es una etapa que puede ser infeliz mucho tiempo y durar pero después siempre habrá un momento en que algo te sonría desde el pasado y llegue, el río o el puente o el prado o una especie de paz en una niña con trenzas. Esa parte de mi vida sucedió en Ribadelouro, la aldea de mi padre y donde mi abuela tenía siempre la puerta abierta, un pan en la mesa de mármol donde la comida se servía sin mantel.
Hace años, en aquellos años en que todo era triste, yo tenía a mi abuelo que decía “brincadeiras”, contaba historias y a mi abuela que sonreía. Pienso ahora que aún no había móviles y los abuelos eran ilustrativos. Mucho más para los niños que esos aparatos.
Ana, mi amiga buena, es eso y una sonrisa que lo enseña. Pasa muchos días con su abuela, se miran, quizás solo eso, pero están juntas. Se emocionan y nos emocionan. Mientras escribía pensé en mi aldea y en su abuela a la que ella quiere como yo quise a la mía. En lo bonito que es cuidar a quien se quiere.
Yo nunca estaré en contra de la industrialización pero siempre estaré frontalmente en contra de que ésta se haga sin guardar un justo equilibrio entre ecología y desarrollo porque entonces perderemos el entorno y a la larga la industria. Nuestra vida será distinta y peor. “Muchas veces al final no queda nada y entre ruinas sin ganas ni de vivir nos damos cuenta que no ha merecido la pena hacer las cosas mal”, me lo dijo un habitante de Detroit. Y hay muchos más ejemplos.
En mi aldea, alrededor de ella, se intenta montar un “círculo” industrial contra el medio ambiente, las personas y, por qué no decirlo los paisajes de ahora y de la adolescencia. Pretenden convertir mi aldea en una isla de mierda (no retiro la palabra) rodeada por barracones, autovías y autopistas. Y con vientos dominantes, por la situación que quieren puede ser una maldición y venir por el aire humos contaminados y olores que nos roben aquel que recordamos: el de la tierra al humedecerse con las primeras lluvias después del verano.
Para más INRI todo lo que quieren hacer, lo podrían realizar causando menos daños pero parece que el gobierno de nuestro ayuntamiento no conoce el territorio, ni el río Louro, ni el lugar o lugares en el que las industrias deben traer vida y no muertes de paisajes.
Ignoran todo y no tienen interés en escuchar, ni en enterarse que las personas necesitan su espacio para vivir. Y aún no saben lo difícil que es haber nacido y en consecuencia que gastar (no perder) el tiempo en las vistas del paisaje y hacerse paisaje es a veces absolutamente necesario. Y es la parte de la vida.
En mi aldea, mi querida aldea, también la de Nemesio, Manolo de Fermín, el tío Chicho, mi bisabuela Generosa, Jamin, Telmo Romero (el estudioso de la agricultura, los pájaros y los peces del río)…, pretenden, contra toda razón, y habiendo otras alternativas, convertirla en lo que dije antes. O sea convertir el paraíso en un infierno.
Mi aldea empieza en tres puentes. Uno, medieval de piedra, quizás con pilares romanos, lo han cubierto de madera. “Viva la idea de Patrimonio y el buen hacer de nuestro concello gobernante”. Es el puente de Febres.
Otro, el de Orbelle, que en su hermosura sigue haciendo sentir el sentimiento, deben estar esperando a que se hunda más alguna piedra para darle “más madera” como gritaba Groucho Marx.
Está con arbustos, nada cuidado. Se lo comerá el polígono y no habrá problema, pensarán los gobernantes de nuestro concello y los de la Zona Franca.
Los dos del sí quiero. Los dos que no se han dado cuenta de que el bien más precioso de la humanidad es el agua.
El del Mirón, donde las aguas del fueron del Louro que pasan por debajo, testigos activos de bautizos en vientre. También donde muchos años los de mi aldea aprendimos a nadar. Ahora el río es una charquita. Algún día habrá que escribir de la gran depuradora que vierte al Miño aguas malolientes, contaminando nos dicen los aromas, mientras el Louro sigue sin peces.
Y parece que ese río, del que yo he bebido su agua, aún le quieren meter más y más mierda. El dinero tiene la nariz taponada y ahí me huele que hay mucho tapón. Uno se pregunta cómo es posible que Zona Franca y Concello de Tui piensen que el Louro puede soportar más contaminación cuando con depuradora si analizáramos el agua, que parece limpia, podría dar cifras récord de contaminación.
Ribadelouro que combatió a los franceses y les dio cristiana sepultura, no va a poder combatir la demagogia de que la industria debe, por puestos de trabajo, no guardar un justo equilibrio con el medio ambiente. Eso es la muerte del planeta.
Ahora, aunque no son franceses, quieren sepultar Ribadelouro. De Ripa-Ripae, el Riba nos lo quieren quitar y dejarnos sin riberas. La aldea que se denomina Ribera de Louro, tiene por río una charca y por ribera quieren darle un estercolero de mierda.
Y les importa un bledo.
Prometo luchar con todas mis fuerzas muy diezmadas por los años al lado de mis amigos, los que están y los que ya no están, no físicamente pero si en nuestra memoria, con la juventud que ya no tengo pero soy capaz de recuperar por mi aldea. Mi querida aldea. Que Yolanda, mi amiga, cuenta: los veranos de mi infancia fueron maravillosas entre riberas del Louro y Febres. El agua, señores, es un bien imprescindible y agotable. Sin agua no hay riberas, ni seres vivos. Este verano debería hacernos reflexionar a todos. Incluso al señor alcalde Tui y al partido que lo apoya.
Quisiera que gente de mi aldea escriba conmigo. No sé si es normal. Seguramente más que mientras Galicia arde el señor Feijóo y el señor Rueda estén en una fiesta al vino.
Yo, honradamente, creo que hay que saber guardar las formas y respetar más a la gente que sufre. A mí no me gustan los políticos que por protocolo, o lo que sea, se prestan a esas escenas, en días de tristeza por protocolo, enseñándose en una fiesta bebiendo vino.
Pero me sentiría feliz si el alcalde de mi ciudad es capaz de poner a votación ahora lo que al parecer se aprobó hace trece años. Persistir en el error es más grave que cometerlo. Y, en política, me enseñaron que nada es inmutable. Hay razones. Si no se hace me parece que quizás deberían hacer un referéndum, legal o ilegal, los vecinos de mi aldea.
“O povo e quen mais ordena”.
José Afonso (Zeca)
(Continuará)
Maravilloso sin duda alguna
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